WASHINGTON, 10 mayo 2003 (ZENIT.org).- Los investigadores han anunciado que se ha completado el mapa del genoma humano, informaba el Washington Post el 15 de abril.

Los científicos de comité directivo de la parte del proyecto correspondiente a Estados Unidos, con sede en el National Human Genome Research Institute del Instituto Nacional de la Salud, anunciaron inmediatamente planes para nuevas investigaciones sobre el papel que desempeñan los genes en las razas y etnias, en los rasgos de la personalidad y en los comportamientos, y en otros aspectos de la condición humana.

La secuencia del genoma humano, fruto de trabajo de 16 laboratorios de todo el mundo, proporciona el orden exacto de virtualmente todos los 3.000 millones de letras del código genético humano. Esta nueva versión completa y corrige errores de un borrador anterior terminado en el año 2000. El anuncio ha coincidido con el 50 aniversario de la publicación de la estructura tridimensional del ADN por parte de James Watson y Francis Crick.

La información del proyecto está probando ya su utilidad, informaba el diario británico Guardian el 14 de abril. «Sólo una parte del trabajo --la secuencia del cromosoma 20-- ya ha acelerado la investigación de los genes implicados en la diabetes, la leucemia y el eccema infantil», decía Allan Bradley, director del Instituto Sanger de Gran Bretaña, donde se ha llevado a cabo una parte de la investigación sobre el genoma.

Ciencia de pacotilla en un kit
Sin embargo, la investigación genética ha levantado ya nuevos problemas. Los kits que prometen informar a la gente de sus defectos genéticos han florecido en Estados Unidos y se han hecho cada vez más populares en Gran Bretaña, según el londinense The Observer del 19 de enero. Los dudosos «horóscopos de salud» aseguran que son capaces de predecir con certeza las enfermedades que contraerá con toda probabilidad una persona, revelando sus rasgos heredados.

«Esto es peligroso», advierte el doctor Hugh Montgomery, catedrático de genética en el University College London. «Es ciencia de pacotilla y una mala idea. Simplemente no tenemos suficiente información para establecer un lazo de mayores riesgos con dichos genes. La situación es mucho más compleja y simplemente no sabemos cómo interactúan algunos de estos genes».

De igual manera, un artículo del 11 de febrero del New York Times advertía que las pruebas nos ponen en peligro de «deslizarnos, como decía Francis Fukuyama, hacia ‘nuestro futuro post-humano’, sin comprensión ni debate público, y sin leyes adecuadas que prevengan la discriminación genética».

En Gran Bretaña, sir Paul Nurse, premio Nobel y director ejecutivo de Cancer Research, hacía notar que se espera que los avances en genética den lugar a una era de medicina personalizada y tratamientos preventivos. Sin embargo, advertía, podría también llevarnos a la discriminación por parte de las compañías de seguros y empresarios contra personas con defectos genéticos, informaba Reuters el 3 de marzo.

«Este tema es demasiado importante para dejar solos a los científicos y a los políticos», afirmaba Nurse en un encuentro patrocinado por la Sociedad Real, la academia británica de científicos. «En los años venideros, se ofrecerá al público más y más oportunidades de hacerse exámenes genéticos y asomarse a su destino genético, pero la legislación debe ir a la par de la tecnología y ayudar a formar una sociedad justa y equitativa».

Aparentemente ya se están dejando de lado las consideraciones éticas en los intentos de comercializar pruebas genéticas. Según el Boston Globe del 26 de marzo, Myrian Genetics gastó 3 millones de dólares en el otoño e invierno pasados para promocionar tests de cáncer de mama y ovarios. Los anuncios se dirigían a mujeres en Denver y Atlanta.

«Los riesgos de este tipo de publicidad compensarán de lejos los beneficios para la persona media», advertía Ellen Matloff, directora de consultoría genética de cáncer en el centro de cáncer de la Escuela Médica de Yale en New Haven, Connecticut. «Asustará innecesariamente a un gran número de mujeres que acudirán a sus doctores pidiendo pruebas innecesarias».

Tan sólo entre un 5% y un 10% de los casos de cáncer de mama son causados por factores genéticos, observaba el Boston Globe. Y muchas de las mujeres que desarrollan la enfermedad no sufren las mutaciones que detectan los tests.

Respondiendo a la preocupación sobre las pruebas genéticas, el gobierno británico anunció que normalmente no serían financiadas directamente con dinero público, informó el London Times el 10 de abril. Un informe de la Comisión de Genética Humana afirmaba que gastos directos en estas pruebas levantarían cuestiones serias, y defendía que se debería establecer un sistema de regulación «robusto pero flexible» para controlarlas.

La comisión recomendaba que las empresas que desearan financiar directamente con dinero público las pruebas deberían convencer al regulador de su valor. Y esta comercialización de las pruebas debería probarse y dominarse para proporcionar consejos acertados.

No ofender a los dioses
Otro tema es si los científicos deberían intentar alterar las estructuras genéticas para «mejorar» la raza humana. Uno de los descubridores de la estructura del ADN, James Watson, está decididamente a favor de esta postura, informaba el London Times el 24 de abril.

Watson, actualmente presidente del Cold Spring Harbor Laboratory en el estado de Nueva York, afirmaba que las falsas objeciones de organizaciones de izquierda y religiosas están retardando el paso de los avances médicos basados en la genética. «Creo que deberíamos hacer todo lo que podamos para mejorar la vida humana», afirmaba.

En unas declaraciones en una cena de gala en el London Guildhall, Watson comentaba: «No veo la genética como una ofensa a los dioses, no creo que haya dioses por ahí fuera». El Times observaba que Watson se opuso hace poco a una prohibición de la clonación humana reproductiva.

Otros apuntan a los peligros de tratar de forzar las estructuras genéticas humanas. En un artículo del 14 de abril en Los Angeles Times, Bill McKibbon, autor de «Enough: Staying Human in an Engineered Age» (Basta: seguir siendo humano en la era de la ingeniería), daba la bienvenida a las celebraciones del aniversario del descubrimiento del ADN.

Pero advertía que «los últimos planes de Watson y sus seguidores son monstruosos». Tales esquemas «apuntan hacia un mundo de niños catalogados, que pueden pasar toda su vida preguntándose cuáles de sus impulsos son reales y cuáles son producto de una intervención embriónica. Sustituyen el sino y la voluntad libre, que han estado siempre en el centro del significado humano, por una clase de predestinación genética que convertiría a nuestros hijos en semi-robots».

Y añadía: «Una especie suficientemente inteligente de descubrir la doble hélice (la del ADN) debería ser lo suficiente sabia para dejarla más o menos sola».

El Dr. Leon Kass advierte también sobre la tendencia al consumismo genético. Kass, jefe del Consejo de Bioética del presidente, trató el tema en un ensayo en su reciente libro «Life, Liberty and the Defense of Dignity: The Challenge for Bioethics» (Vida, Libertad y Defensa de la Dignidad: el Desafío para la Bioética).

La tecnología genética, observaba, «viene a la existencia como parte del gran proyecto humanitario de curar la enfermedad, prolongar la vida y aliviar el sufrimiento. De esta manera, ocupa el alto lugar moral de la curación compasiva».

Pero esta misma tecnología, observaba, «también representa algo radicalmente nuevo e inquietante». Debemos rechazar los intentos de algunos científicos de llevar el debate sobre la tecnología genética como si fuera «una batalla de la inteligencia benéfica y bien informada contra la angustia ignorante y supersticiosa».

La manipulación genética, explicaba Kass, es decididamente diferente a otras tecnologías médicas. Primero, los cambios en las estructuras genéticas humanas serán transmisibles a las futuras generaciones. Segundo, la ingeniería genética puede ser capaz de crear o mejorar las capacidades humanas y, por lo mismo, de crear o mejorar nuevas normas de aptitud y salud.

Además, la tecnología genética y las prácticas que generará no son moral y humanamente neutrales, advertía Kass. Los científicos acabarán juzgando sobre los méritos de otros seres para vivir o morir sobre la base de su información genética. Y la tentación de producir bebés de diseño llevará a la modificación de la vida humana que nace.

Kass concluía advirtiendo de que la infatuación por el progreso científico conlleva el riesgo de triunfar sobre la impredecibilidad de la naturaleza, «sólo para someternos, trágicamente, a la aún más grande impredecibilidad de nuestras caprichosas voluntades y de nuestras volubles opiniones».

La ciencia puede haber solucionado un problema, sólo para crear otro.