La población argentina presencia una ofensiva legislativa contra la vida

Según denuncia el obispo de la diócesis de Nueve de Julio

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NUEVE DE JULIO, 10 diciembre 2002 (ZENIT.org).- El avance legislativo en Argentina sobre cuestiones relativas a la vida humana y a la familia es una «verdadera ofensiva» que apunta a realizaciones sociales y políticas», cuyas manifestaciones progresan en gravedad y extensión.

Así lo constató el obispo de la diócesis argentina de Nueve de Julio, monseñor Martín de Elizalde OSB, advirtiendo de la importancia de que los cristianos y las personas de buena voluntad tomen conciencia de esta realidad, según recoge la agencia AICA.

En un mensaje titulado «Acerca de algunos proyectos legislativos sobre la familia y la vida humana» –fechado el 30 de noviembre–, el prelado explica que «esta ofensiva alcanza a sectores cada vez más amplios, empleando para ello las atribuciones del Estado en materia de salud y los recursos públicos, que deberían usarse para atender las necesidades genuinas de la población».

Como resultado, se atenta «contra la justicia, por un uso desequilibrado de los escasos medios económicos con que cuentan las instituciones públicas; se imponen a las conciencias, sin la debida información, conductas y opciones que terminan siendo irreversibles; se fomenta, frente a la vida y a las actitudes morales, una concepción materialista y biologista, sin tener en cuenta la dimensión espiritual de la persona humana», recoge el mensaje.

«A finales de octubre –constata monseñor De Elizalde– el Congreso aprobó un proyecto de ley sobre la salud reproductiva, que contó con el decidido apoyo de la esposa del presidente de la República, y que, de manera disimulada, abre la puerta al aborto en las instituciones públicas de salud».

«Proyectos semejantes se están tramitando en la Legislatura provincial, y hasta ha habido Concejos deliberantes que se han incorporado a estas iniciativas», añadió.

Raíz de la legislación contra la vida
«Ya nos hemos acostumbrado, por la insistencia y la gradualidad con que fueron propuestas, a las acciones tendientes a una mal llamada “educación sexual”, que se limita a las funciones genitales, quitando al sexo su característica humana que es justamente la existencia del amor y de la conciencia formada», denuncia el obispo de Nueve de Julio.

«También ha entrado en las costumbres de los jóvenes, con la insistencia de los adultos y su permisividad, una práctica sexual que no puede ser orientada ya por una doctrina que forme el carácter y la afectividad –continúa–, sino tan sólo limitada en sus efectos reproductivos con la promoción de los anticonceptivos, sin reparar incluso en llegar hasta los medios abortivos».

La introducción del divorcio vincular no logró resolver la crisis de la familia ni la gran inestabilidad de los vínculos entre los esposos, «que redunda muchas veces en el abandono o descuido de los hijos», añade monseñor de Elizalde.

No es extraño que la introducción de estas costumbres «lleve a la indiferencia frente a consecuencias aún más graves, como son el asesinato que representa el aborto y la profunda depreciación de la familia y de la procreación, que es un verdadero asesinato social, un crimen contra el futuro de nuestras familias y la felicidad genuina de los jóvenes», explica el prelado.

Según acusa el obispo, se ha dicho y publicado que hay que difundir aún más los anticonceptivos para evitar la muerte de los hijos no deseados o aquellos cuyos padres no puedan criar. Para el prelado, se intenta excusar la desidia oficial con la falta de información de los métodos de procreación de «esas madres que han sido llevadas a una condición marginal por la misma sociedad que ahora hipócritamente se conmueve».

Recuperar principios e introducir cambios
Sólo una recuperación de «los sanos principios del Evangelio será la condición para renovar en sentido positivo la triste realidad que contemplamos –propone el prelado–. No podemos lamentarnos de los desastres que nos afligen si no ponemos remedio a las causas que las provocan y que son producidas por la misma sociedad».

«Este cambio –exhorta– tiene que nacer en las conciencias bien formadas y que aman el bien, y nuestro deber como cristianos es anunciar la verdad y vivir conforme a ella, examinándonos en la presencia de Dios para conocer en qué nos hemos apartado del buen camino».

Finalmente, monseñor de Elizalde hace un serio llamamiento a los fieles católicos –especialmente a los que tienen responsabilidad y trabajan en el campo de la salud y en el ámbito de la promoción familiar– para que contribuyan a salvaguardar los valores de la vida y de la familia.

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ZENIT Staff

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