(ZENIT – 28 enero 2019).- El prelado del Opus Dei, D. Fernando Ocáriz, no ha querido faltar a la gran cita de los jóvenes católicos del mundo, la Jornada Mundial de la Juventud, celebrada en Panamá, del 22 al 27 de enero de 2019.
Cerca de 100.000 peregrinos de otros países, procedentes de los 5 continentes, y unas 500.000 en algunas ocasiones, como en las celebraciones del Via Crucis o la Misa en Envío, se han congregado en Ciudad de Panamá estos días, expectantes al encuentro con el Papa Francisco, quien llegó al país centroamericano el miércoles 23.
Catequesis del prelado
El prelado del Opus Dei ofreció una catequesis para jóvenes del mundo, principalmente de la prelatura, el viernes, 25 de enero de 2019, en el Hotel Panamá, a la que asistieron 900 chicos y 1.200 chicas. El Opus Dei fue fundado por San Josemaría Escrivá de Balaguer, en 1928 en España. Está presente en 68 países.
Mons Fernando Ocáriz participó en el Via Crucis, que presidió el Santo Padre el viernes, en el Campo de Santa María la Antigua, en Cinta Costera, también en la Eucaristía de consagración de la Catedral Santa María la Antigua, en el Casco Antiguo de la ciudad, y en la Vigilia y Misa de Envío, sábado y domingo, en el Campo San Juan Pablo II, situado en Metro Park, a las afueras de Ciudad de Panamá.
El sacerdote argentino Claudio Caruso, participante en la histórica cita mundial de Panamá, ha entrevistado al Prelado, Mons. Fernando Ocáriz, en exclusiva para Zenit. A continuación pueden leer la entrevista:
***
En el debate público, a veces parece que se presente la religión como algo del pasado, anticuado. ¿Cuál le parece que es el mejor camino para mostrar a los jóvenes que la felicidad está en centrar su vida en imitar a Cristo?
Quizá esa percepción nazca de una visión del cristianismo como un elenco de preceptos y obligaciones, o como la conmemoración de eventos del pasado. En cambio el cristianismo es un encuentro personal de amor, con Jesucristo; un amor que devuelve el sentido profundo a la vida. Ciertamente, en el debate público, algunos presentan la religión como algo trasnochado; sin embargo, vemos en nuestros días a mucha gente sedienta de paz, de felicidad, sedienta de Dios. El actuar de Dios en el mundo es silencioso, se da en la intimidad de las personas, en la relación personal. Pienso que el testimonio de ese encuentro personalísimo con Jesucristo, junto con la profunda alegría que produce, es un buen camino para que los jóvenes —y cualquier persona— pueda descubrir la felicidad de una vida con Cristo. Así ha sido desde los primeros pasos del cristianismo, como escribió san Juan: “Nosotros hemos conocido y creído en el amor que Dios nos tiene”.
¿Cómo mostrar, testimoniar y contagiar las virtudes y la persona de la Virgen María, Reina de la paz a los jóvenes de hoy?
Aunque son pocos los pasajes del Nuevo Testamento donde encontramos explícitamente a la Virgen María, una lectura pausada y meditada de esos textos puede enseñarnos el modo de ser de nuestra Madre. Con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud, el Papa Francisco propone a los jóvenes el «sí» de María a la invitación de Dios: «He aquí la sierva del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38). Un «sí» que implica una actitud de escucha al querer de Dios, una determinación de ponerse a su servicio y al de los demás. La Virgen María es madre, es nuestra Madre. Aprenderemos de ella tratándola. En uno de sus libros, san Josemaría aconseja tener una experiencia personal, particular, del amor materno de María. Daba este consejo: «No basta saber que Ella es Madre, considerarla de este modo, hablar así de Ella. Es tu Madre y tú eres su hijo; te quiere como si fueras el hijo único suyo en este mundo. Trátala en consecuencia: cuéntale todo lo que te pasa, hónrala, quiérela. Nadie lo hará por ti, tan bien como tú, si tú no lo haces».
¿Cómo ayudar a los jóvenes a no desalentarse antes las faltas de unidad entre los católicos o ante ciertas noticias, a veces escandalosas, que tienen por protagonistas a pastores de la Iglesia? ¿Cómo hacer para no perder la paz y transmitir serenidad y esperanza?
En otras ocasiones he recordado que nos puede ayudar considerar que la Iglesia no es solo el conjunto de los hombres y mujeres que a ella nos hemos incorporado sino, sobre todo, como explicaba san Josemaría, es «Cristo presente entre nosotros; Dios que viene hacia la humanidad para salvarla, llamándonos con su revelación, santificándonos con su gracia, sosteniéndonos con su ayuda constante» (Es Cristo que pasa, n. 131). Aunque nosotros, los hombres y mujeres que formamos parte del Pueblo de Dios, nos equivoquemos y erremos, Dios está con nosotros, en su Iglesia.
Ante estas dificultades, que son evidentes a los ojos de todos, el Papa Francisco invitó a todos los católicos, en el mes de octubre, a recitar diariamente el Rosario durante ese mes, acabándolo con la invocación Sub Tuum Praesidium, y con la oración a San Miguel Arcángel. Y este sería un segundo aspecto fundamental: ofrecer oración y penitencia es un modo estupendo de amar más y más a la Iglesia y al Papa.
Usted está hablándonos mucho e instándonos a pedir luz para ver y fuerza para querer, ¿cómo podemos ayudar a canalizar el entusiasmo de los jóvenes y conducirlos a soñar alto?
Efectivamente, las Jornadas Mundiales de la Juventud son una demostración de la alegría que caracteriza a los jóvenes con ideales, una alegría que logran contagiar a toda la Iglesia. El Papa les animaba a transmitir ese entusiasmo con su famoso: «¡Hagan lío!». Es, por tanto, una cosa positiva.
Al mismo tiempo, cada joven necesitará ayuda para que estas jornadas en Panamá no queden como un acontecimiento aislado en sus vidas, sino que enciendan en cada uno el deseo de profundizar en el verdadero origen de esa alegría, que es Jesucristo. La vida ordinaria -con sus momentos buenos, menos buenos e indiferentes- puede parecer árida, un desierto para quien solo enciende su fe en momentos de entusiasmo. En cambio, san Josemaría nos recuerda que: «Allí donde están vuestros hermanos los hombres, allí donde están vuestras aspiraciones, vuestro trabajo, vuestros amores, allí está el sitio de vuestro encuentro cotidiano con Cristo».
Los jóvenes viven sus vidas con mucha intensidad, por eso a veces pueden encontrar dificultades para «ver» a Cristo que les acompaña. Un consejo sencillo y práctico puede ser que lean cada día el Evangelio unos minutos. Si no tienen esa costumbre, pueden empezar con el Evangelio de san Marcos, que es breve y directo. Esos minutos pueden tener un gran efecto en su vida.