“Afirmar la heterosexualidad como requisito no es discriminar”

Los obispos argentinos ante debate sobre la ley de matrimonio homosexual

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BUENOS AIRES, viernes, 6 noviembre 2009 (ZENIT.org).- El debate en el Parlamento de Argentina sobre la posibilidad de modificar el Código Civil para que parejas del mismo sexo puedan contraer matrimonio ha movido a la Comisión Ejecutiva del Episcopado a hacer una declaración al respecto en que reitera la postura eclesial sobre el matrimonio.
 
En la primera sesión del debate, tuvo lugar en un plenario conjunto de las comisiones de Legislación General y de Familia, Mujer, Niñez y Adolescencia de la Cámara de Diputados, se analizaron dos proyectos de ley. El objetivo de las dos iniciativas es modificar el artículo 172 del Código Civil, en el que se pretende sustituir los términos “hombre y mujer” por “contrayentes”.
 
Ante la posibilidad de que se apruebe en Argentina el matrimonio para personas del mismo sexo, la Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal Argentina ha emitido este jueves una Declaración en la que reitera la postura de la Iglesia sobre el matrimonio.
 
Ante debate legislativo, los obispos manifiestan, en primer lugar, que “el matrimonio como relación estable entre el hombre y la mujer, que en su diversidad se complementan para la transmisión y cuidado de la vida, es un bien que hace tanto al desarrollo de las personas como de la sociedad”.
 
Por tanto, afirman, “no estamos ante un hecho privado o una opción religiosa, sino ante una realidad que tiene su raíz en la misma naturaleza del hombre, que es varón y mujer”.
 
Este hecho, añaden, “en su diversidad y reciprocidad, se convierte, incluso, en el fundamento de una sana y necesaria educación sexual”.
 
“No sería posible educar la sexualidad de un niño o de una niña –subrayan–, sin una idea clara del significado o lenguaje sexual de su cuerpo. Estos aspectos que se refieren a la diversidad sexual como al nacimiento de la vida, siempre fueron tenidos en cuenta como fuente legislativa a la hora de definir la esencia y finalidad del matrimonio. En el matrimonio se encuentran y realizan tanto las personas en su libertad, como el origen y el cuidado de la vida”.
 
Para los obispos, las anteriores afirmaciones no deben ser consideradas “como un límite que descalifica, sino como la exigencia de una realidad que por su misma índole natural y significado social, debe ser tutelada jurídicamente. Estamos ante una realidad que antecede al derecho positivo y, por lo mismo, es para él fuente normativa en lo sustancial”.
 
“Afirmar la heterosexualidad como requisito para el matrimonio –insisten los obispos- no es discriminar, sino partir de una nota objetiva que es su presupuesto. Lo contrario sería desconocer su esencia, es decir, aquello que es”.
 
Y recuerdan, citando el Catecismo de la Iglesia Católica que “el matrimonio no es una institución puramente humana a pesar de las numerosas variaciones que ha podido sufrir a lo largo de los siglos en las diferentes culturas, estructuras sociales y actitudes espirituales. Estas diversidades no deben hacer olvidar sus rasgos comunes y permanentes”.
 
“El matrimonio se funda en la unión complementaria del varón y la mujer –afirman–, cuyas naturalezas se enriquecen con el aporte de esa diversidad radical. La realidad nos muestra que toda consideración física, psicológica y afectiva de los sexos, es expresión de esa diversidad, la cual además no se explica en un sentido antagónico, sino de complemento mutuo”.
 
Y recuerdan que la nueva realidad formada por el varón y la mujer, la familia, “desde los inicios mismos de la humanidad, ha sido protegida por las sociedades civilizadas, con la institución del matrimonio”.
 
Confirma esa realidad, indican los obispos, la Declaración Universal de los Derechos del Hombre la cual exige “reconocer el derecho del hombre y de la mujer a contraer matrimonio y a formar una familia”.

Y concluyen recordando que “es responsabilidad de todos proteger este ‘bien de la humanidad’, (como llamaba Juan Pablo II a la familia), de allí el deseo que nos mueve a sumar las presentes reflexiones en un diálogo sincero con la sociedad y como aporte a quienes tienen la difícil tarea de legislar sobre estos temas”.
 
Por Nieves San Martín

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ZENIT Staff

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