Pescadores mexicanos sobreviven nueve meses a la deriva leyendo la Biblia

SAN BLAS, miércoles, 16 agosto 2006 (ZENIT.org).- Tres pescadores mexicanos que salieron el pasado 28 de octubre de 2005 a la captura de tiburón en las costas de Nayarit (Occidente del país), fueron encontrados el pasado martes 14 de agosto a 8 mil kilómetros de distancia de su punto de partida, en las inmediaciones de las Islas Marshall, en el extremo austral del Oceáno Pacífico.

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Las primeras noticias sorprendieron a todo México y en especial a los familiares de Lucio Rendón Becerra, Jesús Edmundo Vidaña y Salvador Ordóñez, a quienes daban por muertos. Incluso se había celebrado ya el novenario de difuntos, muy socorrido por la religiosidad popular mexicana.

Fueron rescatados con vida por un barco pesquero de atún de bandera taiwanesa, cuyo capitán ha dicho que estaba muy delgados, muy hambrientos pero en condiciones físicas aceptables, por lo que el pesquero continuará sus labores y hasta dentro de dos semanas llegarán a las Islas Marshall, que están bajo la administración de los Estados Unidos.

Prácticamente todos los periódicos y las radioemisoras de México han dado cuenta de este incidente, calificándolo como un «milagro» de supervivencia. Los pescadores atribuyen el «milagro» a que, en sus nueve meses que quedaron a la merced de las aguas, leyeron «en todo momento de la travesía» la Biblia que llevaban en la pequeña embarcación.

«Lo primero que haré al llegar a México –dijo Jesús Edmundo Vidaña al periódico Reforma– es visitar el templo de mi pueblo (Las Arenitas, en el estado de Sinaloa) para agradecerle a Dios el haberme devuelto la vida, porque volví a nacer».

El canciller mexicano Luis Ernesto Derbez declaró el 15 de agosto que el gobierno mexicano va a hacer todo lo posible para que –en dos semanas– los tres pescadores vuelvan a casa, corriendo con todos los gastos que se produzcan de este hecho.

En otra entrevista concedida a una emisora de radio mexicana, el pescador Vidaña dijo que la supervivencia había sido gracias a la ayuda de Dios Todopoderoso, quien les dio fuerzas para no perder esperanza.

En estos nuevo meses afrontaron períodos de hasta quince días sin comer. Se alimentaron de peces voladores, algunos peces que podían capturar con anzuelos y de aves. Bebieron de agua de lluvia.

«Tenemos muchos planes, queremos seguir pescando y esperamos con la ayuda de Dios que podamos hacerlo realidad», concluyó diciendo Jesús Edmundo Vidaña.

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ZENIT Staff

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