A primeros de agosto, el secretario nacional de la Asociación Patriótica, Antonio Liu Bainian, había excluido la presencia de una delegación oficial en el Jubileo de los Jóvenes. Para viajar a Roma, los jóvenes tuvieron que organizarse a escondidas de la Asociación Patriótica, un instrumento de la política estatal sobre la Iglesia considerada por muchos obispos oficiales como inútil, anticuada y superada.
Uno de los jóvenes presentes en Roma, Wang, aceptó responder a las preguntas de Fides: «Cuando el Papa citó a todos los países participantes en la JMJ, excluyendo China, me sentí muy desilusionado. Estar aquí es para mí una gran suerte. Otros muchos jóvenes chinos habrían querido participar». Y, hablando de su visita al Coliseo, añade: «Cuando estuvimos en ese lugar, donde los primeros cristianos derramaron su sangre, pensé que nuestro sufrimiento en la China Popular es insignificante, comparado con el suyo. Estos días me han llenado de valentía para testimoniar la fe hasta el don de la vida».
Según «Fides», la llegada a Roma de estos jóvenes es señal de que los cristianos chinos son fieles y quieren expresar su cariño al Papa, a pesar de que el gobierno intenta desde hace 45 años a través de la Asociación Patriótica crear una Iglesia cismática y nacionalista.
La Iglesia en China aumenta, no obstante las persecuciones y la sofocante jaula del control cotidiano policial sobre sacerdotes y fieles. En Pekín, sólo en Nantang –la catedral «patriótica»–, hay cada año 300 bautismos, más de 400 en Cantón, y cientos también en Shanghai, Tianjin, Xiamen, Urumqi. El intento de suprimir la Iglesia, como se dice en muchos documentos secretos del Partido, ha hecho aumentar el número de los católicos: desde 1949, año de la llegada de los comunistas al poder, los católicos han pasado de 3 a 12 millones.