Antiglobalización: El primer movimiento de protesta del siglo XXI

Una «red» variopinta contra las instituciones financieras internacionales

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ROMA, 9 junio 2001 (ZENIT.org).- Los servicios secretos de Italia y los países europeos se encuentran en estos momentos en plena movilización ante la reunión de los países más industrializados del mundo, el G8, que se reunirá en Génova del 18 al 21 de julio. Movimientos, organizaciones, asociaciones que se declaran contra la globalización han prometido actos de protesta en la ciudad mediterránea.

Para organizar la protesta se ha creado el «Genoa Social Forum», un grupo de organizaciones de diferentes tendencias e intereses. Uno de sus portavoces, Stefano Lenzi (de la organización WWF) anunciaba el 5 de junio, en declaraciones publicadas por el diario «Avvenire», que no excluye la violación «en signo de protesta civil» de la así llamada «zona roja», es decir, el recinto que será reservado a los participantes en la cumbre y defendido por la policía. El «Genoa Social Forum» rechaza el uso de la violencia y el vandalismo, opta más bien por «acciones de desobediencia civil a través de palabras y cuerpos».

De otro género han sido las declaraciones de algunos de los 140 Centros Sociales, que agrupan en Italia a simpatizantes de organizaciones anarquistas o comunistas, y que han prometido batalla campal contra las fuerzas del orden («Avvenire», 3 de junio).

El primer movimiento de contestación del siglo XXI
Nos encontramos ante una punta de iceberg de lo que los sociólogos consideran como el primer gran movimiento de contestación del siglo XXI. Se le conoce en algunos países como el «Pueblo de Seattle» pues alcanzó por primera vez notoriedad mundial con sus acciones de protesta en la reunión de la Organización Mundial del Comercio, que se celebró en esa ciudad estadounidense, en noviembre de 1999.

Entre estos grupos de protesta se encuentran organizaciones civiles de lo más variado, asociaciones, sindicatos y corrientes de partidos políticos (tanto de extrema izquierda como de extrema derecha). Todos tienen un enemigo común: la globalización. Hay desde agricultores europeos que denuncian los productos transgénicos estadounidenses hasta universitarios estadounidenses que protestan por la caza japonesa de ballenas, pasando por grupos feministas radicales o sindicalistas que defienden que las industrias se queden en los países ricos, así como defensores de los derechos que claman contra la explotación de los niños en las fábricas del Tercer Mundo. Siguieron luego otros actos de este tipo en todas las reuniones de las instituciones financieras internacionales.

El intento de crear una «red»
Este movimiento trató de convertirse en una «red» de pensamiento en el I Foro Social Mundial reunido del 25 al 30 de enero de 2001 en Porto Alegre (capital del Estado de Río Grande do Sul, Brasil). Constituía al mismo tiempo una especie de protesta contra el Foro Económico Mundial de Davos (Suiza), que se organizaba en esos días y que reúne a la flor y nata de las finanzas, de la industria y de la política mundiales.

En la reunión alternativa de los «antiglobalización», que se celebró en la Universidad Pontificia Católica de Porto Alegre, intervinieron personajes como Danielle Mitterrand (esposa del fallecido presidente francés François Mitterrand), el también francés José Bové (conocido en todo el mundo por la destrucción de los McDonalds y de los campos sembrados de semillas transgénicas), Lula (histórico líder de la izquierda brasileña y presidente honorario del PT), Joao Pedro Stédile (líder del Movimiento de los Sin Tierra de Brasil), Hebe de Bonafini de la asociación de las Madres de la Plaza de Mayo (organización de víctimas de los «desaparecidos» en el régimen militar argentino).

El «subcomandante Marcos» de Chiapas envió un mensaje a distancia en el que definía la globalización como la cuarta «guerra mundial» que desencadena la destrucción del planeta. Constituye la imposición definitiva del «pensamiento único», añadía, que encuentra sus «fuentes» principales en un conjunto de fuerzas económicas, entre las que destacan el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la Conferencia de las Naciones Unidas para la Cooperación y el Desarrollo Económico y la Organización Mundial del Comercio (Cf. Mensaje enviado desde la Selva Lacandona por el «Subcomandante Marcos» al Foro Social Mundial celebrado en Porto Alegre, 25 al 30 de enero de 2001).

El encuentro de Porto Alegre terminó con un Documento final de los movimientos sociales y populares que participaron en el que se establecía el calendario de propuestas para el año 2001. Entre los grandes momentos de protesta, figura la cumbre de Génova de julio, así como la reunión anual del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial en Washington, del 28 de septiembre al 4 de octubre.

En Porto Alegre algunos grupos no se sintieron representados: un grupo de manifestantes negros irrumpió en la Sala de Prensa del congreso gritando: «¡Somos más del 50% de la población de Brasil, pero en el Foro Social Mundial hemos tenido sólo una hora, en cinco días, para exponer nuestros puntos de vista» («Reuter», 28 de enero de 2000).

¿Cómo organizar una protesta?
Las organizaciones que asumen la protesta violenta han creado en los últimos años red de colaboración que se ha visto especialmente beneficiada por Internet. «Time» publicaba el 24 de abril de 2000 un artículo en el que mostraba cómo se organizan, tomando el caso de las protestas contra la anterior reunión del Fondo Monetario Internacional y la Banca Mundial, en Washington, en la que unieron sus fuerzas 603 grupos, dirigidos por 7 organizaciones principales de diferentes facciones.

Según el artículo, cada facción escogió a un representante en el «consejo central» que decide la estrategia. Ese consejo se reunía cada noche en los días antes de las protestas para finalizar todos los detalles. El trabajo del consejo fue precedido por cuatro meses de planificación de otro consejo, que estaba compuesto de 16 representantes de otros tantos grupos de trabajo. Esos grupos de trabajo se encargaban de las diversas facetas de la organización: fondos, cuestiones legales, logística, media, etc.

Detrás de estos grupos había 16 patrocinadores que aportaban personas y fondos. «The Telegraph» (15 de abril de 2000) revelaba que «The Ruckus Society» tiene campamentos de entrenamiento para organizadores de protesta.

Un malestar que exige respuestas
En declaraciones publicadas por Zenit el 4 de febrero de 2001, el ex presidente de la Comisión Europea, Jacques Delors, comentaba la acción de estos movimientos de protesta con estas palabras: «Rebelarse contra el actual desequilibrio internacional es sacrosanto. Pero rompiendo escaparates no se construye una alternativa. Es tiempo de propuestas».

Al comentar los actos de violencia que tuvieron lugar en la cumbre de Seattle, el entonces secretario del Consejo vaticano Pontificio para la Justicia y la Paz, el arzobispo Diarmuid Martín (actual observador permanente del Vaticano en la sede de las Naciones Unidas de Ginebra), explicó a la agencia vaticana Fides (10 de diciembre de 1999): «Los potentes del mundo en estas reuniones quieren decidir las políticas internacionales sobre el comercio sin escuchar a la sociedad civil».

El problema de la Organización Mundial para el Comercio (World Trade Organization, WTO) y de otras organizaciones de este tipo, aclaró el arzobispo, consiste en haber hecho las cuentas sin prestar atención a la sociedad civil: «La protesta es señal evidente de un malestar. Aun condenando la violencia, siempre contraproducente, hay que interrogarse sobre este malestar».

Juan Pablo II ha dedicado en los últimos años tiempo e intervenciones importantes a reflexionar sobre los principios que deben orientar el proceso de la globalización, un hecho humano, «gran signo de nuestros tiempos» –como él lo define–, cargado de posi
bilidades positivas y al mismo tiempo de graves amenazas. En particular, el pontífice ha aplicado los principios de la doctrina social (dignidad de la persona, soildaridad, subsidiariedad, bien común) al nuevo contexto de la globalización. En nuestro próximo número de «Semana Internacional» analizaremos esta respuesta.

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ZENIT Staff

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