CIUDAD DEL VATICANO, 24 dic 2000 (ZENIT.org).- Juan Pablo II, horas antes de celebrar la misa del Gallo, quiso ofrecer a varios miles de peregrinos reunidos en el Vaticano dos secretos indispensables para vivir una Navidad cristiana.
En primer lugar, el pontífice pidió «entender en su justo valor el misterio de la Navidad», que no es otra cosa que la venida del Salvador. Una realidad que lleva necesariamente –éste es el segundo secreto– a vivir «un gesto de solidaridad» a favor de las personas pobres, solas o que sufren.
A pesar del frío penetrante y de una sutil lluvia, varios miles de personas se congregaron en este domingo a mediodía, en la plaza de San Pedro del Vaticano, para rezar con el obispo de Roma la oración mariana del «Angelus».
«Por las calles y en las casas todo habla de Navidad –constató al inicio del encuentro el pontífice–. Luces, adornos y regalos crean una inconfundible atmósfera navideña».
Ahora bien, añadió, «los preparativos externos, si bien son necesarios, no deben sin embargo, distraer la atención del acontecimiento central y extraordinario que se conmemora, es decir, el nacimiento de Jesús, don inestimable del Padre a la humanidad».
De este modo, el sucesor de Pedro recordó la narración del Evangelio, en la que se muestra cómo «al Rey del universo no se le ofrece ni siquiera ese mínimo indispensable que predispone toda familia para el nacimiento de un hijo».
«En la gruta, junto a Jesús está María, la Virgen Madre, que supo acoger con obediencia total la palabra de Dios –recordó–. Está José, su casto esposo, obediente a los designios arcanos del Omnipotente, incluso cuando los acontecimientos se presentaban incomprensibles y difíciles de aceptar».
«Esta escena, en su sencillez, constituye una invitación silenciosa a entender en su justo valor el misterio de la Navidad –aclaró–, misterio de humildad y de amor, de alegría y de atención a los pobres».
La contemplación del nacimiento de Jesús no puede dejar indiferentes a los cristianos, añadió. «Mientras en las casas se dan los últimos retoques al nacimiento, y se predispone a transcurrir la Navidad en serena armonía familia, que no falte un gesto de solidaridad hacia quien por desgracia, tendrá que vivir estos días en la soledad y en el sufrimiento».
«Cuanto más grande sea la alegría de esta fiesta, mejor sabremos compartirla no sólo con la familia y con los amigos, sino también con quienes esperan de nosotros un recuerdo concreto», concluyó.
Antes de despedirse de los peregrinos, el Papa les dio cita para volverse a ver en la medianoche de hoy, con motivo de la misa de Navidad. Ante la gran afluencia de fieles, por primera vez en su pontificado, Juan Pablo II debería celebrarla al aire libre en la plaza de San Pedro, a pesar del frío.
También les invitó a participar mañana, a partir de las 10:30, en la eucaristía del 25 de diciembre, que será presidida por el cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado vaticano. Al final de la misma, como todos los años, Juan Pablo II pronunciará su tradicional mensaje de Navidad, pronunciará su felicitación en unos cuarenta idiomas, e impartirá la bendición «Urbi et orbi».