La fe del que no cree
«Nosotros, los creyentes, tenemos mucha suerte –reconoció el purpurado italiano–, sabemos que pertenecemos a Cristo». «Una conciencia que permite comprender el significado de la vida y no confiar en lo que es inestable –añadió–. Quien afirma que no cree en Dios, de hecho, cree en todo, desde el horóscopo hasta la publicidad, o la política, de este modo no se convierte en un ateo, sino más bien en un crédulo».
El cardenal no perdió la oportunidad para confirmar que en la Iglesia siempre ha habido y habrá pecadores, pero está sin pecado y, por tanto, a ella no le corresponde echarse la culpa de todos los errores de la historia.
Testimonios
Entre los testimonios que se ofrecieron ayer en Rimini, cabe destacar la intervención de monseñor Giorgio Biguzzi, obispo de Makeni en Sierra Leona, comprometido desde hace años en la pacificación del país y el rescate de los niños soldado, quien denunció las atrocidades de la guerra civil, ligada al control de los ricos depósitos de diamantes.
Otro de los testimonios más elocuentes ofrecidos ayer fue el del padre Pierino Gelmini, fundador de 160 comunidades extendidas en todo el mundo en la que se acoge a más de 4 mil personas que quieren romper las tenazas de la droga en que se encuentran atrapadas. La fe, confesó, inspira en él la pasión para hacer que vuelva a florecer toda vida humana, incluso aquella que se encuentra en la situación más difícil.
La presentación del «Informe 2000 sobre la libertad religiosa en el mundo», realizado por la asociación Ayuda a la Iglesia Necesitada mostró cómo incluso en Europa existen auténticos atentados a la dignidad humana. Es el caso, por ejemplo, de la reciente ley francesa contra el así llamado «lavado de cerebro», que prohíbe comportamientos considerados excéntricos, como el ayuno típico de las comunidades monásticas.
En la tarde, se presentó el espectáculo «El misterio de la caridad de Juan de Arco», una obra de teatro escrita por Charles Peguy, llevada al escenario por el director Jean-Luc Jeener.