Setenta mil jóvenes viven el fin de año en oración en Budapest

Concluye el encuentro ecuménico organizado por la Comunidad de Taizé

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BUDAPEST, 1 enero 2002 (ZENIT.org).- Los 70 mil chicos y chicas que participaron en el encuentro ecuménico organizado por la Comunidad de Taizé en Budapest se echaban este martes a los hombros la mochila para regresar a sus casas.

Durante cinco días, participaron en encuentros de oración y de reflexión en los que meditaron en la carta escrita por el fundador de la Comunidad, el hermano Roger, que llevaba por título: «Ama y dilo con tu vida».

El encuentro, fue inaugurado por él mismo el 28 de diciembre, junto al arzobispo de Budapest, el cardenal Laszlo Paskai, en el parque de exposiciones de Budapest, el HungExpo, haciendo un llamamiento al perdón.

«Lo que más impresiona del Evangelio es el perdón –confesaba el hermano Roger mientras sus palabras eran traducidas en veinte idiomas–. El hecho de perdonar puede cambiar el corazón de cada uno de nosotros, pues cuando perdonamos se aleja la dureza del corazón y se deja lugar a una bondad infinita».

Los 70 mil jóvenes eran católicos, ortodoxos y fieles de las comunidades cristianas surgidas de la Reforma protestante. En esta ocasión (el encuentro se celebra cada fin de año en una ciudad europea diferente), los más numerosos eran los muchachos y muchachas procedentes de los países de los Balcanes, algunos de ellos víctimas en el reciente pasado del odio étnico e incluso religioso.

La acogida corrió a cargo de doscientas parroquias de la capital, cuyos locales, así como escuelas y otros lugares públicos se convirtieron en dormitorios para los jóvenes que traían sus sacos de dormir.

Juan Pablo II se hizo presente en el encuentro con un mensaje en el que invita a los muchachos «a ser «vigías de la mañana» en esta hora particular en el que el mundo, dividido y preso de la violencia y el miedo, busca signos de esperanza».

«La presencia de jóvenes del mundo entero, reunidos en la oración y la concordia, da testimonio de la profunda aspiración a la paz y a la fraternidad que habita el corazón humano» añadía el Papa, que visitó personalmente Taizé en 1986.

En la Nochevieja, en los pabellones de la HungExpo, convertida en imponente lugar de oración, un joven francés vistió el hábito para unirse a los monjes de la Comunidad de Taizé. A continuación, los jóvenes peregrinos comenzaron el año reuniéndose en las doscientas parroquias en un momento de oración con la comunidad local.

Más de mil autobuses y cuatro trenes especiales dejaban este primer día del año Budapest, llevando a sus casas, esparcidas por todos los países de Europa, a chicos y chicas cansados, pero felices de haber vivido un fin de año en oración.

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ZENIT Staff

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