TORONTO, 14 julio (ZENIT.org).- Monseñor Gerald Wiesner, obispo de Prince George y presidente de la Conferencia Episcopal de Canadá (CECC), denuncia con claridad la decisión del Gobierno canadiense de permitir tests clínicos de la píldora abortiva del día después, la RU-486, en una carta dirigida el 12 de julio al ministro canadiense de Salud, Allan Rock.
En el documento, Wiesner recuerda que los obispos canadienses se «ha opuesto de manera vigorosa e incansable a la introducción en Canadá de la RU-486», pues «esta píldora causa la muerte del niño no nacido y comporta serios riesgos para la salud de las mujeres».
La experimentación prevista por el Ministerio de Salud canadiense prevé someter a mil mujeres a la píldora abortiva. A la luz de este hecho, la carta, que puede ser consultada en la página de los obispos canadienses (http://www.cccb.ca), explica: «Dado que el consenso científico que afirma que el niño que está por nacer es una entidad distinta genéticamente, un ser humano único desde el instante de su concepción, estos experimentos clínicos provocarán la muerte de mil seres humanos. ¿Cómo es posible que el Ministerio de Salud de Canadá pueda autorizar estas experimentaciones clínicas, sabiendo que la vida humana será aniquilada en este proceso? El primer papel de la investigación médica debe ser el de respetar la integridad y dignidad de la vida humana».
La Corte Suprema
Los prelados canadienses recuerdan, además, que la Corte Suprema de Canadá ha criticado duramente la ley del aborto por sus vacíos legales y ha reconocido que «es interés del Estado proteger al no nacido».
Violencia contra las mujeres
Por otra parte, los obispos recuerdan que en la sociedad pluralista canadiense, millones de personas se oponen al aborto, ya sea porque defienden «los derechos de los más débiles», ya sea por razones «de carácter científico», o porque el aborto «es considerado como una forma de violencia contra las mujeres» o incluso «una solución simplista a la injusticia, a la pobreza y a la violencia que todavía sufren las mujeres».
Carácter sagrado de la vida humana
«Desde nuestro punto de vista de creyentes –subrayan los obispos–, creemos que la vida es un don inestimable, el regalo más precioso que nos ha sido dado por Dios». Por eso, «tenemos el deber de amar la vida, de respetarla, y de protegerla, desde sus frágiles inicios en el seno materno hasta su ocaso natural».
Promoción del aborto
Los prelados deploran esta forma de «promoción del aborto» que emprende el Gobierno, pues de este modo, ignora «sus deberes de proteger a quienes no pueden defenderse por sí mismos». Además, constituye una ofensa «a las profundas sensibilidades y creencias religiosas de las personas en todo el país».
Según el presidente de los obispos canadienses, en vez de deshacerse del niño no nacido, la sociedad tiene que ayudar a paliar las necesidades reales de las mujeres. «Sin duda –concluye la carta–, la mejor respuesta ante embarazos difíciles o inesperados es crear una sociedad que sea más acogedora de la vida, que estime realmente a los niños, que respete a la mujer y que salga en ayuda de quienes se encuentran en la necesidad. Las experimentaciones clínicas de una droga letal no solucionan nada».