Costa Rica: La Iglesia ante la alarmante realidad del narcotráfico

Pronunciamiento de la Conferencia Episcopal

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SAN JOSÉ, martes, 14 julio 2009 (ZENIT.org).- La Conferencia Episcopal de Costa Rica hizo público, el pasado 6 de julio, un «Pronunciamiento ante la alarmante realidad del narcotráfico en nuestro país», en el que afirma que la Iglesia no puede permanecer indiferente ante este flagelo.
 
En su comunicado, los pastores costarricenses indican: «en los últimos días hemos percibido un mayor flujo de información en torno al incremento de la narcoactividad en Costa Rica, tanto en el consumo, como en el tráfico de  la droga».
 
Al mismo tiempo, señalan que «se constata cómo nuestro país –por su privilegiada ubicación geográfica– dejó de ser un «corredor o pasillo» hacia el Norte, para convertirse en un eslabón más del nefasto negocio de distribución internacional, almacenamiento, venta y consumo local de drogas que, además de teñir de dolor y luto a cientos de familias costarricenses, se han constituido en generadores de ilegalidad, corrupción, violencia, criminalidad, desintegración familiar e inestabilidad social».
 
Antes que enfatizar las causas, ya de por sí conocidas o, simplemente, señalar culpables, afirman los obispos, «es nuestra responsabilidad como ciudadanos y como pastores de la Iglesia en Costa Rica, apoyar todas las iniciativas y las acciones que ataquen el problema desde su raíz pues, la Iglesia no puede permanecer indiferente ante este flagelo que está destruyendo a la sociedad, especialmente, a las nuevas generaciones». 
 
Expresan que hoy su preocupación se dirige especialmente en tres direcciones: la prevención,  el acompañamiento y el apoyo a las políticas gubernamentales para
reprimir esta pandemia.
 
En cuanto a la  prevención, insisten «en la educación en valores que deben guiar a las nuevas generaciones, especialmente el valor de la vida y del amor, la propia
responsabilidad, el valor del trabajo honesto y de la dignidad humana de los hijos de Dios».
 
Con respecto al acompañamiento, afirman, «la Iglesia, como Madre, está al lado de las víctimas de este flagelo para ayudarles a recuperar su dignidad y vencer esta
enfermedad».
 
Finalmente, sobre el apoyo a la erradicación del problema, «imbuidos del espíritu profético», denuncian «la criminalidad de los narcotraficantes que comercian con tantas vidas humanas, teniendo como meta el lucro y la fuerza en sus más bajas expresiones». 
 
En este sentido y, sin dejar de lado la responsabilidad que recae en todos los ciudadanos de luchar contra este mal, los obispos quieren reafirmar lo declarado en Aparecida: «Es responsabilidad del Estado –en primer término– combatir, con firmeza y con base legal, la comercialización indiscriminada de la droga y el consumo ilegal de la misma».
 
Recuerdan que Benedicto XVI, en su visita a Brasil, aprovechó el encuentro con jóvenes drogadictos en recuperación para llamar la atención de quienes han hecho del narcotráfico su modus vivendi: «Digo a los que comercializan la droga que piensen en el mal que están provocándoles a una multitud de jóvenes y de adultos de todos los segmentos de la sociedad: Dios se los va a cobrar. La dignidad humana no puede ser pisoteada de esta manera».
 
Sobre este particular, insisten en «la necesidad de aplicar coherentemente las normas existentes, a la vez de retomar el valor de la acción preventiva y reeducativa, especialmente, de nuestros niños y jóvenes».
 
«En una nación en la que, mayoritariamente, nos declaramos cristianos –añaden–, nuestra identidad y vocación nos debe llevar a anteponer los principios evangélicos a cualquier participación en una actividad que, por lucrativa que sea, claramente, denigra al ser humano y ofende gravemente a Dios».
 
De forma particular, en este mes en el que la Iglesia en Costa Rica centra su atención en la juventud, invocan «la especial protección de María, bajo la advocación de Nuestra Señora de los Ángeles para que, este sector tan importante de nuestra población, se decida a seguir la propuesta que Cristo les hace: vivir la auténtica libertad, mediante ‘La conversión: camino del joven hacia la vida’, que es el lema que hemos elegido».
 

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ZENIT Staff

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