(ZENIT – 26 febrero 2019). Por desgracia, Chile ha estado en el foco de todos los medios cabecera en los últimos años, especialmente en enero de 2018, cuando el Papa visitó el país, y en torno a la histórica «renuncia» masiva de los 32 obispos, durante el encuentro en Roma con el Santo Padre, que más bien consistió en «dejar nuestros cargos en las manos del Papa», aclara Mons. Fernando Ramos, secretario general de la Conferencia Episcopal de Chile (CECh).
En el marco del Encuentro sobre ‘La Protección de los Menores en la Iglesia’, celebrado desde 21 al 24 de febrero de 2019, Zenit ha entrevistado en exclusiva al administrador apostólico de la diócesis de Rancagua, en Chile, que cuenta con alrededor de un millón de fieles.
Ramos participó en la reunión con el Papa Francisco el 14 enero de 2019 para trasladarle al Santo Padre cómo están llevando a cabo el proceso de renovación de la Iglesia en el país, tras la ola de violencia a menores por parte de sacerdotes y religiosos, registrados desde los años 80.
En noviembre de 2017, Luis Fernando Ramos fue elegido como Secretario General por un período de tres años, y el 28 de junio, el Papa lo nombró administrador apostólico sede vacante et ad nutum Sanctae Sedis de la diócesis de Rancagua.
A continuación, sigue la primera parte de la entrevista completa, realizada por Zenit al obispo chileno Fernando Ramos.
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ZENIT: El problema de los abusos en Chile lleva latente muchos años, y en muchos casos, se sabía. Por qué cree usted que, siendo algo tan generalizado en la Iglesia, ¿no se detuvo antes?
Mons. Fernando Ramos: Yo creo que hay varias razones. La Iglesia Chilena, en términos institucionales, no estaba preparada porque no se entendía la dinámica del abuso sexual. Primero, no se entendía la dinámica del abuso sexual, ahora la entendemos, nos ha ayudado gente que sabe… Y quizás en esa época, a nivel de sociedad no se sabía mucho.
El creer que este era un problema solamente personal, de una persona en concreto. De que se había cometido un pecado, o un error. Bueno, démosle otra oportunidad. Nuevamente, el desconocimiento, la lógica del funcionamiento del abuso.
En tercer lugar, el mantenerlo callado, digamos, el no compartirlo con otros, el creer que era un hecho particular.
Y después, esto nos ha generado una pregunta: Preguntarnos acerca de la formación sacerdotal o de las personas que accedieron a la vida consagrada sea como religiosos o sea como sacerdote diocesano, parece que hubo muchas lagunas en los procesos formativos. Entonces accedió gente que no se debería haber sido ordenada o consagrada.
Z: ¿Piensa que se deberían implementar algunas puntos para mejorar la formación de los seminaristas o personas que se quieran consagrar?
M. FR: Yo fui rector del Seminario de Santiago, fui presidente de los seminarios de Chile, y este tema lo empezamos a reflexionar en el 2010 profundamente y que se han incorporado dentro de los procesos formativos muchos de estos elementos que ayudan a entender el fenómeno del abuso sexual y también una formación humana en profundidad, pero es un tema que siempre se está evaluando, es un tema que requiere estar evaluando.
Z: ¿Cómo se está acompañando a las víctimas la Iglesia chilena?
M. FR: Hay varias situaciones. Cada víctima tiene una situación propia que ha vivido de mucho dolor y de mucha incomprensión, que han experimentado una confianza traicionada por un ministro de la Iglesia. Se han abierto varias posibilidades. Eso depende un poco de la situación de cada víctima, de lo que está disponible. En algún caso se ha ofrecido acompañamiento profesional, en otros casos, otro tipo de apoyo. Eso más bien es un camino que estamos haciendo y que depende un poco de los requerimientos de cada uno, de las víctimas.
Z: El Papa pidió que se reunieran con algunas víctimas de abusos eclesiales, a ser posible, antes de venir al encuentro. ¿Ha tenido usted la ocasión de hacerlo?
M. FR: Sí, me reuní con 6 víctimas de abusos sexuales que han vivido en la Iglesia. Ha sido cada momento de gran impacto escuchar su relato. Relatos de mucho dolor, algunos de esas situaciones vividas hace mucho tiempo, pero que sigue el dolor presente, de mucha incomprensión. Y cada uno lo ha vivido de forma distinta aunque las consecuencias sean bastante parecidas, aunque para uno lo que surge es un gran respeto, una gran consideración y un gran cariño por estas personas que con mucho respeto han querido compartir lo que han vivido que ciertamente es muy doloroso.
Z: Ustedes, todos los obispos de Chile, dejaron en mayo de 2018 sus cargos en manos del Papa Francisco. Esta “renuncia” tiene un plazo de validez de 3 meses, según el derecho canónico. Hasta la fecha son 7 los obispos que ha «movido» el Santo Padre. ¿Es presumible que el Papa siga removiendo obispos?
M. FR: Sí, eso fue una renuncia escrita que ya se cumplió. Nuestra disponibilidad está siempre en sus manos y así se lo manifestamos cuando vinimos nuestra plena disponibilidad y el Papa pero yo creo que los grandes movimientos que pensaba hacer los hizo ya.
El único movimiento que sabemos que tiene que hacerse es el sucesor de monseñor Ezzati, porque ya pasó dos años de la edad límite. Es un hecho evidente que tiene que cambiar.
Yo llegué como administrador apostólico de Rancagua y estoy trabajando como si fuera el obispo, en el sentido de que no me limito, hay que hacer muchas cosas, hay que dar ciertas orientaciones de más largo plazo… Y si mañana me sacan, me sacan. Pero no estoy pensando en que me voy a quedar un día o dos días. Es una diócesis muy grande, alrededor de 1 millón de habitantes, hay muchas parroquias y muchos pueblos, es todo súper abundante. Además cuando uno llega, tiene que aprender a conocer las personas, las circunstancias, las historias…
Z: ¿Qué requisitos deberían cumplir los nuevos obispos para su designación?
M. FR: Ese es un proceso que se hace bastante largo, que lo encabeza la nunciatura de cada uno de los países y hay requisitos de orden doctrinal, de orden pastoral y de orden disciplinar que tienen que cumplirse. Hoy en día, yo creo que es fundamental que aquellas personas que accedan al episcopado en toda la Iglesia deban tener al menos una clara comprensión del fenómeno de los abusos sexuales y de cómo tienen que ser enfrentados.
Z: Estas medidas suponen una renovación para la Iglesia de Chile. Usted ha hablado de esperanza. ¿Viven los fieles chilenos en un clima de esperanza?
M. FR: Los fieles lo viven de distintas formas, hay grupos que son muy críticos, hay grupos que están muy molestos por lo que se ha vivido en la Iglesia y es evidente que ha sido una crisis muy grande… y produce gran indignación. Hay otros que también están muy molestos pero que prestan su colaboración para que podamos seguir progresando en este tipo de temas. Y también, en Chile he visto que unos más, otros menos, unos sectores más, otros sectores menos, esto no es homogéneo, sí hay un grupo de laicos que han tomado muy en serio esta situación y sienten la Iglesia como algo propio, ellos quieren participar y quieren colaborar a superar este tipo de problemas y este tipo de delitos.
Entonces yo diría que hay una amplitud de expresiones bastante amplia y que se han ido generando varias corrientes o ámbitos de reflexión bastante importantes que ciertamente van a enriquecer bastante a la vida de la Iglesia.
Z: ¿Qué medidas concretas cree usted necesarias para la renovación de la Iglesia en Chile?
M. FR: Evidentemente, yo creo que hay aspectos que están directamente relacionados con el tema de los abusos sexuales, es decir, que todos los casos que son denunciados, que se investiguen bien, que se lleguen a conclusiones, que se hagan de acuerdo con la verdad de los hechos, y que se haga justicia.
Segundo, que haya una atención a las víctimas, que podamos acercarnos a ellas y poder hacerles sentir que también hay una preocupación por ellos. No siempre lo hemos logrado hacer, y eso a veces es complicado, es difícil.
También, pero en un ámbito más grande, yo creo que este Papa, en forma particular, ha insistido mucho en la importancia de la sinodalidad y la colegialidad en la vida de la Iglesia. La Iglesia la componemos todos los bautizados, y una de las razones que explican por qué es posible que se llegue a condición de abusos sexual o de conciencia o de poder, es cuando hay algunos miembros de la Iglesia, especialmente algunos ministros sagrados, que se apoderan de una condición –lo que el Papa llama el clericalismo– que lleva a producir este tipo de abusos. Esto tiene que ser contrastado con la participación de todos los miembros y todos los bautizados, de sentirse parte de esta Iglesia, y que también, no haya algunos que asuman un poder o una facultad que nadie se la ha dado, y que produce tanto daño. Entonces yo creo que ahí hay un camino de participación, de corresponsabilidad que todavía podemos dar muchos más pasos en la Iglesia de Chile.
Esto es un aspecto contextual, de poder seguir avanzando en que todos nos podemos sentir responsables de la vida de la Iglesia, no solamente el caso concreto del abuso, en otras dimensiones.
Z: En Chile, usted mismo dijo que “se está pasando de un catolicismo cultural a uno más personal”. Además del problema de los abusos, ¿cuáles cree que son las causas?
M. FR: Yo diría que el tema de los abusos ha tenido un efecto catalizador, ha acelerado el proceso, pero el proceso de fondo es mucho más profundo que tiene que ver con una secularización y con una implantación de una cultura mucho más individualista, mucho más mercantilista, mucho más secularizada, que tiene ribetes muy similares a lo que pasa en Europa occidental, en el sentido de que Chile es un país que… los países del “cono sur”, yo creo que Argentina, Uruguay… están muy, muy de cerca de los procesos que se están viviendo en Europa occidental, de secularización, entendiendo como tal un proceso en que lo religioso pierde relevancia en la vida personal, individual y cultural de una comunidad, de una sociedad. Y eso yo creo que se está viviendo muy fuerte en Chile y que se ha visto acelerado, tal vez, por estas cosas, pero que este proceso venía de antes y que es muy poderoso.
Por eso estamos pasando de este catolicismo que antes por el hecho de nacer en Chile –estoy hablando de hace 20, 30, 40 años–, que se decía “bueno, yo soy católico, soy bautizado”, pero ya en aquel entonces, la práctica religiosa era muy baja. Por consiguiente, ahora se está pasando a un catolicismo más personalizado en donde uno se dice católico porque tiene una relación con Cristo y se siente parte de la comunidad de creyentes, no simplemente por el hecho de haber nacido en un país.
Z: ¿Cuándo fue su última reunión con el Papa Francisco y qué le dijo?
M. FR: En enero estuvimos 3 horas con él. Fue un encuentro muy fraterno. Primero estuvimos en el Palacio Apostólico, estuvimos 1 hora ahí reunidos, y después, él mismo nos invitó a almorzar, estuvimos 2 horas. Bueno, el almuerzo es siempre un diálogo mucho más distendido… más informal. Hablamos de muchos temas, pero a nosotros nos pareció importante contarle un poco como ha sido el proceso que hemos llevado, cuales son las perspectivas hacia delante y siempre poniéndonos en la mayor comunión y cercanía a lo que es la voluntad del Santo Padre.
Z: ¿En qué les insistió el Papa en este encuentro personal?
M. FR: Lo notamos muy interesado y muy cercano a nosotros. Nos insistió en que la comunión es fundamental en la vida de la Iglesia. Es decir, que tenemos que tratar de trabajar lo más ampliamente y en comunión entre todos. Ese fue un elemento que lo mantuvo.
Otro elemento: una convicción de que, y en vistas al encuentro de ahora, de que este tema hay que seguir enfrentándolo decididamente.