CIUDAD DEL VATICANO, 11 dic 2000 (ZENIT.org).- La Iglesia católica es hoy día un agente decisivo en la lucha contra el avance de la desertización. Lo pone de manifiesto la participación del arzobispo Paul Josef Cordes, presidente del Consejo Pontificio «Cor Unum», en la Convención de las Naciones Unidas para la Lucha contra la Desertificación que se celebra del 11 al 22 de diciembre de 2000.
El encuentro, que reúne a representantes de 170 países en Bonn (Alemania), estudiará medidas para superar esta amenaza que hoy día pesa sobe 1.200 millones de personas en el planeta.
El arzobispo Cordes es al mismo tiempo, representante legal de la Fundación Juan Pablo II para el Sahel, creada por el Papa en 1984 para tratar de paliar la tragedia que él mismo pudo constatar con sus ojos en 1980, en Burkina Faso, durante su primera visita a África. «Los míseros y los pobres buscan agua», gritó en aquella ocasión utilizando palabras bíblicas para describir el drama.
«Por desgracia --decía el Papa el 4 de julio pasado--, veinte años después, ese llamamiento no ha perdido actualidad: no sólo en las zonas desérticas del norte de África, sino también en todo el planeta el problema del agua resulta cada vez más grave y urgente. La carencia de agua será, tal vez, la cuestión principal que la humanidad deberá afrontar en un futuro próximo».
Dado que el Papa considera --como dijo el 25 de mayo de 1984-- que «la solución (del problema) está en manos de los africanos; colaborar con ellos, también en el plano técnico, no quiere decir sustituirlos», y queriendo evitar una nueva «imposición» del «norte» sobre el «sur», decidió encomendar el funcionamiento de esta Fundación a los episcopados de los nueve países afectados: Burkina Faso, Nigeria, Mali, Guinea Bissau, Cabo Verde, Mauritania, Senegal, Gambia y Chad. Su sede operativa y el secretariado se encuentra en Uagadugu (Burkina Faso).
La Fundación se ocupa de formar animadores, operadores sanitarios, hidráulicos, genios civiles, mecánicos, agricultores, ganaderos, forestales.... Una de sus características es su apertura a las diferentes religiones de los habitantes, convirtiéndose así en otro instrumento de diálogo interreligioso.
En 1999, la Fundación Juan Pablo II para el Sahel ha financiado proyectos de lucha contra la desertización por valor de 1.671.317.021 millones de liras (767.468 dólares), mientras que en 1998 esa cifra era de 2.040.644.094 de liras (algo menos de un millón de dólares). Si bien los números prueban el carácter ambicioso de los proyectos, la Fundación no logra responder a las peticiones que le son presentadas por las comunidades de estos países. El año pasado, por ejemplo, recibió peticiones de financiación por un valor total de 6.368.951.615 de liras (2.924.623 de dólares). El año anterior habían sido 8.584.956.276 liras (3.942.212 dólares), cifras que muestran también la magnitud de las necesidades.
La Fundación puede ofrecer su ayuda gracias a los fondos que Juan Pablo II recibe de personas de todo el mundo que quieren colaborar con sus obras de caridad, así como de la especial generosidad de los católicos alemanes e italianos, cuyas Conferencias Episcopales colaboran permanentemente con la iniciativa.
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Dec 13, 2000 00:00