LVOV, 27 junio 2001 (ZENIT.org).- Juan Pablo II beatificó este miércoles, en su último día de visita pastoral a Ucrania, a 27 mártires de la Iglesia greco-católica, que murieron «por odio a la fe» entre 1941 y 1973.
La ceremonia ha sido histórica, pues por primera vez un obispo de Roma ha presidido una beatificación en el marco de una «liturgia divina», como llaman los cristianos de oriente a la celebración eucarística.
Los 8 obispos, 15 sacerdotes, 3 religiosas y un laico son también los primeros procesos de beatificación que ha llevado adelante la Iglesia greco-católica, tras la persecución comunista.
El primero de la lista en el decreto de beatificación es el obispo Mykola Charneckyi, arrestado por la NKVD, la policía secreta soviética, en 1945, y condenado a trabajos forzados en Siberia. Tras ser torturado, murió poco después, al regresar a Lvov, en 1959.
Su fama de santidad es tan grande, que todas las semanas las autoridades de la ciudad tienen que echar tierra en su tumba, pues muchos peregrinos se llevan un puñado después de haber rezado ante ella.
Entre los nuevos beatos aparece también el padre Omeljan Kovch, sacerdote casado con seis hijos, quien fue víctima de los comunistas y de los nazis. Arrestado en 1941 por el ejército soviético, fue puesto en libertad y después apresado por los alemanes, en el campo de concentración de Majdanek, en Polonia, por haber ayudado a judíos a huir.
Entre los nuevos mártires aparece también Teodor Romza, obispo ruteno, quien murió envenenado en 1947, en un hospital, después de haber sufrido un misterioso accidente de tráfico.
Al ojear las biografías de los nuevos beatos se pueden leer historias terribles. Es el caso del padre basiliano Severijan Baranyk, encarcelado por los soviéticos en 1941, en Drohobych, la Galicia ucraniana. Su cuerpo nunca apareció, pues según algunos testimonios recogidos en el proceso de la causa, «fue hervido y servido como sopa a los prisioneros».
El padre redentorista Zynovij Kovalyk fue arrestado mientras pronunciaba la homilía y martirizado por los bolcheviques en una crucifixión ridiculizante escenificada en la prisión de Bryhidky, en Lvov.
Dos religiosas, sor Olha Bidà y sor Leukadia Harasymiv, asistían espiritualmente a los greco-católicos que se habían quedado sin sacerdotes. Capturadas mientras dirigían la oración en un funeral, fueron enviadas a Siberia, donde murieron a causa del cansancio y los tormentos.
Entre los nuevos beatos aparece también un ruso, Leonid Fedorov, nacido en el seno de una familia ortodoxa de San Petersburgo. Se convirtió al catolicismo en Roma. Luego fue ordenado sacerdote católico de rito oriental y, al regresar a su patria, fue encerrado en el campo de concentración de las islas Solovski, donde murió en 1934, después de diez años de prisión.
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Jun 27, 2001 00:00
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