Irlanda: La fiebre aftosa estropea la fiesta de San Patricio

Medidas de los obispos para evitar la epidemia

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DUBLÍN, 4 mar 2001 (ZENIT.org).- Ante el peligro que supone para la economía y sociedad de la República de Irlanda una posible epidemia de fiebre aftosa, los obispos se han sumado a una serie de medidas que darán un tono triste a las celebraciones de San Patricio.

El arzobispo Sean Brady, presidente de la Conferencia Episcopal, ha dirigido un mensaje a todos los obispos irlandeses en el que pide una respuesta de la Iglesia católica que, en caso de que lo pidan las autoridades, podrían incluir la posibilidad de no celebrar la misa los domingos, para evitar la expansión de la enfermedad.

En estos últimos días Gran Bretaña ha sido testigo de las lágrimas de familias enteras de ganaderos arruinadas. Muchas han heredado sus granjas de padres a hijos y ahora se ven obligados a cerrar las puertas. Junto a los ganaderos, cierran también actividades que giraban en torno a esta actividad: restaurantes, atracciones turísticas, etc.

En la República de Irlanda, altamente dependiente de la actividad pecuaria y donde no se han reportado casos de fiebre aftosa, quinientos policías y mil militares patrullan la frontera para evitar el paso de animales provenientes de Irlanda del Norte. Todos los actos deportivos y muchos festejos sociales han sido ya cancelados en Irlanda, incluidas las festividades por el Día del santo irlandés (17 de marzo), que atraen cerca de medio millón de personas.

La reacción del presidente de la Conferencia Episcopal Irlandesa tiene lugar tras haberse entrevistado con el ministerio de la Agricultura y Alimentación de la República de Irlanda y con el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural de Irlanda del Norte.

El arzobispo urge, en primer lugar, a los sacerdotes y a la gente a tomar nota y poner en práctica cuidadosamente los avisos, regulaciones y restricciones emanadas por las autoridades civiles y locales, y el gobierno local.

En segundo lugar, las parroquias, especialmente en áreas rurales, deberían instituir equipos de desinfección en las entradas de las iglesias y escuelas.

El arzobispo explica que estas medidas, además de proteger de la expansión de la enfermedad educarán también y «animarán a nuestra gente a tomar medidas similares en sus propias áreas de responsabilidad».

Donde el clero local lo considere prudente y necesario, las liturgias parroquiales, reuniones y otras celebraciones deberían ser diferidas o canceladas.

La cancelación de las misas dominicales, es, por supuesto, dice el arzobispo Brady, asunto de cada obispo. En las áreas donde se ha confirmado un brote de la enfermedad o se sospecha, y donde se considera esencial cancelar las misas dominicales, debería estar claro que los fieles están eximidos de su «obligación dominical» y no deberían viajar a parroquias cercanas para la misa dominical.

«Animamos, en este tiempo de crisis, a nuestros sacerdotes y pueblo a expresar su solidaridad con la comunidad de ganaderos a través de la oración y el ayuno –concluye el presidente del episcopado–. En especial, deberíamos todos rezar para que nuestro país puede librarse de una posible epidemia de fiebre aftosa».

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ZENIT Staff

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