Meditación para el octavo día de la Semana de la Unidad de los Cristianos

Los cristianos proclaman 
la esperanza en un mundo dividido 


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ROMA, domingo, 25 de enero de 2009 (ZENIT.org).-  Publicamos el comentario a los textos bíblicos escogidos para el séptimo día de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, el domingo 25 de enero.

El texto forma parte de los materiales distribuidos por la Comisión Fe y Constitución del Consejo Ecuménico de las Iglesias y el Consejo Pontificio para la promoción de la Unidad de los Cristianos. La base del texto ha sido redactada por un equipo de representantes ecuménicos de Corea.

Los cristianos proclaman 
la esperanza en un mundo dividido

Estarán unidas en tu mano

Ez 37, 1-14

Voy a abrir sus tumbas

Sal 104, 24-34

Renuevas la faz de la tierra

Ap 21, 1-5a

He aquí que hago nuevas todas las cosas

Mt 5, 1-12

Dichosos los que … 

Comentario

Os infundiré espíritu para que viváis. La fe bíblica se funda sobre la esperanza fundamental que la última palabra de la historia pertenece a Dios, y que la última palabra de Dios no es un juicio sino una palabra de vida que establece una creación nueva. Así como lo hemos visto en el curso de las meditaciones de los días precedentes, los cristianos viven en un mundo marcado por diferentes formas de división y de separación. Sin embargo, la Iglesia conserva una actitud de esperanza, anclada no en lo que el ser humano puede hacer, sino en el poder y el deseo fiel de Dios de transformar la división en unidad, el odio mortífero en amor generador de vida. Los coreanos todavía deben soportar las consecuencias trágicas de la división de su país, pero también en esta situación, la esperanza cristiana es muy fuerte.

La esperanza cristiana consigue sobrevivir en medio de grandes sufrimientos, porque nace del amor fiel de Dios que nos es revelado por la cruz de Cristo. La esperanza resucita de la tumba con Jesús, mientras que la muerte y las fuerzas de la muerte son vencidas; se difunde el día de Pentecostés por el envío del Espíritu Santo que renueva la faz de la tierra. Cristo resucitado es el comienzo de una vida nueva y auténtica. Su resurrección anuncia el fin del orden antiguo y pone las semillas de una nueva creación que será eterna, donde todos serán reconciliados en Él y Dios será todo en todos.

He aquí que hago nuevas todas las cosas. La esperanza cristiana comienza con la renovación de la creación, que lleva la intención original de Dios a su cumplimiento. En Apocalipsis 21, Dios no dice «hago nuevas cosas» sino «hago nuevas todas las cosas». La esperanza cristiana no significa una espera larga y pasiva del fin del mundo, sino el deseo de esta renovación que salió a la luz con la resurrección y Pentecostés. No se trata de la esperanza en una terminación apocalíptica de la historia que arrastra al hundimiento de nuestro mundo, sino de la esperanza en un cambio fundamental y radical del mundo que conocemos. El nuevo comienzo instaurado por Dios pone fin al pecado, a las divisiones y al finitud del mundo, y transforma la creación para que pueda participar en la gloria eterna de Dios.

Cuando los cristianos se reúnen para orar por la unidad, es la esperanza lo que les motiva y les sostiene. La oración para la unidad tiene una fuerza: la que brota de la renovación de la creación engendrada por Dios; su sabiduría es la del Espíritu Santo que sopla una vida nueva sobre los huesos secos y les devuelve vida; su autenticidad está en nuestra disponibilidad a abrirnos totalmente a la voluntad de Dios dejándonos transformar en instrumentos de la unidad querida por Cristo para sus discípulos.

Oración

Dios misericordioso, tú que siempre estás con nosotros en medio de nuestros sufrimientos y de nuestros tormentos, y que estarás hasta el fin de los tiempos. Ayúdanos a ser un pueblo profundamente lleno de esperanza, un pueblo que vive las bienaventuranzas y se pone al servicio de la unidad que tú deseas. Amén.

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ZENIT Staff

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