CIUDAD DEL VATICANO, 2 julio 2001 (ZENIT.org).- Juan Pablo II ha presentado en todo su atractivo a los cristianos de inicios de siglo la herencia de Charles de Foucauld, conocido como el misionero del Sahara.
Con motivo de la celebración de un congreso en la diócesis francesa de Viviers para conmemorar el año del centenario de su ordenación sacerdotal, el pontífice ha enviado un mensaje a los participantes en el que recoge algunas de las grandes lecciones del «misionero del Sahara».
«El hermano Charles –explica el pontífice– invita a todos los fieles a buscar en la contemplación de Cristo y en una relación íntima con él fuerza nueva para alimentar su vida espiritual y proponer el Evangelio a los hombres de nuestro tiempo. De este modo, se convertirán en servidores del encuentro entre Dios y la humanidad».
Charles de Foucauld (1858 – 1916) a bandonó el ejército francés para explorar Marruecos en 1882, ganando la medalla de oro de la Sociedad Geográfica. A los 28 años descubrió la fe. Comenzó así una intensa búsqueda de Dios que, tras la ordenación sacerdotal, le llevó hasta el Sahara, donde llevó una vida de ermitaño y misionero. Allí vivió con los tuaregs, en Tamanrasset. Aprendió su idioma para traducir los Evangelios y publicar un imponente diccionario ilustrado.
«Deseo que sus intuiciones espirituales sigan irrigando la vida de la Iglesia, testimoniando así que el amor es más fuerte que toda división», explica el Papa en el mensaje.
La intensa actividad misionera del apóstol de los tuaregs, bruscamente desgajada el 1 de diciembre de 1916 por la bala de un fusil disparado durante una escaramuza entre los nómadas del desierto, según el pontífice, estuvo caracterizada por un único deseo: convertirse en el «grano hundido en tierra», ofreciendo la vida «en el silencioso seguimiento de aquel que amó a todos los hombres hasta el final».
Hombres y mujeres, a su muerte, decidieron realizar el sueño de De Foucauld, una familia religiosa: hoy hay 10 congregaciones religiosas y 9 asociaciones de vida espiritual que se inspiran en su carisma.
El mensaje del Papa, por último, alienta a todos los que se inspiran hoy en el carisma del padre De Foucauld a promover una nueva «imaginación de la caridad» (como él mismo pide en la carta apostólica «Novo millennio ineunte»), «especialmente en los países en los que existen tensiones culturales o religiosas, en los que la gente vive en condiciones difíciles, y entre los numerosos pobres de la sociedad moderna».
La causa de beatificación de Charles de Faoucauld recibió un empuje decisivo el 24 de abril pasado, cuando la Congregación vaticana para las Causas de los Santos, en presencia del Papa, hizo público el decreto que reconoce sus «virtudes heroicas».