UTRECHT, 11 abril 2001 (ZENIT.org–AVVENIRE).- El cardenal Adrianus Simonis, arzobispo de Utrecht y primado de Holanda, no duda en calificar la jornada de ayer martes, en la que el Senado holandés aprobó la eutanasia, como un día negro para toda Europa.
En esta entrevista, el cardenal se confiesa «triste y avergonzado por esta situación nuestra».La larga batalla de quienes se oponían a la norma favorable a la muerte no ha podido nada contra el bloque gubernamental, apoyado por los verdes. Unas diez mil personas se manifestaron ayer ante el Senado en contra de la ley. (Cf. Zenit, 10 de abril de 2001).
Los menores de entre 12 y 16 años de edad, según la ley, también tendrán la posibilidad de recurrir a la eutanasia si cuentan con el acuerdo de uno de sus padres. Este «permiso para suicidarse» no es necesario en el caso de jóvenes mayores de 16 años.
–¿Cardenal, qué piensa de quienes dicen que esta es una jornada histórica para su país?
–Cardenal Simonis: Para Holanda es un día negro, no hay nada de histórico en esta decisión. Y no sólo para Holanda sino para toda Europa. Es terrible que mi país sea el primero que autoriza la ayuda a matar. Esto me entristece profundamente especialmente porque en los últimos años la Conferencia Episcopal Holandesa se ha movido mucho para impedir que se llegase a esto, enviando cartas a los responsables y al Gobierno, con declaraciones de condena bien precisas.
Es una situación trágica que me llena de vergüenza.
–¿Considera que Holanda está yendo demasiado lejos con la liberalización?
–Sí, Holanda está yendo muy lejos, demasiado lejos, y esta es la consecuencia de nuestro desmesurado individualismo. Pero la gente no puede permitirse ya ser individualista. Como cristianos, sabemos que formamos parte de una sociedad en la que los unos tienen necesidad de los otros. En cambio, en Holanda, el primero que quiere algo considera todo se debe permitir. Así no nos damos cuenta de las consecuencias de nuestras acciones. Mire por ejemplo la legalización de la prostitución o los matrimonios entre homosexuales. Estamos ante una revolución sociológica negativa. Y esto es consecuencia de una, digamos, imagen reducida del hombre y de la mujer.
La Biblia ha dicho: «El hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios», pero nosotros lo hemos olvidado, como hemos olvidado que todas nuestras acciones tienen un impacto sobre la sociedad».
–¿Considera que el resto de Europa pueda ahora seguir el ejemplo de Holanda?
–Cardenal Simonis: Mucho me temo que sí. Tengo miedo que en toda Europa occidental se dé la
misma postura individualista y la misma secularización. Y también me han dicho que, con ley o sin ley, de todos modos ya se está practicando la eutanasia en varios países. Pero es importante que haya principios claros. Hay que fijar estos principios, sobre todo en la educación de los jóvenes, que deben saber distinguir lo justo de lo que no lo es. Sí, se seguirán haciendo secretamente prácticas de eutanasia, pero tenemos que seguir diciendo que esto no es justo. La norma debe seguir siendo norma.
–¿Qué puede hacer la Iglesia para impedir la degradación moral de la sociedad holandesa?
–Cardenal Simonis: La Iglesia debe seguir diciendo que la vida es propiedad de Dios y seguir instruyendo a la gente y explicar que, aunque ahora está legalizada, la eutanasia no está admitida por los cristianos y apelar a la conciencia de los médicos y de los trabajadores en los hospitales para que se nieguen a colaborar.
–Cardenal Simonis: ¿Piensa que es posible valorar científicamente lo que la ley de la eutanasia define como «sufrimientos insoportables»?
–Se trata de un juicio subjetivo. Pero es muy peligroso crear un escalafón de sufrimientos morales y psicológicos. Antes se hablaba de eutanasia «al final de la vida». Ahora hay también gente de 40 años, y también niños, que la piden. Es una cuestión completamente subjetiva. El médico, según la ley, debe juzgar cuál es la condición psicológica del paciente pero aplicará sus ideas individualistas y, por tanto, la decisión se hace muy subjetiva. Además, hay demasiada presión sobre el médico. Aunque la ley pida que consulte a otro médico, siempre puede llamar a un amigo que piense como él.
–¿Cómo juzga las declaraciones de los ministros de Justicia y Sanidad para los cuales «el derecho a la vida no debería convertirse en una obligación de vivir»?
–Cardenal Simonis: Es una afirmación muy peligrosa. De este modo, se lanzan mensajes equivocados. Para nosotros cristianos, la vida es un don, pertenece a Dios, y se convierte por lo tanto en una obligación hasta su epílogo. Aquí entra también el concepto de sufrimiento que la eutanasia tiende a eliminar, sin ver por tanto su significado. He tratado por todos los medios de hacer comprender este concepto también a la gente sin fe. De todos modos publicaremos para los cristianos una durísima declaración de condena de la ley, de modo que, al menos los cristianos podrán recibir un juicio claro.