Claves para superar el foso que separa a Occidente del cristianismo ruso

Habla el profesor Averincev, experto en temas orientales y judíos

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ROMA, 25 junio 2001 (ZENIT.org).- Profesor de filogía y literatura comparada, autor de textos fundamentales sobre el universo cultural de Bizancio y sobre el encuentro entre la cultura griega y el mundo judío, Sergej Sergeevic Averincev está entre los inspiradores del despertar espiritual en los países de la antigua Unión
Soviética.

Con Alexander Solyenitsin y otros pocos es una de las conciencias críticas del cristianismo ruso. En esta entrevista concedida a la revista italiana «Jesus», en su número de junio, analiza la herencia de la Ortodoxia y las dificultades de entendimiento entre «los dos pulmones» de la espiritualidad cristiana.

–¿Cuáles son en su opinión los prejuicios o los errores que debemos combatir los occidentales para comprender mejor el alma rusa?

–Sergej Sergeevic Averincev: No creo que exista un Occidente uniforme. Italia es Italia, y estoy seguro que, para el alma italiana, llegar a comprender el alma rusa es mucho más fácil que para otra alma digamos más «árida». Por lo que se refiere al prejuicio en general, diría que hay que excluir toda simplificación, toda pereza intelectual ante la complejidad de la realidad, tanto en clave «rusófoba» como «rusófila».

–¿Cuáles son las tentaciones o los «demonios» que hoy día tientan a Rusia?

–Sergej Sergeevic Averincev: Toda mi actividad pública en Rusia es un esfuerzo por exorcizar tales demonios. Pienso que un gran problema (y no sólo para Rusia) es la superación de toda tendencia al nacionalismo y a un peligroso e infecundo aislacionismo, obviamente sin traicionar nuestra identidad nacional.

El demonio que hoy, en esta era de «americanismo», puede tener mayores posibilidades de éxito entre los jóvenes de países que se precian de una historia antigua, como Rusia (pero también en Europa), se llama «complejo de inferioridad».

La acción destructiva de este demonio es evidente en dos modelos contrapuestos: la locura del ultranacionalismo y el deseo frenético de una nivelación de todas las culturas.

–Usted dice que el universo cultural europeo ha nacido del diálogo entre Atenas y Jerusalén. ¿Pero cuál puede ser el papel de Bizancio, es decir de la Ortodoxia, en la formación de una nueva conciencia europea?

–Sergej Sergeevic Averincev: La experiencia del cristianismo occidental nos debe enseñar a nosotros, los ortodoxos, a comprender las enseñanzas de san Pablo: «Hermanos, no seáis niños en juicio. Sed niños en malicia, pero hombres maduros en juicio» (I Cor 14,20). Nuestra tarea es recordar lo que se dice en el libro de los Proverbios: «El temor del Señor es el principio de la ciencia…» (Pr 1,7). Este «temor» es muy diverso de toda timidez servil, estando, en cambio, íntimamente relacionado con el misterio.

No por nada lo que en la tradición latina se llama «sacramento», en la lengua de la Ortodoxia bizantina se llama «misterio». La palabra «sacramento» está llena de nobleza, con su directa referencia al uso romano del juramento de fidelidad militar (sacramentum). Pero el concepto de «misterio» tiene una profundidad propia. Es indispensable que, en la nueva conciencia del cristianismo europeo, estos conceptos se consideren como complementarios.

El «misterio», sin el sentido sacramental del «juramento de fidelidad militar», se puede quedar con los brazos cruzados; el «sacramento», vaciado del sentido del «misterio» es demasiado árido y moralista.

–¿Qué aspectos de la herencia de Bizancio (la tradición filocálica, la liturgia, la enseñanza de los Padres, el monaquismo…) considera indispensables para la afirmación de esta conciencia?

–Sergej Sergeevic Averincev: Los aspectos que usted ha enumerado son sustancialmente inseparables. Pienso sin embargo que, cuando se habla de herencia bizantina, la cultura litúrgica tiene ciertas ventajas, gracias su visibilidad. Estoy impresionado de cómo esta cultura es, en algunos casos, acogida y recibida en Occidente. En París, por ejemplo, en la antigua iglesia de Saint-Gervais, la Fraternidad de Jerusalén celebra la Eucaristía y la liturgia de las Horas según el rito latino pero con la inserción de algunos elementos del rito bizantino y, lo más importante, con una gran capacidad de recibir la atmósfera general del «misterio» bizantino y un gusto especial por la «hesychia», es decir por la contemplación y la paz interior.

En este sentido, se podrían citar también los casos de la Abadía benedictina de Chevetogne, en Bélgica, donde los monjes celebran según los dos ritos (latino y bizantino), y la experiencia de la Comunidad ecuménica de Taizé.

–¿Cómo ve la actual etapa del diálogo (algunos hablan de «hielo») entre catolicismo y Ortodoxia?

–Sergej Sergeevic Averincev: Sí, la situación actual es muy triste, todos los vientos del mundo soplan contra la nave de la reconciliación. Pero si tenemos fe en el hecho de que el Señor está con nosotros, en nuestra frágil barca de Galilea, la esperanza no nos puede abandonar.

Mire, si la unidad no es un simple deseo, sino una cuestión de vida o muerte, entonces cada uno de nosotros debe hacer su esfuerzo, con la oración y con la acción, para alcanzar el objetivo. Nosotros todos debemos ser uno «para que el mundo crea».

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ZENIT Staff

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