Un libro recoge la visión de la justicia internacional de Juan Pablo II

Recopila sus discursos al Cuerpo Diplomático

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CIUDAD DEL VATICANO, 8 enero 2003 (ZENIT.org).- «Juan Pablo II y la familia de los Pueblos» es el libro que acaba de publicar el Consejo Pontificio Justicia y Paz, distribuido por la Editorial Vaticana, en el que se reúnen los discursos del Santo Padre al Cuerpo Diplomático entre 1978 y 2002.

Dedicado al heroico cardenal vietnamita Francois-Xavier Van Thuan –fallecido el pasado 16 de septiembre en Roma, presidía el mencionado Consejo vaticano–, el volumen que está apareciendo ahora en diferentes idiomas se ha realizado bajo la supervisión del obispo Giampaolo Crepaldi, secretario de dicho organismo.

«Cuando Juan Pablo II habla a los diplomáticos –afirma monseñor Crepaldi en esta entrevista concedida a Zenit— , va más allá de sus personas; su palabra se dirige a todos porque la vocación universal de la Iglesia concierne a todo pueblo».

Autor de la introducción de la nueva publicación, monseñor Crepaldi añade: «La acción de la Santa Sede se dirige sobre todo a las conciencias, no tiene intereses que defender, excepto los de la justicia y de una solidaridad sin fronteras, y ello le permite apoyar la causa de aquellos que sufren y cuya voz no puede hacerse oír».

–La intervención universal de la Iglesia podría ser vista como injerencia en la soberanía de algunos Estados…

–Giampaolo Crepaldi: Hoy la soberanía en sentido político es propia de los Estados, pero el Santo Padre subraya el origen, que viene de una soberanía moral y cultural. El Estado es expresión de la autodeterminación soberana de los pueblos y de las naciones; en esto consiste su autoridad moral.

Para el Papa, la soberanía es expresión del bien de las personas y de los pueblos. La actividad diplomática de la Santa Sede concierne a las relaciones internas de la Nación que la Iglesia entrelaza con las personas. El Santo Padre ha precisado muchas veces que «la Iglesia y la Santa Sede no desean en modo alguno imponer juicios o preceptos, sino sólo ofrecer testimonio de su concepción del hombre y de la historia que saben que proviene de una revelación divina».

–¿Por qué han titulado el libro «Juan Pablo II y la familia de los Pueblos»?

–Giampaolo Crepaldi: Los discursos del Santo Padre al Cuerpo Diplomático pueden ser interpretados como un momento del Magisterio social del Sumo Pontífice. Y antes aún de referirse a la Doctrina Social de la Iglesia, el Santo Padre expresa el amor de Dios hacia los hombres. El Papa se dirige a individuos, pueblos y naciones como un padre se dirige a sus hijos, preocupado por su bien, concentrado en advertirles de los peligros, animado por un profundo deseo de un futuro mejor para ellos.

El horizonte en el que se sitúan los Discursos al Cuerpo Diplomático es el del Amor de Dios por los hombres y, por lo tanto, el de la relación entre la Iglesia y el mundo, una relación de servicio y no de poder.

–¿Cuáles son los principales temas de los Discursos del Santo Padre?

–Giampaolo Crepaldi: El tema de la unidad de la familia humana es un horizonte siempre presente en los Discursos. Para el Santo Padre, la humanidad es una única familia. Además está la libertad religiosa y la paz.

En cuanto a la libertad religiosa, el Santo Padre ha señalado repetidamente las tristes situaciones de los países en los que los cristianos no pueden profesar libremente su propia fe. «Hay un país –dijo en 1999– en el que el culto cristiano está absolutamente prohibido y poseer una Biblia es un delito castigado por la ley».

Sobre la paz, Juan Pablo II ha subrayado en muchas ocasiones que no se concibe sólo como ausencia de guerra, sino como contenedor del bien de la comunidad humana.

Dice Juan Pablo II: «Dios inscribe en el corazón del hombre la ley moral. Dios quiere una existencia fundada en la justicia. Dios hace de los hombres hermanos llamados a formar una única familia. Dios es inspirador de paz a través del Espíritu Santo. Pero también es cierto que la paz es fruto de voluntades libres, guiadas por la razón hacia el bien común que hay que alcanzar. (…) La guerra no es una fatalidad: ¡la paz es posible! Es posible porque el hombre tiene una conciencia y un corazón. Es posible porque Dios ama a cada uno de nosotros, tal como es, para transformarle y hacerle crecer».

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ZENIT Staff

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