LVOV, 26 junio 2001 (ZENIT.org).- Juan Pablo II lanzó este martes un vibrante llamamiento a la reconciliación de los pueblos eslavos desde Lvov, tierra disputada en el siglo XX por polacos y ucranianos, por católicos y ortodoxos, por comunistas y nacionalistas.
El ambiente de la visita papal ha cambiado radicalmente desde que el lunes en la tarde el pontífice dejara Kiev para llegar a esta ciudad, bastión del martirio católico en tiempos de la persecución comunista, declarada patrimonio de la humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Ciencia, la Educación y la Cultura (Unesco) por los esplendores de la cultura cristiana eslava que alberga.
En el hipódromo de Lvov, ante 300 mil personas según la policía, 600 mil según algunas agencias de prensa internacionales como AP, el pontífice proclamó dos de las treinta beatificaciones que constituyen el culmen de su 94 visita internacional.
El clima era de fiesta. Concelebraron la eucaristía cien obispos, muchos de ellos procedentes de Hungría, Austria, Kazajistán, Rumanía, Polonia y Croacia. Vinieron también miles de peregrinos desde Polonia, que se encuentra a tan sólo 60 kilómetros. Estas regiones del oeste de Ucrania formaban parte de Polonia hasta la Segunda Guerra Mundial. La mayoría de los católicos ucranianos de rito latino son todavía hoy de origen polaco.
En una homilía pronunciada en ucraniano y polaco desde una inmensa plataforma en la que se encontraba el altar, bajo un cielo límpido, el pontífice invitó a todos los presentes a «reconocer las infidelidades evangélicas en las que incurrieron muchos cristianos de origen tanto polaco como ucraniano, residentes en estos lugares».
«Ha llegado la hora de tomar las distancias del doloroso pasado –añadió–. Los cristianos de las dos naciones tienen que caminar juntos en el nombre del único Cristo, hacia el único Padre, guiados por el mismo Espíritu Santo, fuente y principio de unidad».
«Que el perdón ofrecido y recibido se difunda como bálsamo benéfico en el corazón de cada uno. Que La purificación de la memoria histórica disponga a todos para hacer que prevalezca lo que une sobre lo que divide, para construir juntos un futuro de recíproco respeto, de fraterna colaboración y de auténtica solidaridad», aclaró.
Para subrayar estos valores el pontífice proclamó a dos nuevos beatos, apóstoles de la caridad en esas tierras, entre finales del siglo XIX e inicios del siglo XX.
Józef Bilczewski (1860-1923), arzobispo de Lvov de los católicos de rito latino, como recordó el pontífice, «salió al encuentro de los necesitados, por quienes nutría una predilección tal que quiso quedarse con ellos incluso después de la muerte, pidiendo que se le enterrara en el cementerio de Janow, en Lvov, que acogía los restos mortales de los desvalidos».
El otro nuevo beato ucraniano es Zygmunt Gorazdowski (1845-1920), fundador de la Congregación de las Hermanas «Józefitki», Juan Pablo II recordó cómo, «menospreciando el grave riesgo de peligro de contagio, visitaba a los enfermos de Wojnilow y preparaba personalmente para el entierro los cuerpos de los muertos de cólera».
Se trata de dos figuras que inspiraban a los católicos en tiempos de las persecuciones comunistas que comenzaron aquí con la segunda guerra mundial. El Papa rindió así homenaje a esos hombres y mujeres, algunos de ellos ya ancianos estaban allí presentes, que fueron capaces de arriesgar la vida para ser fieles a su fe durante toda la segunda mitad del siglo XX.
Josef Stalin desmanteló las diócesis católicas de la región y suprimió a los greco-católicos obligándoles a pasar, en 1946, a la Iglesia ortodoxa rusa. Hasta tiempos de la Perestroika de Mijaíl Gorbachov los sacerdotes y fieles tuvieron que vivir en la clandestinidad. Muchos fueron asesinados, encarcelados o deportados.
«Y a vosotros, que ahora acompañáis a estos generosos obreros del Evangelio tratando de llevar adelante su misión, os digo: ¡no tengáis miedo! ¡Cristo no promete una vida fácil, pero siempre asegura su ayuda!», exhortó el pontífice.
Juan Pablo II está residiendo en Lvov en la casa arzobispal de San Jorge, expropiada por el régimen comunista a los católicos, y devuelta por el gobierno con motivo de la visita papal.
En la tarde del martes, como siempre hace en sus viajes, se encontró con los jóvenes ucranianos, en un encuentro festivo.
El miércoles, presidirá otras 28 canonizaciones de los mártires de la Iglesia greco-católica, víctimas durante la Segunda Guerra mundial de la persecución comunista y de un sacerdote casado víctima del nazismo. Concluirá sus cinco días de estancia en Ucrania en la tarde del miércoles, cuando regresará a Roma.