Un curso en Roma sobre exorcismo analizará la actual crisis de valores de la juventud

Habla Carlo Climati, uno de sus profesores

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ROMA, jueves, 6 enero 2005 (ZENIT.org).- Algunos casos de crónica que han llenado páginas de diarios son un timbre de alarma para empezar a tomarse en serio un problema minusvalorado hasta ahora: el aumento del interés por el satanismo y el ocultismo, sobre todo por parte de adolescentes.

Este es el motivo por el que el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum y el grupo italiano especializado en sectas destructivas GRIS han organizado un curso sobre «Exorcismo y oración de liberación», reservado a sacerdotes y seminaristas que se celebrará entre febrero, marzo y abril.

Zenit ha entrevistado al periodista italiano Carlo Climati, uno de los profesores del curso, experto en problemas juveniles, tema al que ha dedicado varios libros traducidos en varios idiomas, entre otros, «Los jóvenes y el esoterismo» (Editorial Ciudad Nueva).

–¿Cómo surgió la idea de ofrecer un curso sobre satanismo y exorcismo?

–Climati: Nació del contacto con muchos sacerdotes, que nos han comunicado la necesidad de dar una mayor información sobre estos temas. En su actividad pastoral, los presbíteros reciben cada vez más a menudo peticiones de ayuda por parte de los padres, o se ven obligados a afrontar casos delicados de chicos implicados en ambientes de sectas satánicas o de ocultismo.

El grave problema está representado, sobre todo, por el nihilismo, que caracteriza ciertos fenómenos. Se desorienta a los jóvenes, empujándoles a confundir el bien con el mal y a rechazar todo confín moral.

–¿Por qué tanto interés por el mundo de lo oculto?

–Climati: El punto de partida es una cierta tendencia al neopaganismo, a menudo disfrazado de modas aparentemente inocuas. Pensemos en lo que está sucediendo, desde hace unos años, en la fecha de la celebración de Halloween. Se multiplican, en las discotecas, las fiestas con temas esotéricos.

Además de bailar, los jóvenes encuentran en el local magos que se ofrecen a leerles el horóscopo o las cartas del Taroc. Y como si no bastara, los quioscos reciben una invasión de revistas para adolescentes, con ideas supersticiosas como el uso de hierbas mágicas, los presuntos poderes de las piedras, la fabricación de amuletos, e incluso la adoración del planeta Tierra, como si fuera una especie de divinidad.

–¿Por qué recurren muchos jóvenes a los ritos mágicos o satánicos?

–Climati: Porque hoy se piensa muchísimo en el cuerpo y poco en el alma. La magia y el satanismo representan la búsqueda de un poder egoísta para ser ejercido sobre los demás, para obtener satisfacciones materiales y seguir los falsos modelos propuestos por algunos medios de comunicación.

Estamos en la era de la apariencia, en la que la cirugía estética, publicitada en los programas televisivos, parece resolver todos los problemas. Quien no se parece a ciertos actores o a ciertas modelos, corre el riesgo de sentirse inferior, limitado. Empieza a mirarse al espejo y a experimentar una sensación de inseguridad.

Los programas televisivos parecen competir en su oferta de testimonios de familias en crisis, padres que se pelean con los hijos, maridos que traicionan a sus mujeres y viceversa, que se insultan y se faltan al respeto públicamente. Este mecanismo produce un gran miedo al otro. Impide a los jóvenes creer en la promesa de amor eterno.

–¿Necesitan los chicos de hoy reencontrar la relación con Dios?

–Climati: Por supuesto. Pero, lamentablemente, se encuentran con muchos obstáculos. Hoy se tiende a crear una sociedad atea, dominada por el relativismo moral.

Los jóvenes corren el riesgo de encontrarse solos en un mundo cada vez más materialista, privado de aquella relación de filiación divina que puede representar un recurso en los momentos de dificultad.

Quien es consciente de que es hijo de Dios nunca puede sentirse abandonado ante los problemas. Por lo tanto, no buscará atajos como el satanismo o las formas de religiosidad neopaganas.

–¿Cómo educar adecuadamente a los jóvenes hoy?

–Climati: Hay que promover una cultura del compromiso, que valore los pequeños esfuerzos de la vida cotidiana. Si queremos conquistar a una chica, no hemos de recurrir al rito mágico o satánico. Regalémosle un bonito ramo de flores, dialoguemos, tratemos de ser amables y sinceros, abrámosle nuestro corazón. En pocas palabras, esforcémonos.

Además es oportuno promover una sana cultura del límite. Educar a los chicos para que comprendan que en la vida no se puede tener todo. Hay que saber aceptar los propios límites. Para ser felices, no es necesario parecerse a las modelos de las fotos.

No hay que imitar a los perfectos, pero irreales, protagonistas de los anuncios publicitarios, ni es necesario tener siempre en el bolsillo el último modelo de teléfono móvil. Es suficiente con ser uno mismo. Esto educará a los jóvenes para que tengan una visión mejor de la vida y también para que acepten eventuales momentos difíciles y de sufrimiento.

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ZENIT Staff

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