(ZENIT Noticias / Barcelona, 03.12.2025).- Las últimas páginas de la vida del Papa Francisco continúan desarrollándose en silencio, no en Roma ni en los archivos del Vaticano, sino por las destrozadas carreteras de Ucrania. Lucía Caram, una monja dominica argentina, reveló que el difunto pontífice reservó una parte significativa de su testamento para apoyar su misión humanitaria, financiando ambulancias para civiles que viven bajo la sombra de la guerra. El gesto, revelado durante una entrevista en el programa catalán Órbita B, ha añadido un capítulo inesperado a la larga preocupación de Francisco por las víctimas del conflicto.
Caram, quien ha viajado a Ucrania más de veinte veces desde que Rusia lanzó su invasión a gran escala en 2022, admitió que el legado la dejó atónita. Confiaba desde hacía tiempo en que Francisco apoyaría su labor, dijo, pero nunca imaginó que vincularía ese apoyo de forma tan personal y concreta a sus últimos deseos. El difunto Papa, fallecido el 21 de abril de 2025, solía animarla durante sus reuniones, diciéndole que encontraría la manera de ayudar. Solo ahora ha descubierto el alcance de esa promesa.
Para quienes conocen el estilo pastoral de Francisco, este gesto se ajusta a un patrón: la compasión expresada no mediante grandes declaraciones, sino mediante actos de misericordia precisos, a veces ocultos. Una ambulancia —práctica, urgente, sin adornos— encaja a la perfección en ese legado. El equipo de Caram lleva mucho tiempo luchando por reemplazar los vehículos médicos destruidos en regiones donde las evacuaciones deben realizarse de forma rápida y discreta. Se espera que las nuevas unidades, financiadas por el testamento de Francisco, presten servicio en las aldeas de primera línea, donde la ayuda médica llega esporádicamente, o incluso nunca.
La entrevista abordó más que el último acto de generosidad de Francisco. Caram también habló con franqueza sobre su reciente encuentro con el nuevo Papa, León XIV, ofreciendo una visión de un pontificado que aún está tomando forma. Lo describió como un hombre que mide sus palabras con cuidado, pero que se comunica con claridad una vez que habla.
En Cataluña, Caram es conocida no solo por su trabajo en Ucrania, sino también por promover iniciativas que canalizan la generosidad en los espacios cotidianos. Caram es portavoz de Giving Machines, un proyecto que reemplaza los productos tradicionales de las máquinas expendedoras con donaciones directas a organizaciones benéficas locales. Instaladas en el centro comercial La Maquinista de Barcelona, las máquinas invitan a los transeúntes a comprar no refrigerios, sino apoyo (comidas, mantas, material escolar) transformados en artículos digitales que se destinan directamente a organizaciones que atienden a personas vulnerables. Para Caram, el contraste es deliberado: un entorno consumista convertido en un punto de encuentro con la necesidad.
La convergencia de todos estos hilos —el legado discreto de Francisco, la escucha atenta de León XIV y herramientas comunitarias como Giving Machines— sugiere algo más grande que una sola donación o la misión de una sola monja. La experiencia de Caram revela una corriente continua dentro de la Iglesia: la insistencia en que la solidaridad debe extenderse hacia afuera, hacia los marginados del mundo, ya sea enviando ambulancias a una zona de guerra o reinventando la caridad en un centro comercial.
Y al fondo se encuentra la última firma de Francisco, que sigue activa mucho después de su muerte, conduciendo vehículos que salvan vidas hacia una tierra herida que lo había pesado hasta el final.
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