velas en una Iglesia

(Pixabay.com - Foto-Rabe)

Comentario a la liturgia dominical – Vigilia Pascual

Ciclo C Textos: Gn 1, 1- 2, 2; Gn 22, 1-18; Ex 14, 15 – 15, 1; Is 54, 5-14; Is 55, 1-11; Ba 3, 9-15. 32 – 4, 4; Ez 36, 16-28; Rm 6, 3-11; Mc 16, 1-7

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Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor y director espiritual en el seminario diocesano Maria Mater Ecclesiae de são Paulo (Brasil).
Idea principal: Repasemos las partes de esta Solemne Vigilia Pascual, desentrañando el significado profundo sacramental y espiritual.
Síntesis del mensaje: Después de un día transcurrido en la oración y el silencio, el Sábado, en torno al sepulcro del Señor, la comunidad cristiana se reúne esta noche para la celebración principal de todo el año: el paso de la muerte y del sepulcro a la vida nueva. Esta Vigilia es el punto de partida para la Cincuentena Pascual, siete semanas de prolongación festiva que nos llevarán a la solemnidad conclusiva, Pentecostés.
 Puntos de la idea principal:
En primer lugar, comienza todo desde fuera de la iglesia, con el fuego nuevo, bendecido por el sacerdote, rociándolo con agua bendita. Iniciamos una procesión siguiendo al Cirio Pascual, símbolo de Cristo Luz del mundo, y progresivamente con cirios encendidos en manos de los fieles. Es la figura del amor de Cristo que desea arder como una antorcha encendida en cada alma. Es como una llamarada divina que desea abrazar a todas las almas para encenderlas en el deseo de las cosas eternas., pero es también un fuego que debe quemar nuestras miserias, un fuego abrasador que nos purifique de nuestro amor propio, que nos vacíe de nosotros mismos para llenarnos de Dios. Después escuchamos el pregón inicial – “Exsultet”-  de la fiesta pascual. Himno bellísimo que se remonta a los primeros siglos del Cristianismo; cántico impregnado de júbilo por la resurrección de Cristo, sobre el telón de fondo del pecado del hombre y la misericordia de Dios. Júbilo del cielo, de la tierra y de la Iglesia. Es el rito de entrada, hoy más solemne. Podríamos llamar fiesta de la luz o “lucernario”.
En segundo lugar, la proclamación de la Palabra tiene hoy más lecturas, sobre todo del Antiguo Testamento, que nos van conduciendo desde la creación hasta la nueva creación o resurrección de Jesús. Aquí se cumple lo que Jesús dijo a los de Emaús: “todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí, tenía que cumplirse”. Estas lecturas resumen las maravillas de Dios a favor de los hombres, culminando con la del evangelio de la resurrección que nos relata san Lucas. Palabras sagradas a las que debemos recurrir con frecuencia para alimentar el alma, para saciar la sed de  eternidad. Palabras que brotan del Señor como de su fuente para esclarecer nuestra inteligencia y encender en nosotros el entusiasmo por las cosas celestiales. Es la fiesta de la Palabra.
En tercer lugar, la parte sacramental de esta noche es más rica: ante todo celebramos el Bautismo, junto con la renovación de las promesas bautismales por parte de los ya bautizados. Por el bautismo hemos sido injertados en Cristo. Fue nuestra resurrección espiritual, pues gracias a él pasamos de la muerte a la vida. En esta parte invocamos a Dios para que con su poder santifique el agua con que serán bautizados los catecúmenos. Recurrimos para ello a la Iglesia triunfante, a la Iglesia del cielo, a través de la letanías, rogando a los ángeles y a los santos que intercedan ante el trono de Dios por nosotros y por que serán bautizados, Al bendecir el agua, el sacerdote introduce en ella el cirio pascual, imagen de Cristo, a cuyo contacto adquiere su virtud santificadora. Es la fiesta del agua.
En cuarto lugar, pasamos ahora a la Eucaristía, la principal de todo el año, en la que participamos del Cuerpo y la Sangre del Resucitado. Es Cristo como alimento para el camino y para la lucha por la santidad. Es la fiesta del Pan y del Vino, convertidos en comida celestial para nuestra salvación. La eucaristía es un banquete. ¡Vengan y coman! ¡No se queden con hambre! Es un banquete en el que Dios Padre nos sirve el Cuerpo y la Sangre, el alma y la divinidad de su propio Hijo, hecho Pan celestial. Pan sencillo, pan tierno, pan sin levadura…Pero ya no es pan, sino el Cuerpo de Cristo. ¡Vengan y coman! Sólo se necesita el traje de gala de la gracia y amistad con Dios, si no, no podemos acercarnos a la comunión, pues “quien come el Cuerpo de Cristo indignamente, come su propia condenación”, nos dice San Pablo (1 Cor 11, 27). Este pan de la Eucaristía nos libra de esta muerte y nos da la vida inmortal. Todo alimento nutre según sus propiedades. El alimento de la tierra alimenta para el tiempo. El alimento celestial, Cristo eucaristía, alimenta para la vida eterna.
Finalmente, especial esta noche es también la conclusión de la Eucaristía, con los “aleluyas” de la despedida, el saludo cantado a la Virgen y la prolongación, si es posible, de un pequeño ágape de los participantes en el salón principal de la parroquia. Es la fiesta de la vida pascual, hecha convivio y caridad fraterna.
Para reflexionar: Del Pregón Pascual de la Vigilia Pascual, meditemos:
 
Esta es la noche en que,
rotas las cadenas de la muerte,
Cristo asciende victorioso del abismo.
¿De qué nos serviría haber nacido
si no hubiéramos sido rescatados?
¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros!
¡Qué incomparable ternura y caridad!
Para rescatar al esclavo, entregaste al Hijo!
Necesario fue el pecado de Adán,
que ha sido borrado por la muerte de Cristo.
¡Feliz la culpa que mereció tal Redentor!
 
Para rezar: ¡Te alabamos, Señor, por tu resurrección maravillosa! ¡Gracias por morir como el grano de trigo para engendrarnos como los muchos granos llenos con tu vida divina! ¡Gracias por morir como el Unigénito de Dios y resucitar como el Primogénito, con nosotros como los muchos hermanos! ¡Ahora somos hijos de Dios y hermanos de Cristo! ¡Gracias por hacernos la simiente corporativa, tu continuación y tu reproducción! ¡Señor, sólo queremos colaborar contigo lo mejor posible hoy, permitiéndote vivir en nosotros para nosotros poder vivirte! ¡Somos tu expresión y tu continuación, somos tus “largos días”!
 
Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: arivero@legionaries.org

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Antonio Rivero

El padre Antonio Rivero nació en Ávila (España) en 1956. Entró a la congregación de los Legionarios de Cristo en 1968 en Santander (España). Se ordenó de sacerdote en Roma en la Navidad de 1986. Es licenciado en Humanidades Clásicas en Salamanca, en Filosofía por la Universidad Gregoriana de Roma y en Teología por la Universidad de santo Tomás también en Roma. Es doctor en Teología Espiritual por el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum (Roma) donde defendió su tesis el 16 abril del año 2013 sobre la dirección espiritual en san Juan de Ávila, obteniendo “Summa cum laude”. Realizó su ministerio sacerdotal como formador y profesor de Humanidades clásicas en el seminario en México y España. Fue vicario parroquial en la ciudad de Buenos Aires durante doce años. Durante diez años fue director espiritual y profesor de teología y oratoria en el Seminario María Mater Ecclesiae en são Paulo (Brasil), formando futuros sacerdotes diocesanos. Actualmente es profesor en el Noviciado de la Legión de Cristo en Monterrey (México) y ayuda en el Centro Logos, en la formación de sacerdotes y seminaristas diocesanos. Ha dedicado y dedica también parte de su ministerio sacerdotal a los Medios de Comunicación Social. Ha publicado catorce libros: Jesucristo, Historia de la Iglesia, Los diez mandamientos, Breve catequesis y compendio de liturgia, El tesoro de la Eucaristía, El arte de la predicación sagrada, La Santísima Virgen, Creo en la Vida eterna, Curso de Biblia para laicos, Personajes de la Pasión, G.P.S (Guía Para Santidad, síntesis de espiritualidad católica), Comentario a la liturgia dominical ciclo A, Comentario a la liturgia dominical ciclo B, Comentario a la liturgia dominical ciclo C. Ha grabado más de 200 CDs de formación. Da conferencias en Estados Unidos sobre pastoral familiar, formación católica y juventud. Y finalmente imparte retiros y cursos de formación a religiosas, seminaristas y sacerdotes diocesanos en México, Centroamérica y donde le invitan.

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