(ZENIT – 27 febrero 2019).- Al término del Encuentro celebrado en el Vaticano dedicado a los abusos a menores en la Iglesia, convocado por el Papa Francisco, Mons. Fernando Ramos, Secretario General de la Conferencia Episcopal de Chile, respondió a las preguntas de Zenit, de manera exclusiva, el pasado domingo, 24 de febrero de 2019.
Desde la fe, aquí vemos que aquí hay una acción del mal», ha reafirmado el obispo chileno, recordando las palabras del Santo Padre al clausurar el Encuentro, después de la celebración de la Santa Misa. «Es Satanás el que se encarniza contra los más débiles. Eso no podemos perderlo de vista. Es nuestra fe. Aunque haya una serie de mediaciones humanas, esto no es evitar o quitar responsabilidad al delito que cometen personas concretas», matizó Ramos.
El Encuentro sobre protección de menores en la Iglesia se desarrolló en Roma del 21 al 24 de febrero de 2019, congregó a 190 representantes de la Iglesia Católica –114 presidentes de conferencias episcopales– y dio lugar a 3 jornadas de oración, testimonios de víctimas, ponencias y trabajo de grupos; una liturgia penitencial con confesión de los pecados, que presidió el Papa Francisco, y la clausura con la Misa celebrada por el Santo Padre.
Mons. Fernando Ramos, secretario general de la Conferencia Episcopal de Chile y administrador apostólico de Rancagua, compartió con la agencia Zenit sus impresiones sobre la cumbre histórica en la Iglesia Católica.
Sigue la segunda parte de la entrevista completa al prelado (Leer la primera parte)
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ZENIT: ¿Cómo ha vivido el Encuentro?
Mons. Fernando Ramos: Diría que ha sido muy impactante, muy importante y muy interesante.
Impactante porque fue muy conseguido los organizadores dejar espacio testimonio de víctimas. Entonces al principio tuvimos el testimonio de 5 víctimas pero después en el momento de oración de la tarde, del jueves, después del viernes y de liturgia penitencial otros tantos. Cada uno era muy impactante, pero uno en particular, el que más impactó, creo yo a todos, fue el de una señora. Ella fue, lo leyó, una voz quebrada con una sencillez y humildad que a todos nos partió el alma, nos quedamos todos muy, muy impresionados.
Por eso impactaba, como que nos pudimos sintonizar con mucho respeto por el dolor de cada una de las víctimas y en una asamblea tan grande darse cuenta de los estragos devastadores que produce el abuso sexual en las personas, que les va a acompañar por el resto de sus vidas.
Interesante, porque yo creo que hemos tocado muchos temas, es cierto que había una conferencia y después trabajo en grupos. Y en el trabajo en grupo explotaban preguntas, sugerencias, propuestas… fue muy abundante ese tipo de trabajo.
Es importante porque esto nos va a venir bien para dar un paso más. Estos cambios no son de un día para otro porque la Iglesia es universal, son muchas las instituciones, muchas las personas, entonces poder llegar a todos con la misma intensidad… eso requiere tiempo así como la implementación de las cosas, pero yo creo que esto marca un hito importante.
Z: ¿Qué estructura han seguido en las sesiones de trabajo en grupos, y qué han hecho concretamente?
M. FR: Por las mañanas, había 2 ponencias y luego una hora de trabajo en grupo, en la tarde otra ponencia y otra hora de trabajo en grupo, y después lo que hay es el trabajo del día, se presentaba en la tarde, también, en 4 minutos, cada equipo tenía para entregar el papel, entonces el trabajo en grupos estaba dividido por grupos lingüísticos, había dos en lengua española, y mi grupo éramos 15-18. Se hacía un poco corto porque era una hora pero había mucha participación y ahí eran básicamente sugerencias a raíz de los 21 puntos de reflexión del Papa, así como las ponencias que hubo, se hacían referencias, apreciaciones, pero también muchas preguntas, o sugerencias para que se respondan preguntas.
Habían diferencias de percepción de problemas, de formas de tratarlos… Entonces se conversó, se propuso mucho y después se entregaban esas conclusiones o esas preguntas, o esas sugerencias a la comisión, y la comisión a partir de ahora en adelante tendrá que tratar de sintetizarlo.
Z: ¿Qué es el vademecum?
M. FR: Esta idea que ha salido en el último briefing de que se va a entregar un vademecum para los obispos, eso ha sido muy bien recibido porque se ha dado un salto: una de las cosas más positivas de este encuentro es que esto nos permite tratar de hablar de un lenguaje común, un estilo común…
El vademecum será una guía con orientaciones sobre como los obispos tienen que actuar ante estas problemas. No sabemos bien que amplitud va a tener ni la precisión del mismo, pero a todas luces hay un llamado de los obispos a que se nos den líneas más claras para saber enfrentarnos.
Z: ¿Cuál es el protocolo que debe seguir un sacerdote al tener conocimiento de un caso de abuso sexual?
M. FR: Lo que tiene que hacerse a la persona que sea víctima que está señalando una posible situación de abuso, que se haga la denuncia en los organismos específicos que la Iglesia tiene en todas las diócesis y en todas las comunidades religiosas, y se haga la denuncia. Y por otro lado, también se invita a que esta denuncia se presente en la fiscalía respectiva, en el ministerio público, o en la policía, para que luego la justicia se haga presente e investigue estas situaciones.
Una vez que se ha hecho la denuncia en la Iglesia, se sigue un protocolo en donde se tiene que informar a la autoridad respectiva de la denuncia que se ha recibido y si hay algún grado de verosimilitud se tiene que iniciar una investigación previa, es decir, una persona tiene que investigar a la víctima, tiene que citar al denunciante, al denunciado… y una vez que se concluye esta investigación previa, tiene que responder la pregunta acerca de la verosimilitud de la acusación. Si es verosímil, y afecta a un menor de edad, evidentemente tiene que ser enviado aquí a la Congregación para la Doctrina de la fe, que es el tribunal competente para decidir este tipo de asuntos.
Z: Después de todo lo que ha sucedido en Chile. ¿Qué han mejorado los obispos en la para prevenir los abusos en la Iglesia?
M. FR: Efectivamente, en los trabajos en grupos me preguntaron varias cosas de Chile. Nosotros no pretendemos, ni estamos en condiciones de enseñarle a nadie, pero sí, decirles que nuestra experiencia fue que no estábamos preparados para enfrentar una cosa de esta magnitud y por consiguiente, prepárense para poder enfrentarlo, porque de todas maneras les va a llegar. Me pedían algunas recomendaciones.
Una, en concreto, nosotros desde el año 2011 tenemos una comisión nacional de prevención de abusos de la Conferencia Episcopal, en la cual participan laicos y laicas que han sido la gran contribución. Y a partir de esa comisión se han preparado muchos elementos que ayudan a las diócesis. Un capítulo muy grande, muy importante, es la prevención. No obstante, los problemas que hemos tenido en Chile, hemos “de a poquito” o “como pasos de hormiga” trabajado en la prevención de abusos y esta comisión generó un programa de formación en 4 módulos y en este momento hay de 25.000 agentes pastorales formados, se ha tratado de que –no sabría precisar si lo hemos logrado en su totalidad– todos los presbiterios, todos los sacerdotes se han formado en eso, todos los diáconos permanentes, y queremos llegar a todos los agentes de pastorales de laicos.
En un esfuerzo enorme, eso yo creo que en casi ninguna diócesis del mundo se ha hecho, y eso ha sido porque ha habido una comisión nacional. Esa comisión nacional también ahora nosotros le hemos dado más atribuciones para que pueda centralizar la información, a nivel nacional. Nos cuesta mucho recuperar información de todo tipo. Entonces en esa área pudimos participar y comentar sobre eso.
Hay unas líneas guías de 2015. Y otro tema interesante es que el año pasado, a raíz de la visita de Scicluna, esta comisión –o parte de esta comisión—se transformó en una comisión de escucha, también esa experiencia fue buena. Entonces yo creo que nosotros podemos cooperar mucho, contribuir por nuestra experiencia en como ayudar en la prevención, y también yo creo ganando experiencia en como hacer investigaciones previas, como responder jurídicamente frente a denuncias de abusos.
Nos falta aprender en la atención, escucha, acompañamiento de víctimas… Eso siempre es difícil, porque depende de caso a caso, y sabemos que hay muchas víctimas en Chile que consideran que nosotros como Iglesia no hemos estado a la altura, no hemos respondido… Hay una rabia, una molestia… Eso responderá evidentemente a realidades que son así.
Z: Espiritualmente ha sido también un encuentro muy importante para los participantes. El sábado, 23 de febrero, supuso un momento clave: el de la liturgia penitencial: la confesión de faltas, el arrepentimiento, el examen de conciencia. ¿Cómo lo ha vivido usted?
M. FR: Todos los días teníamos un momento de oración al inicio, somos creyentes y la importancia de la invocación del Espíritu sobre la Iglesia de Dios en medio de este encuentro también nos animó a crear una comunión entre nosotros y en el diálogo con el Señor, descubrir cuáles son los que tenemos que hacer, que cosas hemos hecho mal. Y otro elemento que el Papa subrayó hoy en la alocución después de la misa es que a la base, –desde una lectura creyente—de estos problemas que producen tanto daño en el menor de edad, se encuentra el mismo mal. Es Satanás el que se encarniza contra los más débiles. Eso no podemos perderlo de vista. Es nuestra fe. Aunque haya una serie de mediaciones humanas. Esto no es evitar o quitar responsabilidad al delito que cometen personas concretas. Desde la fe, aquí vemos que aquí hay una acción del mal, y de eso no cabe ninguna duda.
Z: El sábado, un chico de Chile que fue víctima de abuso sexual compartió su testimonio una víctima y luego se reunió con el Papa.
M. FR: Yo no lo conocía. Después supe que era chileno. Incluso por acento no lo reconocí porque él vive en Alemania. ¿Sabes lo que más me impresionó? Es que su testimonio era muy fuerte, ¿no? Pero él terminó con un regalo musical. O sea, es como decir, no obstante, todo lo que yo viví para destruir mi vida, yo soy capaz de hacer un regalo hermoso. Un signo de esperanza, una pieza de Bach en violín, eso es un regalo maravilloso. Alguien que ha vivido eso, es una esperanza enorme de que el mal nunca se debe imponer ni se puede imponer.