Santa Sede: la crisis alimentaria, primer desafío del mundo actual

Intervención del observador permanente vaticano ante la ONU

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NUEVA YORK, lunes, 19 mayo 2008 (ZENIT.org).- La cada vez más extensa crisis alimentaria es la emergencia y el desafío mayor que tiene que afrontar el mundo actual, denunció el arzobispo Celestino Migliore, nuncio apostólico y observador permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas.

Interviniendo el pasado día 16 de mayo en la 16 sesión de la Comisión sobre Desarrollo Sostenible del Consejo Económico y Social, durante el debate de alto nivel titulado «The way forward», el prelado expresó en primer lugar el dolor y la solidaridad de la Iglesia por las víctimas del tifón en Myanmar y del terremoto en China.

«Estos desastres y su impacto sobre la vida humana y sobre el desarrollo sostenible nos recuerdan nuestra importante responsabilidad, como líderes gubernamentales, de indicar la vía a seguir para hacer frente a las muchas cuestiones relativas al desarrollo y para encontrar medios para construir un futuro mejor», observó.

El mundo, subrayó el observador permanente, «está actualmente frente al desafío de afrontar este objetivo bajo forma de una crisis alimentaria global».

Según el arzobispo, esta crisis «revela la naturaleza delicada e interconectada de la agricultura, del desarrollo rural, de la reforma agrícola, de la sequía y de la desertización, y presenta una tarea desalentadora pero al mismo tiempo importante y urgente a los políticos y a la sociedad civil».

Muchos, observó, se preguntan sobre las verdaderas causas y sobre las consecuencias a medio y largo plazo de la crisis alimentaria y de sus tendencias fundamentales.

En este sentido, las Naciones Unidas «tienen una precisa responsabilidad y también un interés de credibilidad en proporcionar respuestas apropiadas con vistas a soluciones eficaces porque está en juego la capacidad de la humanidad de proporcionar comida».

Según el arzobispo Migliore, «la crisis alimentaria no debería medirse sólo por el aumento de los costes en los mercados internacionales, sino también por el coste físico, mental y espiritual de cuantos son incapaces de proveerse a sí mismos y a sus familias».

Invertir en programas agrícolas a largo plazo y sostenibles a nivel local e internacional, reconoció, «sigue siendo central para las perspectivas de desarrollo de muchas personas».

Estas inversiones «deben realizarse de modo que hagan frente a los precios de los productos alimentarios así como a la distribución y a la producción de alimentos en el mundo, sobre todo en África».

En vista de esto, hay que continuar sosteniendo los programas que permitan a los campesinos producir bienes alimenticios a nivel local, así como se deben realizar mayores esfuerzos para aliviar «los aspectos negativos de las mudables realidades ambientales y financieras».

«Las políticas agrícolas deben redescubrir la vía de la razón y de la realidad para equilibrar la necesidad de producción de alimentos con la necesidad de ser buenos administradores de la tierra –constató–. Hay que tener cuidado de hacer frente a las necesidades fundamentales de las personas y evitar la reducción del diálogo a extremos económicos y medioambientales interesados y guiados por motivaciones ideológicas».

El 70% de los pobres del mundo, recordó Migliore, vive en zonas rurales en las que sigue persistiendo la desnutrición crónica.

Este dato ilustra claramente que, al afrontar el desarrollo sostenible, se debe continuar concentrándose «no sólo en quienes consumen los bienes alimenticios sino también en quienes los producen».

Desde este punto de vista, son deseables mayores inversiones a favor de los pequeños agricultores que les permitan aumentar la producción de modo sostenible y representen «un importante elemento para hacer frente a la presencia continuada del hambre y de la desnutrición crónicas en ciertas regiones».

Si la actual crisis alimentaria es una amenaza inmediata al desarrollo, denunció, la sociedad debe seguir afrontando también otros «desafíos persistentes e inminentes», como el cambio climático, los subsidios agrícolas dañinos, el comercio equitativo, la degradación medioambiental y la reforma agraria.

«A través de una mayor solidaridad internacional y más preocupación por los más vulnerables en nuestras sociedades, podremos hacer frente a los desafíos inmediatos trabajando al mismo tiempo para asegurar que el progreso de hoy sea la piedra angular de un mañana más justo y seguro», concluyó.

Por Roberta Sciamplicotti, traducido del italiano por Nieves San Martín

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ZENIT Staff

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