Carmelitas, un testimonio de protección mariana extensivo a todos los fieles

En vísperas de la fiesta del Carmen, novena en Santa María «in Transpontina»

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ROMA, viernes, 13 julio 2007 (ZENIT.org).- Como cada año, numerosos fieles se están recogiendo estos días, en acción de gracias, en torno a la Virgen María en la iglesia de Nuestra Señora del Monte Carmelo «in Traspontina», celebrando una novena para preparar la fiesta mariana del 16 de julio.

La hermosa fachada blanca de esta iglesia romana se divisa a poca distancia de la Plaza de San Pedro del Vaticano, en plena Vía de la Conciliación.

Desde el 7 de julio, cada día un cardenal diferente está predicando sobre Nuestra Señora en una misa vespertina.

En su homilía, el pasado domingo, el cardenal William Levada, prefecto de la Congregación vaticana para la Doctrina de la Fe, se centró en el papel de María en la acogida de la Palabra de Dios en el mundo.

“El evangelista Lucas sitúa la manifestación evangélica de la Palabra de Dios en el contexto del misterio de María –dijo-. De manera que María se hace ‘instrumento’ por el que Dios rescata al hombre de la esclavitud del pecado y le conduce a la intimidad de la comunión consigo mismo”.

Del mismo modo indicó que María también hoy revela la gloria de la presencia de Dios entre nosotros. Además subrayó que gozamos de su patrocinio especial cuando nos consagramos a ella.

El padre carmelita Piero Leta explicó que este aspecto de la devoción a Nuestra Señora del Carmen es central en la identidad de todos los carmelitas.

”Soy hijo de María –dijo-. Ella es patrona y protectora de todos los carmelitas por igual”.

El padre Leta apuntó que la historia de la orden carmelita es única, y su identidad está centrada en el patrocinio de Nuestra Señora del Carmen, que se apareció a San Simón Stock en el siglo XIII, durante una época turbulenta entre los carmelitas.

“Como orden, somos los únicos que carecemos de fundador”, recordó el padre Leta.

Durante siglos –aclaró- los carmelitas vivieron como monjes en el Monte Carmelo, donde Elías se encontró con Dios. La tradición carmelita fue establecida por aquellos que deseaban vivir apartados del mundo, para encontrar a Dios en el silencio de un retiro de desierto.

Durante la época de las Cruzadas, los carmelitas se trasladaron a Roma, donde de repente fueron empujados a la vida agitada de una ciudad atareada. Sin un fundador, y en un contexto completamente nuevo, la orden sufrió una crisis de identidad.

“La Santa Sede quería suprimirnos en torno al año 1250, porque no teníamos un fundador que pudiéramos identificar, como tienen otras órdenes. Nosotros sencillamente habíamos seguido la tradición del desierto de Elías y estábamos dedicados a Nuestra Señora del Carmen”, sintetizó.

Frente a la supresión, los carmelitas oraron fervientemente a Nuestra Señora del Carmen cuya ayuda nunca ha fallado. Se apareció al monje carmelita Simón Stock en Inglaterra con el escapulario, un signo seguro de su protección y preservación.

Por esta razón, el padre Leta dijo que el origen de la devoción está directamente ligado al escapulario marrón del Carmelo: “El escapulario es un signo de nuestra consagración a María como nuestra Madre y es un signo de su protección hacia nosotros. Pertenecemos a Ella, y quien lleva este escapulario como un signo de consagración es identificado por Ella como su hijo o hija”.

Así la familia carmelitana ha florecido en muchos lugares de todo el mundo, dijo el padre Leta.

La extendida devoción de los fieles que llevan el escapulario marrón como un signo de consagración a Nuestra Señora, es un don especial -para todos- que fue confiado a los carmelitas.

Además, el padre Leta recordó que la iglesia «in Traspontina» ha sido un lugar privilegiado de esta devoción desde el siglo XVI, cuando fue encomendada al cuidado de los carmelitas tras el saqueo de Roma.

La iglesia misma es un tesoro de arte y arquitectura que representa la historia de la orden carmelita.

Empezando por el altar, que representa a los profetas Elías y Eliseo en el Monte Carmelo, los visitantes pueden rastrear los orígenes y el crecimiento de los carmelitas, y los elementos del carisma carmelitano que les sitúan aparte, en un “oasis del desierto”.

El padre Leta explicó que el Monte Carmelo era un Jardín, un oasis de belleza y paz en Tierra Santa.

“Nuestra Señora está siempre adornada con las ‘Flos Carmeli’, las flores del Carmelo”, indicó.

La novena mariana concluirá el domingo, cuando la imagen de Nuestra Señora del Carmen sea llevada por la vecina calle de Borgho Pio y sus alrededores.

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ZENIT Staff

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