El papa Francisco visitará el miércoles 24 de julio en Brasil, el Santuario de Aparecida. Un acto en el marco de la Jornada Mundial de la Juventud, que fue un deseo específico del santo padre. Ante la imagen de Nuestra Señora Aparecida pedirá por los millones de jóvenes reunidos en la JMJ de Río y por la juventud de todo el mundo. El amor del papa Francisco a María ha plasmado y marcado su pontificado desde el primer día, con la visita a la basílica romana de Santa María la Mayor.
El 24 de julio, el santo padre desde la Residencia Sumaré en Río de Janeiro se trasladará por la mañana en helicóptero al santuario de Nuestra Señora de la Concepción de Aparecida, donde primero irá al camarín de la Virgen para rezarle en intimidad y después celebrará la Santa Misa de manera privada. Almorzará con los obispos y los seminaristas de la provincia en el Seminario del Buen Jesús de Aparecida. Por la tarde regresará a Río de Janeiro para visitar el hospital de San Francisco de Asís de la Providencia, especializado en la recuperación de jóvenes drogodependientes.
No solo cabe destacar el vínculo del papa Francisco con Aparecida por su devoción a la Virgen, sino también por el importante documento que allí fue redactado en el 2007. La ocasión fue la Quinta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, inaugurada por el papa emérito Benedicto XVI en su viaje a Brasil. El entonces cardenal Bergoglio tuvo un rol fundamental en la confección del documento final, al ser elegido por los demás obispos como presidente de la comisión que dirigió la constitución del documento. Tal es la importancia de este documento, que el ahora papa Francisco suele entregarlo a mandatarios latinoamericanos, con el objeto de que sean coprotagonistas de un nuevo orden social en Latinoamérica, basado en la dignidad del ser humano y la justicia.
El Consejo Episcopal Latinoamericano
La Jornada Mundial de la Juventud será también una ocasión para que el santo padre se reúna con la comisión del CELAM, el último día antes de volver a Roma. Ya a finales de abril la delegación de la presidencia del Consejo Episcopal Latinoamericano tuvo ocasión de reunirse con el santo padre en el Vaticano, en ocasión de la visita anual que el CELAM realiza a la Santa Sede.
El actual presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano es el arzobispo de Tlalnepantla (México), Carlos Aguiar Retes. Los dos vicepresidentes de este ente son el cardenal Rubén Salazar Gómez (arzobispo de Bogotá, Colombia) y monseñor Dimas Lara Barbosa (arzobispo de Campo Grande, Brasil); el secretario general es monseñor Santiago Silva Retamales (obispo auxiliar de Valparaíso, Chile); el administrador es monseñor Carlos M. Collazzi Irazabal (obispo de Mercedes, Uruguay); y el secretario general adjunto es el padre Leónidas Ortiz Losada.
Devoción a Nuestra Señora de Aparecida
La devoción a Nuestra Señora de la concepción Aparecida, más conocida como «Nuestra Señora de Aparecida» tiene un carácter muy especial. Surgió cuando un grupo de pescadores, después de varios intentos infructuosos, pidieron la intercesión de la Virgen María y en lugar de pescado, encontraron una pequeña imagen de Nuestra Señora de la Concepción hecha en terracota. El título de «Aparecida» viene del verbo «Aparecer» porque fue en un momento de gran necesidad cuando los pescadores la encontraron y se dieron cuenta de que este hecho indicaba una señal de la intercesión de la Virgen. La imagen tenía un color oscuro y ennegrecido por el tipo de material en que estaba hecha y también por el hecho de estar perdida dentro del río.
Este milagro ocurrió en la segunda mitad de octubre del año 1717, cuando el conde de Assumar y gobernador de la capitanía de São Paulo y Minas de Ouro, Don Pedro de Almeida, iba pasando por la ciudad de Guaratinguetá, ubicada en el Valle de Paraíba, durante un viaje hasta Vila Rica. Los habitantes de Guaratinguetá decidieron celebrar una gran fiesta en honor de Don Pedro de Almeida y aunque no era buena época para la pesca, ellos arrojaron sus redes al río Paraiba, en un intento de conseguir algo de pescado para el evento.
Los Pescadores Domingos Garcia, João Alves y Filipe Pedroso oraron pidiendo la intercesión de Nuestra Señora. Después de varios intentos, fueron río abajo hasta que llegaron al puerto Itaguaçu. Cuando estaban a punto de abandonar la pesca, João Alves lanzó su red otra vez y en lugar de pescado, recogieron el cuerpo de una imagen de Nuestra Señora de la Concepción, pero sin la cabeza. Con el lanzamiento de la red de nuevo, recogieron también la cabeza, que encajaba perfectamente en el cuerpo de la imagen.
Después de haber recuperado las dos partes, la imagen de la Virgen Aparecida se colocó tan pesada que ellos no podían moverla. Los pescadores sacaron tantos peces que se vieron obligados a regresar al puerto, pues casi se hunden las embarcaciones. Este fue el primer milagro atribuido a Nuestra Señora Aparecida. Durante 15 años, la imagen se quedó en la casa de Filipe Pedrosa, pero la multitud de personas que iban a orar y pedir la intercesión de Nuestra Señora Aparecida creció tanto que se hizo necesario trasladarla a una capilla privada. En 1834, comenzó la construcción de la antigua basílica que fue inaugurada el 8 de diciembre de 1888.
El 8 de septiembre de 1904, la imagen fue coronada con una corona de joyas donadas por la princesa Isabel y vestida con una túnica, bordada en oro y piedras preciosas, reconociendo así su realeza y poderosa protección. Después de la coronación el santo padre concedió al santuario de Aparecida: Oficio y misa propia en honor de Nuestra Señora Aparecida y indulgencias a los peregrinos que visitan el santuario.
El 29 de abril de 1908, la iglesia recibió el título de basílica menor, sagrada el 5 de septiembre de 1909. El 17 de diciembre de 1928, la población que se había formado alrededor de la iglesia en lo alto del morro dos coqueiros, se convirtió en un municipio, tomando el nombre de Aparecida. Nuestra Señora de la concepción Aparecida, fue proclamada Reina y Patrona de Brasil el 16 de julio 1930, por decreto del papa Pío XI. Con el enorme crecimiento de los peregrinos, surgió la necesidad de un lugar más grande para la multitud de fieles. En 1955 comenzó la construcción de la Basílica Nueva. El 4 de julio de 1980, el papa Juan Pablo II, durante su visita a Brasil, consagro la Basílica de Nuestra Señora de Aparecida y la declaró el mayor santuario mariano del mundo.
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