Santa Sede a la ONU: Defender la religión es promover dignidad y derechos

Intervención del observador vaticano monseñor Migliore

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NUEVA YORK, jueves, 12 noviembre 2009 (ZENIT.org).- El arzobispo Celestino Migliore, observador permanente vaticano ante Naciones Unidas, intervino en la 64 sesión de la Asamblea General de este organismo sobre el tema “Cultura de paz”. El prelado pidió defender la libertad religiosa, que es igual a promover la dignidad y los derechos humanos.

“El objetivo último de Naciones Unidas, en cuanto a buscar la comprensión y la cooperación interreligiosa, es saber comprometer a los estados y a todos los sectores de la sociedad humana a reconocer, respetar y promover la dignidad y los derechos de toda persona y de toda comunidad del mundo”, dijo el observador vaticano.

El prelado recordó que la cuestión de la religión y de la aportación de las religiones a la paz y al desarrollo se ha hecho en los últimos años “urgente e inevitable”, obteniendo por tanto nueva visibilidad en Naciones Unidas.

“Hace un siglo y medio, al principio de la revolución industrial, la religión se describía como el ‘opio de los pueblos’ –observó–; hoy, en el contexto de la globalización, es cada vez más considerada la ‘vitamina de los pobres’”.

La “aportación única” de las religiones y el diálogo y la cooperación entre ellas subyacen “en su misma razón de ser”, que es servir a la dimensión espiritual y trascendental de la naturaleza humana, explicó.

Del mismo modo, las religiones tienden a “elevar al espíritu humano, defender la vida, reforzar al débil, traducir los ideales en acciones, purificar las instituciones, contribuir a resolver desigualdades económicas y no económicas, inspirar a los líderes e ir más allá de la normal llamada al deber, permitir a las poblaciones alcanzar una realización más plena de su potencial natural y superar situaciones de conflicto, a través de la reconciliación, los procesos de construcción de paz y la curación de la memoria herida por la injusticia”.

Monseñor Migliore recordó que es muy sabido que en el curso de la historia individuos y líderes han “manipulado la religión”, y los movimientos ideológicos y nacionalistas han considerado las diferencias religiosas “una oportunidad para aliar un apoyo a la propia causa”.

Recientemente, “la manipulación y el uso incorrecto de la religión con fines políticos ha suscitado debates y deliberaciones de Naciones Unidas sobre el tema, poniéndolo en el contexto de los derechos humanos”.

En este panorama, el prelado recordó cómo es “profundamente sentida” la necesidad de “una visión coherente y un enfoque apropiado” de este fenómeno.

Por esto, ofreció algunas consideraciones para contribuir a “una interacción adecuada y eficaz de la religión y de las religiones con los objetivos y las actividades de Naciones Unidas”.

Como recordó el observador vaticano, “el diálogo interreligioso dirigido a indagar en las bases teológicas y espirituales de diversas religiones, con vistas a una comprensión y una cooperación recíproca, se está convirtiendo cada vez más en un imperativo, una convicción y un comportamiento efectivo entre las diferentes religiones”.

A este respecto, se mostró feliz de recordar el liderazgo asumido por la Iglesia Católica hace cuarenta años con la promulgación del documento conciliar Nostra Aetate para abrirse a las otras tradiciones religiosas.

Este empeño, reconoció, mira a “promover más respeto, comprensión y cooperación entre los creyentes de las diferentes denominaciones, impulsar el estudio de las religiones y favorecer la formación de personas dedicadas al diálogo”.

Un diálogo teológico y espiritual de este tipo, añadió, debe ser realizado “entre y por los creyentes”, adoptando “una metodología adecuada” y ofreciendo “la premisa y la base indispensable para aquella más amplia cultura del diálogo y de la cooperación que varias instituciones académicas, políticas, económicas e internacionales han lanzado en los últimos decenios”.

En este contexto, concluyó, la responsabilidad “específica y primaria” de las Naciones Unidas respecto a la religión es “debatir, dilucidar y ayudar a los estados a asegurar plenamente, a todo nivel, la implementación del derecho a la libertad religiosa”, como afirman muchos documentos de la ONU que incluyen “el pleno respeto y la promoción no sólo de la fundamental libertad de conciencia, sino de la expresión y de la práctica de la religión de cualquiera, sin restricciones”.

[Por Roberta Sciamplicotti, traducido del italiano por Nieves San Martín]

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ZENIT Staff

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