Guadalupe 20 y la Gran Misión Juvenil

Carta del obispo de Córdoba, Mons. Demetrio Fernández. ‘La Iglesia es joven y es capaz de dar esperanza a los jóvenes’

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Este año se cumplen 20 años de aquel primer Guadalupe (1995), que instituyó el obispo de Córdoba, Don Francisco Javier Martínez con un grupo numeroso de jóvenes. Aquellos años han sido continuados por Don Juan José Asenjo durante varios años, de manera que ha llegado hasta nosotros de manera ininterrumpida esta experiencia de Guadalupe, año tras año. Guadalupe como peregrinación diocesana de jóvenes, caminando dos días para postrarse ante los pies de la Virgen y confiarle los secretos de un corazón juvenil que sueña y proyecta su futuro. En torno a 700 peregrinos cada año, son 14.000 peregrinos los que han caminado a Guadalupe, los que han ido madurando en su fe y en su vida bajo la mirada maternal de María. Aquellos primeros ya no son tan jóvenes, pero el recuerdo de aquellas experiencias quedará inolvidable para el resto de sus días. Cuántos jóvenes de la mano de María se han encontrado con Jesús en estos años, cuántos han encontrado el sentido de la vida, cuántos han recobrado su dignidad que había sido perdida por el pecado, cuántos han descubierto que la Iglesia es joven y es capaz de dar esperanza a los jóvenes.

En el puente de San Rafael, Córdoba se ha puesto en camino año tras año, bajo la guía de su santo Custodio, convocando a miles de jóvenes. Ha sido una experiencia valiosa, por la que hoy damos gracias a Dios y a su madre bendita.

En este año 2015, Guadalupe supondrá el comienzo de la Gran Misión Juvenil, que nos hará vivir juvenilmente el Año Santo de la misericordia y nos preparará para la Jornada Mundial de la Juventud 2016 en Cracovia, los días 26 al 31 de julio próximo, bajo el lema «Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia», bajo la guía del Papa Francisco. Invito a toda la diócesis a vivir esta Gran Misión Juvenil, niños, jóvenes y adultos. Todo el Pueblo de Dios en camino, bajo el estandarte de la Santa Cruz, con la protección maternal de María y con la intercesión de san Juan Pablo II, en cuya patria se va a celebrar la próxima Jornada, él que puso en marcha esta fecunda experiencia de las Jornadas Mundiales de la Juventud. Hasta Cracovia viajará un buen número de cordobeses, chicos y chicas, pero serán muchísimos más los que no podrán acudir. Que esta Gran Misión Juvenil llegue a todos, en todas las parroquias y ámbitos juveniles para decirles a todos que Dios es amor y que su misericordia no se acaba nunca. Una misericordia que llena nuestro corazón de esperanza.

Vivimos un cambio de época y hemos de prepararnos a esa nueva época inyectando en este mundo contemporáneo una fuerte dosis de misericordia que promueva la civilización del amor. No más odio ni enfrentamientos, ni guerra ni discordias. El conflicto no resuelve nada, sino que lo empeora todo. Solo el amor construye la historia, solo el amor sana las heridas, solo el amor es digno de crédito. Y este mensaje lleno de vida solo nos viene de Jesucristo, el único que puede salvarnos. Solo el amor de Cristo, que quita el pecado del mundo, es capaz de hacer un mundo nuevo, y los jóvenes tienen que prepararse para ello viviendo la experiencia del amor gratuito de Dios, que nos hace servidores de los demás como agradecimiento al amor gratuito que nosotros hemos recibido de Dios. Un amor que conoce el perdón y que está dispuesto a ofrecerlo y recibirlo.

No es la economía ni la cultura técnico-científica en la que nos movemos, no serán los poderosos ni los populistas demagogos que engañan al pueblo. Solo la Cruz de Cristo, que derrocha bendiciones y amor de Dios para todos, la Cruz que es símbolo del perdón que todo lo hace nuevo. La Cruz y el servicio, decía el papa Francisco hace pocos días, es la seña de identidad del cristiano. De esa Cruz bendita han brotado todas las generosidades de los santos, toda la fuerza de los mártires, toda la capacidad de servicio de los misioneros, el amor generoso y silencioso de los padres de familia, la pureza de las almas consagradas, la entrega de los jóvenes a las a causas más nobles que han transformado este mundo. Y junto a la Cruz de Jesús está siempre su madre, María santísima. Junto a la cruz de su hijo Jesús y junto a la nuestra de cada día. Y así es más fácil llevarla.

Tengo mucha esperanza en esta Gran Misión Juvenil, que se prolonga durante todo el año. Preparemos los caminos y que los corazones se abran a este mensaje de amor que quiere transformar nuestra vida. Parroquias, colegios de la Iglesia, colegios públicos que lo deseen. Digamos a esta generación de jóvenes de nuestro tiempo que Jesucristo ha dado su vida por nosotros y que vale la pena seguirle, como han hecho tantos hombres y mujeres, que nos ha precedido. Construyamos entre todos la civilización del amor en torno a Cristo y a su santísima Madre, con la intercesión de los santos. Aquí está el futuro de la humanidad.

Recibid mi afecto y mi bendición

+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba 

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Demetrio Fernández

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