CIUDAD DEL VATICANO, 10 junio 2001 (ZENIT.org).- Cuando el mundo descubría con terror cientos de cadáveres en fosas comunes de kosovares albaneses a las puertas de Belgrado, el encargado de promover y coordinar la obra de caridad e la Iglesia católica, concluía una decisiva visita a Yugoslavia.
El arzobispo alemán Paul Josef Cordes, presidente del Consejo Pontificio «Cor Unum», se reunió entre el 4 y el 5 de junio con la Conferencia Episcopal Católica y con representantes de Cáritas, en reuniones organizativas, para lanzar una nueva fase: de las ayudas de emergencia realizadas hasta ahora a una a acción social que apunte hacia el futuro del país.
Monseñor Cordes se reunió también con el primer ministro Zoran Djindjic, con quien discutió nuevas posibilidades de colaboración entre la Iglesia católica (que en el país constituye una minoría que no supera el 5%) y las nuevas autoridades democráticas de Belgrado.
Ofrecemos a continuación el balance de esta última visita que ha realizado el mismo arzobispo alemán en declaraciones concedidas a los micrófonos de Radio Vaticano.
–¿Cuál es el primer desafío que tiene que afrontar Yugoslavia?
–Arzobispo Cordes: Ante todo hay que eliminar las huellas de la guerra. Han bombardeado y destruido el país; hace falta reconstruir todo. Esta dimensión exterior debe estar acompañada, sin embargo, por otro trabajo, quizá más difícil, que consiste en volver a crear entre la gente un sentido de responsabilidad.
Es fácil comprender que el comunismo ha destruido también mucho de la dinámica humana de querer construir. Cuando el Estado, en el período del comunismo, era la «gran madre», obligó a casi todos a ser como niños. Ahora se da una transformación importante por parte de la sociedad, del gobierno, y sobre todo de la Iglesia, que consiste en querer cambiar esta mentalidad. Con frecuencia, después de un cierto período de la caída del comunismo, en otros países, han regresado los funcionarios del comunismo, pues eran los únicos que estaban preparados para hacer política, para gobernar. Tampoco en Yugoslavia han muerto las viejas fuerzas del comunismo, y tratan de volver al poder.
–En Yugoslavia hay más de medio millón de refugiados. ¿Cuál es la labor de la Cáritas local y cuáles son los desafíos que tienen que afrontar los organismos caritativos de la Iglesia católica, teniendo presente que la población católica del país no supera el 5 por ciento?
–Arzobispo Cordes: Gracias a Dios la red católica funciona muy bien, incluso con esta pequeña presencia de católicos. La Iglesia católica, gracias a las parroquias, ha demostrado la bondad de Dios en la obra caritativa. Además, a mí me parece que el modelo de trabajo de la Cáritas es muy positivo, pues no crea una gran administración, sino que trata de estar cerca de la gente. De este modo, la Cáritas no es sólo una institución, sino también una realidad arraigada en la parroquia, y esto es muy bueno.
–De hecho, el objetivo de su visita ha sido también el de relanzar esta labor de Cáritas.
–Arzobispo Cordes: Me he encontrado con todos los obispos y me han dicho que después de esta fase de emergencia tenemos que entrar en una nueva fase, es decir, crear una red de Cáritas y una identidad para el trabajo caritativo.
–¿De qué habló en su encuentro con el primer ministro de Yugoslavia, Zoran Djindjic?
–Arzobispo Cordes: El primer ministro se mostró sumamente disponible y gentil y prometió hacer de intermediario entre el Estado y Cáritas. Constatamos las dificultades relativas al transporte de las medicinas, que tiene una aduana muy elevada. El primer ministro dijo que quiere hacer de intermediario también ante otros ministerios para facilitar las ayudas.
–Hace unos días circuló la noticia de la aparición de otras dos fosas comunes de civiles kosovares en Serbia. ¿Habló de esto con los obispos de Yugoslavia?
–Arzobispo Cordes: A mí me parece que el gran demonio de esta zona es el nacionalismo, que ha introducido tantas tensiones y causado tantas guerras. Es interesante constatar que en la Conferencia Episcopal Católica están representados pueblos diferentes. Por ejemplo, el arzobispo de Belgrado y presidente de la Conferencia, monseñor Stanislav Hoĉevar, es esloveno, y el cardenal Vinko Puljic, de Sarajevo es croata. La Conferencia episcopal es un conjunto de naciones diferentes. Los obispos son muy sensibles a su pertenencia a un pueblo, pero también a la necesidad de superar las diferencias, con espíritu de fe.
A mí me parece que, en este momento, el mensaje lanzado por la Iglesia católica es el de la comunión entre los fieles y el de la solidaridad entre los pueblos. Esto es muy importante porque es necesario superar aquellos elementos nacionalistas que en el pasado han hecho tanto daño. Estos elementos se superan cuando se ve en el otro, ante todo, a un hermano, a una hermana, y sólo después la pertenencia a un pueblo.