(ZENIT – 18 Oct. 2017).- «Esta es nuestra esperanza frente a la muerte. Para el que cree, es una puerta que se abre de par en par; para aquellos que dudan, es un rayo de luz que se filtra desde una puerta que no se ha cerrado del todo. Pero para todos nosotros, será una gracia cuando esta luz, del encuentro con Jesús, nos ilumine», ha dicho el Papa.
Sobre la esperanza y la muerte ha tratado la 38ª catequesis que ha ofrecido el papa Francisco sobre la esperanza cristiana en la audiencia general, celebrada esta mañana, 18 de octubre de 2017, en la plaza de San Pedro, ante miles de peregrinos procedentes de Italia y de otros países.
El Papa ha afirmado que «La muerte pone así nuestra vida al desnudo». Ha explicado que «Nos muestra que nuestros actos de orgullo, de ira y odio eran vanidad: vanidad pura. Nos damos cuenta con resquemor de que no hemos amado lo suficiente y no hemos buscado lo esencial. Y, por el contrario, vemos cuánto realmente bueno hemos sembrado: los afectos por los que nos hemos sacrificado y que ahora nos sujetan la mano».
A continuación se puede leer el texto completo de la catequesis del Papa.
Catequesis del papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy, me gustaría confrontar la esperanza cristiana con la realidad de la muerte, una realidad que nuestra civilización moderna tiende cada vez más a suprimir. Así que, cuando llega la muerte de los que nos rodean o de nosotros mismos, no estamos preparados, no tenemos un «alfabeto» adecuado para esbozar palabras con sentido sobre su misterio que, de todas formas, sigue estando allí. Sin embargo, los primeros signos de la civilización humana han pasado precisamente a través de este enigma. Podríamos decir que el hombre nació con el culto de los muertos.
Otras civilizaciones, antes de la nuestra, tuvieron el coraje de mirarla a la cara. Era un evento que los viejos contaban a las nuevas generaciones, como una realidad inevitable que obligaba al hombre a vivir por algo absoluto. Dice el Salmo 90: «Enséñanos a contar nuestros días para que entre la sabiduría en nuestros corazones» (v. 12). ¡Contar nuestros días vuelve al corazón sabio! Palabras que nos llevan a un realismo saludable, ahuyentando el delirio de la omnipotencia. ¿Qué somos? Somos «casi nada», dice otro salmo (cf. 88: 48); nuestros días huyen veloces: aunque viviéramos cien años, al final todo nos habría parecido un soplo. Muchas veces he escuchado a los ancianos decir: «La vida se me ha pasado como en un soplo…”.
La muerte pone así nuestra vida al desnudo. Nos muestra que nuestros actos de orgullo, de ira y odio eran vanidad: vanidad pura. Nos damos cuenta con resquemor de que no hemos amado lo suficiente y no hemos buscado lo esencial. Y, por el contrario, vemos cuánto realmente bueno hemos sembrado: los afectos por los que nos hemos sacrificado y que ahora nos sujetan la mano.
Jesús iluminó el misterio de nuestra muerte. Con su comportamiento, nos autoriza a sentir tristeza cuando una persona querida se va. Él se turbó «profundamente» ante la tumba de Lázaro, y «se echó a llorar» (Juan 11:35). En esta actitud, sentimos a Jesús muy cerca, como un hermano nuestro. Lloró por su amigo Lázaro.
Entonces Jesús reza al Padre, fuente de vida, y manda a Lázaro que salga del sepulcro… Y así sucede. La esperanza cristiana se nutre de esta actitud que Jesús asume contra la muerte humana: aunque esté presente en la creación es, sin embargo, un corte que desfigura el diseño de amor de Dios y el Salvador quiere curarnos.
En otros lugares, los Evangelios hablan de un padre que tenía una hija muy enferma y se dirige a Jesús con fe para que la salve (cf. Mc 5,21-24.35-43). Y no hay figura más conmovedora que un padre o una madre con un hijo enfermo. E inmediatamente Jesús se encamina con ese hombre, que se llamaba Jairo. En un momento dado llega alguien de la casa de Jairo y le dice que la niña se ha muerto y ya no hay necesidad de molestar al Maestro. Pero Jesús dice a Jairo: «No temas, solamente ten fe» (Mc 5:36). Jesús sabe que aquel hombre está tentado de reaccionar con rabia y desesperación porque la niña está muerta y le pide que guarde la pequeña llama encendida en su corazón: la fe. «No temas, solamente ten fe». «¡No tengas miedo, sigue teniendo encendida esa llama!» Y luego, llegados a casa, despertará de la muerte a la niña y la devolverá viva a sus seres queridos.
Jesús nos pone en este «risco» de fe. A Marta, que llora por la muerte de su hermano Lázaro, opone la luz de un dogma: «Yo soy la resurrección y la vida; El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás. ¿Crees esto? «(Jn 11: 25-26). Es lo que Jesús repite a cada uno de nosotros, cada vez que la muerte viene a rasgar el tejido de la vida y de los afectos. Toda nuestra existencia se juega aquí, entre el lado de la fe y el precipicio del miedo. Jesús dice: «Yo no soy la muerte, soy la resurrección y la vida, ¿crees esto? ¿Crees esto?» Nosotros, que estamos hoy en la plaza, ¿creemos esto?
Todos somos pequeños e indefensos frente al misterio de la muerte. Sin embargo, ¡qué gracia si en ese momento guardamos la llama de la fe en nuestros corazones! Jesús nos llevará de la mano, como tomó de la mano a la hija de Jairo, y nos repetirá de nuevo, «Talita kum», «Niña, levántate!» (Mc 5,41). Nos lo dirá, a cada uno de nosotros: «¡Levántate, resurge!» Yo ahora os invito a cerrar los ojos y a pensar en ese momento: el de nuestra muerte. Cada uno de nosotros piense en su propia muerte, e imagine ese momento que vendrá cuando Jesús nos tome de la mano y diga: «Ven, ven conmigo, levántate». Allí terminará la esperanza y será la realidad, la realidad de la vida. Pensadlo bien: Jesús mismo vendrá donde cada uno de nosotros y nos tomará de su mano, con su ternura, su dulzura, su amor. Y que cada uno repita en su corazón la palabra de Jesús: «¡Levántate, ven, levántate, ven! ¡Levántate, resurge!».
Esta es nuestra esperanza frente a la muerte. Para el que cree, es una puerta que se abre de par en par; para aquellos que dudan, es un rayo de luz que se filtra desde una puerta que no se ha cerrado del todo. Pero para todos nosotros, será una gracia cuando esta luz, del encuentro con Jesús, nos ilumine.
Llamamiento
Quiero expresar mi dolor por la masacre ocurrida hace unos días en Mogadiscio, Somalia, que ha causado más de 300 muertos, incluidos algunos niños. Este acto terrorista merece el deploro más firme también porque se ensaña contra una población ya duramente probada. Rezo por los muertos y por los heridos, por sus familiares y por toda la población de Somalia. Imploro la conversión de los violentos y aliento a todos los que, con enormes dificultades, trabajan por la paz en esa tierra martirizada.
Saludos en las diversas lenguas
Saludos en francés
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua francesa, especialmente a los jóvenes de los colegios y escuelas secundarias de Francia, así como a los peregrinos de Suiza. Cuando nuestras vidas experimentan pruebas y tristezas, recordemos que Jesús nos dijo: «Yo soy la resurrección y la vida». Rezo para que vuestra peregrinación a Roma os ayude a mantener viva en vuestro corazón la llama de la fe y la esperanza. Dios os bendiga.
Saludos en inglés
Saludo a los peregrinos de lengua inglesa presentes en audiencia de hoy, especialmente los procedentes de Inglaterra, Escocia, Malta, Países Bajos, Noruega, Suecia, Rusia, Indonesia, Malasia, Sri Lanka, China, Ghana, Lesotho, Filipinas y Estados Unidos. ¡Que Jesucristo fortalezca en la fe a vosotros y a vuestras familias y os haga testigos de esperanza en este mundo, especialmente entre aquellos que viven en el dolor. Dios os bendiga a todos.
Saludos en alemán
Una cordial bienvenida a los peregrinos de habla alemana. Saludo en particular a los «Schützen», a las asociaciones de la región de Cloppenburg y a los muchos jóvenes, especialmente a los estudiantes de la Liebfrauenschule de Bonn. Os deseo una buena permanencia en Roma y os bendigo a todos de corazón.
Saludos en español
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los provenientes de España y Latinoamérica. El Señor, única esperanza de la humanidad, nos conceda la gracia de mantener encendida la llama de la fe, y en el momento de nuestra muerte nos tome de la mano y nos diga: «¡Levántate!». Que Santa María, Madre de Dios, interceda por todos nosotros, ahora y en la hora de nuestra muerte. Así sea.
Saludos en portugués
Dirijo un cordial saludo a los peregrinos de lengua portuguesa, especialmente a los varios grupos de Brasil, y en particular a los fieles de la archidiócesis de Natal con su pastor y a los de la arquidiócesis de Londrina, invitando a todos a permanecer fieles a Cristo Jesús como los protomártires de Brasil. El Espíritu Santo os ilumine para que podáis llevar la bendición de Dios a todos los hombres. La Virgen Madre os vigile y proteja.
Saludos en árabe
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua árabe, especialmente a los de Siria y Medio Oriente. Se derrumba ante la partida de un ser querido el engaño de negar o ignorar la muerte y nos enfrentamos a dos opciones: continuar engañándonos a nosotros mismos, o admitir humildemente nuestra pequeñez y creer que Dios nos creó para la vida. Solo la luz de Jesús puede transformar las tinieblas de la tumba en victoria; la amargura de la separación en la dulzura del encuentro; y la derrota de la cruz en el alba de la resurrección. Sólo la fe puede cambiar la vida terrenal de un final absurdo a un comienzo glorioso para la vida eterna. ¡El Señor os bendiga y os proteja siempre del maligno!
Saludos en polaco
Saludo cordialmente a los peregrinos polacos. Hoy, recordando a San Lucas Evangelista, celebráis en Polonia, al santo patrón de los agentes sanitarios. Recordad en la oración a todos los que cuidan a las personas enfermas con dedicación y espíritu de sacrificio. Que en el servicio que desempeñan, nunca les falten las fuerzas, los buenos resultados y la alegría. Dios los sostenga y recompense el bien y la esperanza que infunden en los corazones de los enfermos. Bendigo a los aquí presentes, y a vuestros seres queridos.
Saludos en neerlandés
Con afecto saludo a los fieles de habla neerlandesa, especialmente a los peregrinos de la diócesis de Rotterdam. Cristo ha vencido la muerte. Él es nuestra resurrección y nuestra vida. Sed testigos de este mensaje de esperanza ante vuestros hermanos y hermanas. El Señor os bendiga y también a vuestros seres queridos.
Saludos en italiano
¡Una cordial bienvenida a los peregrinos italianos!
Me complace recibir a los fieles de la diócesis de Conversano-Monopoli, con el obispo Monseñor Giuseppe Favale, llegados aquí para el aniversario del Año mariano diocesano; a los confirmados de la diócesis de Faenza-Modigliana, con el obispo Monseñor Mario Toso; a las capitulares de las Hijas de Santa María de Leuca y a las religiosas participantes en la reunión promovida por la USMI.
Queridos hermanos y hermanas, vuestra peregrinación a Roma avive la comunión con el Sucesor de Pedro y la Iglesia Universal y os haga testigos de Cristo en vuestras Iglesias locales.
Saludo a los peregrinos de la Fundación «Senior Italia», con motivo de la fiesta de los abuelos; a los participantes en la peregrinación promovida por la Milicia de la Inmaculada; a los miembros de la Asociación «Bimbo tu» de Bolonia; a la Unión Italiana de Ciegos y Personas con Hipovisión y a los fieles de las diversas parroquias y asociaciones.
Finalmente, me gustaría extender mi saludo a los jóvenes, los enfermos y los recién casados. Hoy, es la fiesta de San Lucas, evangelista y médico. Queridos jóvenes, que su testimonio de vida os impulse a opciones valientes de solidaridad y ternura. Queridos enfermos, que en su enseñanza podáis encontrar en Jesús el remedio para vuestros sufrimientos; y vosotros queridos recién casados, pedid su intercesión para que en vuestra nueva familia nunca falte la atención a los que sufren.
© Librería del Vaticano
El Papa llega a la plaza de san Pedro 18/10/2017 © L´Osservatore Romano
Audiencia general 18 de octubre de 2017 – Texto completo
Catequesis del Papa sobre la esperanza y la muerte