CIUDAD DEL VATICANO, 24 abril 2001 (ZENIT.org).- Juan Pablo II firmó este martes el decreto de conclusión de la causa de Artémides Zatti, por lo que próximamente podría conocerse la fecha de su beatificación. El religioso coadjutor salesiano se convertiría así en el tercer beato argentino, además de Laura Vicuña y Nazaria Ignacia March.
El proceso diocesano de canonización de Zatti fue abierto el 22 de marzo de 1980 por el entonces obispo de Viedma, monseñor Miguel Esteban Hesayne. El 7 de julio de 1997 se leyó ante el Santo Padre el decreto de la heroicidad de las virtudes, por lo cual fue declarado «Venerable» y el 9 de marzo de 2000 fue reconocido por la comisión de médicos el milagro atribuido a su intercesión.
Artémides Zatti nació en Boretto, Italia, el 12 de octubre de 1880 y a los 17 años llegó a Bahía Blanca junto con sus padres y hermanos.
Era párroco de Bahía Blanca el salesiano Carlos Cavalli, cuando Artémides encontró en él a su director espiritual, y aquel a un colaborador y amigo.
A los 20 años sintió el llamado de Dios a la vida religiosa y dejando todo ingresa al Aspirantado salesiano de Bernal. Fueron años muy duros para Artémides, por ser mayor que sus compañeros y por sus pocos estudios.
En 1902, asistiendo a un sacerdote tuberculoso contrajo la enfermedad y debió regresar con los suyos. Vuelto a casa, manifestó su decisión de morir como religioso de Don Bosco. Aconsejado por el padre Cavalli fue al Hospital Misionero de Viedma. Allí, el sacerdote y doctor Evasio Garrone detectó el grave estado del joven y descubrió sus virtudes: podría ser su sucesor ya que él se sentía viejo.
Viendo que la enfermedad seguía haciendo estragos en el joven, le propuso un voto a María Auxiliadora: «Si Ella te sana, dedicarás tu vida a los enfermos». Artémides hizo el voto y se sanó por completo. Desde entonces dedicó su vida a los enfermos.
En 1908 Zatti se consagró a Dios como salesiano coadjutor, y desde 1911 a 1951 se hizo el pariente de todos los pobres inmolando cuarenta años al servicio de los enfermos y, particularmente, de los más pobres en el Hospital San José de Viedma.
Su celo apostólico lo movía a visitar día y noche con su legendaria bicicleta a los enfermos de ambos poblados ribereños del río Negro: Viedma y Carmen de Patagones. Su fama de enfermero santo corrió por todo el sur, y de toda la Patagonia llegaban enfermos que él recibía gratuitamente, confiando en la Providencia que nunca le dejó faltar medicinas, alimentos y ropa para todos.
Ocho meses antes de su muerte, Zatti supo que tenía cáncer de hígado. Lo aceptó serenamente y siguió trabajando como siempre hasta que el mal lo postró en su cama.
El 15 de marzo de 1951, Don Zatti murió en el Hospital San José de Viedma rodeado del cariño y gratitud de un pueblo que comenzó a invocarlo como intercesor ante Dios. La fama de santidad se extendió rápidamente y Viedma le dedicó un monumento y la calle principal de acceso a la ciudad.