NUEVA YORK, 22 agosto 2003 (ZENIT.org).- Acabar con la ley de blasfemia, que prevé incluso el castigo con la condena a muerte en Pakistán, es la petición presentada a las Naciones unidas por instituciones católicas.
Han entregado la propuesta «Franciscans International», organización no gubernamental que representa a los franciscanos en la ONU; «Dominicans for Justice and Peace», en representación de los dominicos, y el movimiento Pax Christi International.
La ley sobre la blasfemia, que castiga a quien insulta al profeta Mahoma es «la raíz de la discriminación sistemática e institucional y del extremismo en Pakistán», ha explicado el padre Philippe LeBlanc a la Subcomisión de la ONU para la promoción y protección de los derechos humanos.
El dominico explicó que los denunciados por blasfemia (en su mayoría cristianos o hindúes) son asesinados con frecuencia antes de ser sometidos al proceso y, quienes logran evitar la pena de muerte, se ven obligados a exiliarse en el extranjero por miedo a venganzas de extremistas islámicos.
El religioso constató que, desde 1999, está aumentando el recurso a esta ley por parte de musulmanes contra musulmanes, pues se ha hecho «virtualmente imposible para los acusados alcanzar una justicia verdadera».
Franciscanos, dominicos y Pax Christi piden, por tanto, al gobierno de Islamabad que elimine todas las leyes discriminatorias, que ratifique y respete los tratados internacionales sobre derechos humanos, y que permita que el encargado de la ONU para la libertad religiosa se encuentre con las minorías presentes en el país.
Introducida en 1986, la ley sobre blasfemia permite encarcelar al presunto transgresor de la ley en virtud de declaraciones ofrecidas por cualquier ciudadano. Al basarse la denuncia en simples declaraciones orales, favorece el uso de la ley como medio de venganza personal.
En abril de 2000 el presidente de Pakistán, Pervez Musharraf, anunció modificaciones en la ley para disminuir el riesgo de estos abusos. Las enmiendas fueron, sin embargo, retiradas en el mes de mayo sucesivo, a causa de la presión popular, provocada en particular por algunos predicadores islámicos.
