Padres Teatinos: “Crecer en santidad y testimonio”

Mensaje final del Capítulo General de la Orden

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ABÁRZUZA, jueves, 2 julio 2009 (ZENIT.org).- El Capítulo General  de los Clérigos Regulares Teatinos se ha celebrado por primera vez en la historia fuera de Roma, concretamente en el Monasterio de Santa María de Iranzu, Navarra, España, del 15 al 26 de junio.

Religiosos procedentes de Argentina, Brasil, Colombia, Estados Unidos, España, Italia y México integraron el Capítulo.

El arzobispo de Bahía Blanca, Argentina, monseñor Guillermo José Garlatti participó en los trabajos capitulares, invitado como perito especial, informa a ZENIT Ismael Correa Marín, secretario del Capítulo.
 
El padre Valentín Arteaga, reconocido escritor y poeta, nacido en Campo de Criptana (Ciudad Real) resultó elegido superior general por segunda vez consecutiva.
 
Las sesiones capitulares se abrieron con dos días de retiro espiritual en el que intervinieron el arzobispo de Pamplona-Tudela, monseñor Francisco Pérez González, y el laico José Pacheco Vera, de la Diócesis de Getafe.
 
El Capítulo General Teatino “Iranzu 2009” ha hecho público un mensaje fechado el 26 de junio que quiere hacer llegar a la Iglesia y al mundo.
 
En este mensaje, los participantes recuerdan  que “cuando el 14 de septiembre de 1524 san Cayetano de Thiene y sus compañeros emitían los votos sustanciales de la vida religiosa, no pretendían otra cosa que unirse en familia, viviendo en casas».

«No quisieron que se llamasen conventos o monasterios sino ‘casas’ con todo lo que conlleva de familia», explica el mensaje.

Allí vivían «compartiéndolo todo y fiándose de Dios dedicándose con sosiego, en comunidad y como comunidad, a las cosas de Dios, a la cura de almas, y a la atención a los más desheredados de la sociedad (Ospedali degli Incurabili)”.
 
Señalan que “fue un pequeño grupo de sacerdotes profundamente evangélicos, cuyo objetivo era vivir juntos, compartiendo cuanto les daba la Providencia».

Vivían una «búsqueda apasionada del Reino de Dios» como «sacerdotes auténticos, enamorados de Cristo y del anuncio de su Evangelio, a la manera de los Apóstoles que vivían ‘cor unum et anima una’ (Hch 4, 32)».

Eran un «pequeño grupo de sacerdotes, ‘piccola compagnia’, que, con humildad, se ponían al servicio de la Iglesia, dispuestos a ‘reformarse para reformar’”.
 
“Creemos, por eso, que sólo si somos fieles a la radicalidad evangélica de los inicios  podremos mirar al futuro con esperanza”, subrayan los firmantes.
 
Señalan que “mirando a Cristo que se ha hecho cercano a los hombres para devolverles la esperanza de la salvación,  (Cf. Flp 2,7) el Teatino desea hacerse cercano a cualquier hombre en su necesidad y ofrecerle su ayuda de compañero de viaje y padre por el Ministerio”.
 
Por este motivo el Capítulo, mientras se alegra por todas las realidades que en diversos lugares la Orden lleva adelante a favor de los más desfavorecidos, intenta con ilusión ofrecer su carisma a la Iglesia de Nigeria.
 
De manera especial, en estos momentos de crisis económica globalizada, se proponen “vivir más radicalmente la pobreza evangélica y hacer un compromiso, efectivo y afectivo, con el mundo de la pobreza”.
 
Sin olvidar “las otras pobrezas, las de los países saciados de bienes materiales quizás más escondidas, menos visibles pero, a veces, trágicas”.
 
Expresan su deseo de “hacer vida la cercanía que el mismo Cristo expresó en la sinagoga de Nazaret: ‘El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ungió, me envió a evangelizar a los pobres, a predicar a los cautivos la liberación y a los ciegos la liberación de la vista y libertar a los oprimidos’ (Lc 4, 18)”.
 
De manera especial, se sienten “cercanos a nuestros más jóvenes: aspirantes, novicios y juniores, ellos son nuestra esperanza y a ellos queremos dedicar nuestros mayores esfuerzos a lo largo de este sexenio”.
 
Se proponen “crecer en santidad y testimonio” como lo exige su consagración sacerdotal y religiosa.
 
Y concluyen con una esperanza: “Quisiéramos que se nos reconociese por aquello que somos y vivimos: ‘verdaderos sacerdotes del Evangelio, celebrantes partícipes de los misterios que celebramos, que damos importancia a la Palabra y a la liturgia».

Y «que salimos al encuentro de la gente con alegría y amabilidad; atentos a su sensibilidad, aportando sentido y armonía en nuestras comunidades cristianas y abiertos al presbiterio diocesano”.
 

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ZENIT Staff

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