CIUDAD DEL VATICANO, martes, 28 agosto 2007 (ZENIT.org).- La liturgia no aísla, sino que ilumina el compromiso social del bautizado, explica el cardenal Tarcisio Bertone, en una carta enviada en nombre de Benedicto XVI.

Con ese mensaje, el secretario de Estado ha querido hacerse presente en la Semana Litúrgica Nacional Italiana, que se desarrolla del 27 al 31 de agosto en Spoleto con el tema «Celebrar en la ciudad del hombre».

«Para vivir como cristianos es necesario armonizar la fidelidad personal a Cristo con la “ciudadanía”, es decir, con el compromiso de estar presentes en el mundo como sus testigos», explica el colaborador más cercano del Papa en la guía de la Santa Sede.

«Y toda celebración litúrgica --añade--, ayuda a hacer una lectura sapiencial de la historia y un discernimiento atento de los acontecimientos, pues abre el espíritu de los creyentes a esa perspectiva escatológica que permite actuar en la ciudad terrena mirando más allá de lo que es transitorio para vislumbrar la misteriosa presencia del Resucitado».

«Los cristianos, a través de los siglos, han sabido reconocer todo lo que había de bueno, de verdadero, de bello, de positivo en las diferentes sociedades en las que estaban integrados», recuerda el purpurado.

«Conscientes de la invitación de Cristo a ser “sal” y “levadura” de la tierra, se han comprometido, apoyados por el Espíritu Santo, a animar, con la riqueza del amor evangélico, la cultura y las tradiciones de su tiempo».

Por este motivo, la carta invita a los participantes en el encuentro a que reflexionen sobre cómo «cumplir con esta misión en la actual sociedad con una fidelidad evangélica celebrada en la liturgia y vivida en la existencia cotidiana».

«Para toda generación cristiana la Eucaristía es el alimento indispensable que la sostiene mientras atraviesa el desierto de este mundo, aridecido por sistemas ideológicos y económicos que no promueven la vida, sino que más bien la mortifican; un mundo donde domina la lógica del poder y del tener, más que la del servicio y del amor; un mundo donde no raramente triunfa la cultura de la violencia y de la muerte», reconoce, citando la homilía del Papa en la pasada solemnidad del Corpus Christi.

De este modo, asegura la misiva, «una activa participación en la celebración eucarística hace que el cristiano sea más consciente de su propia vocación de ser signo y testigo de un modo radicalmente nuevo de actuar en el mundo».

«Llamado a contribuir en la construcción de la ciudad terrena, se compromete a favorecer las dinámicas de participación y responsabilidad, de solidaridad y subsidiariedad en el campo económico y social, que están al servicio de la persona y del bien común», concluye.