JERUSALÉN, 8 abril 2001 (ZENIT.org).- Todos los cristianos de Jerusalén han celebrado en el mismo día el Domingo de Ramos, comenzando así la Semana Santa. No sucedía algo así desde el año 1990.
El hecho de que el calendario litúrgico de los cristianos de Oriente y Occidente haya hecho coincidir por casualidad el día de Pascua en la misma fecha durante el primer año del milenio ha sido interpretado por los líderes de las Iglesias cristianas de la Ciudad Santa como una invitación a continuar en el camino hacia la unidad plena.
Las celebraciones en la Basílica del Santo Sepulcro han seguido hoy las disposiciones especiales del estatuto vigente. De este modo, los católicos latinos abrieron los ritos a primeras horas de la mañana. El patriarca Michel Sabbah comenzó a las seis de la mañana la celebración de la entrada de Jesús a Jerusalén, con la bendición de los ramos y palmas en la Capilla del Ángel. Después, tuvo lugar la triple procesión tras el canto del Hosanna.
La celebración culminó con la liturgia eucarística celebrada en el Altar de la Aparición, pues mientras tanto comenzaba en la parte central de la Basílica la liturgia solemne de los greco-ortodoxos, a cuya procesión se sumaron después obispos y fieles armenios, sirios y coptos.
En la tarde, mientras se cerraba esta edición, la Iglesia madre recorría el camino de Jesús de Betfagé, a través del Monte de los Olivos, hasta la entrada de la ciudad. En la procesión, sin embargo, no pudieron participar los fieles de las localidades cercanas, a causa del bloqueo impuesto a los territorios palestinos.
La falta de peregrinos constituye una de las características más evidentes de esta Semana Santa en Jerusalén. Waji Nusseibeh, guía de la Basílica del Santo Sepulcro, constata que en estos días a veces no se ven más que a unos veinte. El año pasado, recuerda, cuando se celebró el bimilenario del nacimiento de Cristo, los peregrinos debían esperar horas para poder entrar en este lugar santo, situado en la Ciudad Vieja de Jerusalén.
«El año pasado había que hacer una larga cola para entrar en la iglesia o para subir al Calvario», explica Nusseibeh. «Algunos días había que esperar cuatro horas para entrar en el sepulcro», añade.
Es uno de los efectos más evidentes de la escalada de violencia en Israel y en los territorios palestinos han afectado fuertemente las peregrinaciones a Tierra Santa.
«Vivo en Israel desde hace 20 años y nunca antes había visto una situación tan grave», afirma Michele Guetz, encargada de reservaciones del hotel Dan Pearl de Jerusalén, cuya tasa de ocupación ha bajado a sólo 15%.
«El impacto de la violencia es enorme», afirma Oren Drori, funcionario del ministerio israelí de Turismo.
El mismo pesimismo expresan las autoridades religiosas. «Ahora la gente no viene porque tiene miedo. Y sin peregrinos, el país sufre», apunta el sacerdote Emilio Barcena, director del Centro Cristiano de Información de Jerusalén.