Era consciente de los riesgos que corría. Todavía el pasado miércoles, durante una visita a Nairobi, el misionero estadounidense, perteneciente a la Sociedad Misionera de San José de Mill Hill, había dicho que temía por su vida. «Estaba triste y nervioso», ha contado un compañero religioso.
Nacido en 1932 en Minesota, poco después de la ordenación sacerdotal fue a Kenia y tras veinte años de trabajo comprometido en la diócesis de Kisii, en 1993 había sido trasladado a la de Ngong. Durante estos años ayudó a montar escuelas y dispensarios. Había librado diversas batallas para ayudar a la gente más pobre y obtener justicia. El misionero, convocado por la Comisión de investigación Akiwumi sobre los enfrentamientos étnicos, había incluso declarado contra dos ministros de Estado. En noviembre pasado corrió el riesgo de expulsión siempre por su posición crítica hacia la corrupción y la violencia étnica.
El hallazgo del arma del delito cerca del cuerpo es un claro intento de hacer pensar que el padre Kaiser se había suicidado, pero tal hipótesis no encuentra ningún crédito entre quienes lo conocían. Incluso la policía keniana da por cierto que el misionero ha sido asesinado.
El asesinato del padre Kaiser es sintomático del malestar que domina Kenia. El padre Dominic Wamugunda, capellán católico de la Universidad de Nairobi, durante un rito oficiado el martes pasado por el aniversario de la muerte de Jomo Kenyatta, afirmó: «Rezamos por este país pero tenemos también el deber de hacer preguntas. ¿Si Kenyatta volviese hoy a vivir, con qué se identificaría? ¿Con el Parlamento, con la lista de la vergüenza, con el sistema educativo, las condiciones de las carreteras y del sistema sanitario o las vacas que circulan libres por nuestras carreteras?».
Entre los presentes estaba también el presidente Daniel Arap Moi que, a la salida de la iglesia dijo que quería responder a las críticas que se le habían hecho.
Sequedad, riesgo de carestía, sida, racionamiento de luz eléctrica, desórdenes relacionados también con la gestión de las tierras y una condición general de infraestructuras decadentes son los principales hechos por los que ha sido noticia Kenia en estos últimos años, echando abajo la imagen de paraíso de los turistas.