El Monasterio de Santo Domingo de Silos expondrá la belleza de la vida monástica

Habla el padre Clemente Serna González, Abad de la Abadía benedictina de Silos

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SANTO DOMINGO DE SILOS, lunes, 4, diciembre 2006 (ZENIT.org).- El canto gregoriano transmite paz, y una paz verdadera. Lo explica Dom Clemente Serna, el abad del Monasterio de Silos, uno de los más conocidos del mundo por los discos de canto gregoriano de sus monjes.

El padre abad Clemente, que nació en 1946 y ingresó en la Abadía de Santo Domingo de Silos en 1960, explica a Zenit el nuevo proyecto de Silos de crear una exposición permanente sobre la vida monástica.

Para el abad, que es Doctor en Teología Patrístico Monástica por el Ateneo Pontificio de San Anselmo de Roma, «conocer mejor el monacato nos permite también conocer mejor nuestras propias raíces cristianas».

Dom Clemente Serna es Abad de Silos desde 1988. Actualmente es también vocal de la Junta de Gobierno de CONFER (Conferencia Religiosos Españoles) y de la Comisión Mixta de Obispos y Superiores Mayores en España. Su deporte favorito, cuenta a Zenit, es hacer grandes marchas.

–Silos quiere crear un museo. ¿Cómo surge esta iniciativa de divulgar el monacato?

–P. Abad Clemente: Silos ya cuenta en realidad con dos museos. Uno, instalado en el mismo monasterio, ofrece al visitante escogidas piezas medievales y renacentistas de Arte Sacro. El otro, más reciente, está instalado en el casco antiguo de la Villa de Silos. Ofrece al visitante un amplio muestrario de instrumentos musicales procedentes de los más variados países del mundo.

Por lo tanto, ahora lo que pretendemos es, ante todo, rescatar de la ruina un antiguo convento franciscano, que fue desamortizado en el siglo XIX. El edificio ya ha sido levantado en su totalidad por medio de una escuela-taller, en la que se formaron casi dos centenares de alumnos. Ahora se trata de completar las instalaciones.

Es en este ámbito donde está previsto montar una exposición permanente sobre el monacato.

–¿Por qué?

–P. Abad Clemente: Muy sencillo. No olvidemos que no se puede comprender Europa sin contar con la contribución del monacato. No en vano San Benito es Patrono de Europa.

Conocer mejor el monacato nos permite también conocer mejor nuestras propias raíces cristianas, valorando todo lo que, gracias a la fe cristiana, hoy en día es una realidad.

Por lo mismo, no sólo puede hablarnos de arte y belleza estática, dado que se trata de arte para ir hacia de Dios y para alabanza de Dios. Por lo tanto, es arte que brota naturalmente de la contemplación de la misma belleza divina.

Además, no podemos caer en el arqueologismo. De ahí surge el proyecto de convertir este hermoso y sereno lugar, en un centro de pensamiento. ¿Qué quiero decir con esto? Pues que personas de muy distintas procedencias, diversas también por su raza, lengua, ideología o religión, se reúnan para opinar abiertamente sobre todo cuanto es opinable, pero en un clima de paz y serenidad, de diálogo y escucha, desde un gran respeto al otro y contando con grandes espacios de silencio, que es la base de toda palabra eficaz.

Evitando rotundamente la crispación, los improperios, las imposiciones, los radicalismos o fundamentalismos, se trata de buscar cauces de entendimiento. Esto exige un notable esfuerzo por parte de todos los participantes, porque se trata de convivir y compartir desde nuestra misma dignidad humana.

Para ello será preciso tener muy claro que pretender imponer por la fuerza la propia opinión va frontalmente contra la dignidad humana. De ahí la importancia de encauzar el diálogo desde una actitud que propone y expone, pero no impone.

Para todo ello contamos firmemente con la Fundación Silos, la cual está muy sensibilizada con este proyecto.

–Un museo recuerda el pasado. ¿Qué es Silos hoy, además de su gloriosa historia?

–P. Abad Clemente: Sin historia, carecemos de raíces y sin raíces no podemos subsistir.

Lo cual no es sinónimo de añoranza, sino todo lo contrario. Nos exige empuje convencido en el noble proyecto de construir humanidad.

Para ello hay que obrar con rectitud de intención y con amplias miras, buscando siempre caminar por sendas de paz y justicia, de amor y perdón, de comprensión y compasión.

Lo cual nos involucra en el mismo proyecto que Dios nos ha marcado, regalándonos para ello el don de la libertad, el amor de la belleza y un gran entusiasmo, con el fin de caminar siempre en la gran tarea de llevar adelante el maravilloso proyecto divino.

Por lo tanto, hoy, como ayer, los monjes centramos nuestra jornada en Dios y su plan divino.

Por eso mismo, queremos vivir mecidos por la alabanza divina, la cual nos lleva hacia el encuentro personal con Dios y con los hermanos en Dios. De este modo nos sentimos naturalmente ciudadanos del mundo creado y redimido por el Señor.

Llamados, por lo mismo, a proclamar la grandeza del ser humano, la cual se manifiesta en verdad cuando sabemos convivir y compartir, comulgar y perdonar, porque nadie es perfecto y todos estamos necesitados.

–¿Qué es lo más bonito de la vida benedictina?

–P. Abad Clemente: Para mí toda ella es entusiasmante. Ahora bien, si usted quiere que indique sólo una cosa, diré que lo más bello es poder ritmar el tiempo de cada día al son de la alabanza divina y del servicio a los hermanos.

–Se han hecho famosos mundialmente por el canto gregoriano. ¿Qué diría a quien piensa que es un canto del pasado?

–P. Abad Clemente: Si le he de ser sincero, no es precisamente la fama lo que nos interesa, pues pertenece al mundo de lo efímero, caduco y fútil.

En relación con el canto gregoriano, en Silos lo seguimos utilizando por la sencilla razón de que tiene un contenido increíblemente rico, bello y elocuente.

No olvidemos que es el canto oficial de la Iglesia latina. Es un canto orante, que no está sólo vivo y es actual, sino que también está tremendamente cargado de esperanzas y súplicas, de alegrías y sufrimientos de cientos de generaciones creyentes que se han servido de este canto orante para dirigirse, llenos de fe, a Dios Padre y Madre de la humanidad entera.

Es también un canto que transmite la paz que el mundo no puede darnos. La paz que nadie puede robarnos, la cual tiene su origen en el mismo corazón de Dios y en Dios la vivimos para alabanza de su gloria y bien de la entera humanidad.

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ZENIT Staff

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