CIUDAD DEL VATICANO, 11 dic (ZENIT.org).- El fútbol no es sólo un juego; debe ser un vehículo de valores y un terreno para la caridad. Así concordaron esta mañana Juan Pablo II y los dirigentes de la FIFA (Federación Internacional de Fútbol Asociado).
En el encuentro se entremezclaron dos de las grandes pasiones de Karol Wojtyla, la evangelización y el fútbol. De pequeño, era conocido en Wadowice por ser un buen portero y delantero centro.
La pasión del pontífice encontró buena acogida en Joseph S. Blatter, presidente de la FIFA, quien llegó acompañado por 130 representantes del Comité ejecutivo de esa institución.
Blatter recordó los orígenes obreros de su familia, en el Cantón del Valais, en Suiza, en los que recibió la fe católica y reconoció: «Fe, esperanza y amor son las bases de nuestra actividad». Fe, aclaró, en «los talentos personales y en Dios, esperanza en que gracias a este deporte podamos ser seres humanos mejores y, por último, amor, pues el fútbol reúne a todos los pueblos del mundo sin diferencia de raza, de cultura, de religión y de nivel social, en un gran movimiento de solidaridad, en el que quienes han recibido más lo comparten con los que tienen menos».
Y añadió, «como quiere la Iglesia católica».
Por su parte Juan Pablo II, constató que la FIFA, presente en más de 200 países y con más de 120 millones de jugadores, tiene «un inmenso poder que debe emplearse para el bien de la familia humana».
Dirigiéndose a los directivos, explicó que ciertamente «son administradores, pero también son educadores, ya que el deporte puede inculcar muchos valores elevados como la lealtad, la amistad y el espíritu de equipo».
«Es verdad que el éxito económico del fútbol –aclaró– sirve para apoyar nuevas iniciativas dignas de elogio como el «Proyecto Caridad» de la FIFA. Pero puede contribuir también a crear una cultura de egoísmo y avaricia. De ahí que se deban fomentar los valores más elevados del deporte y hacerlos partes de todos los organismos representados en vuestra federación».
Juan Pablo II subrayó que, «al ser un deporte que interesa a personas de etnias, razas y procedencia social y económica muy diferentes, el fútbol es un medio excelente para promover la solidaridad de la que hay una necesidad tan grande en un mundo sometido a tensiones étnicas y raciales».
Además, para el deporte el fútbol es un instrumento de educación «porque parte de los impulsos humanos, a veces incluso de los potencialmente negativos, y los transforma en buenos propósitos. Los jóvenes pueden aprender a competir saludablemente sin conflictos». En definitiva, una escuela de convivencia en un mundo marcado por conflictos y rivalidades exasperadas
Por eso, concluyó pidiendo a la FIFA que «siga atajando en todos los niveles el problema de la violencia, que tanto daño hace al deporte».