CIUDAD DEL VATICANO, 15 julio 2001 (ZENIT.org).- El sábado pasado la Congregación para las Causas de los Santos promulgó los decretos de tres nuevos mártires, todos ellos padres de familia. El alemán Nikolaus Gross, ejecutado por los nazis en 1945 y dos mexicanos, Juan Bautista y Jacinto de los Ángeles, encargados de velar por la pureza de la fe en su pueblo, y por ello fueron asesinados en 1700 por algunos paisanos.

Hablamos hoy de la vida de Gross, padre de siete hijos. Cuando hubo que asumir una responsabilidad pública ante la barbarie nazi, no se echó atrás y pagó con la vida. Como conspirador no violento, deseaba una sublevación de las conciencias contra Hitler y proyectaba una Alemania mejor. Un sueño roto por la dura realidad que, a la larga, venció sobre el proyecto de muerte de sus verdugos. Un recorrido de vida bien sintetizado por el eslógan que la diócesis de Essen, en la cuenca del Ruhr, eligió para el programa de las manifestaciones. Estas manifestaciones culminaron el 7 de octubre con la beatificación de Gross en la plaza de San Pedro: "Fe, amor, patíbulo".

Nacido en 1898, en Niederwenigern, cerca de Essen, conoció primero el trabajo de la mina. A los 19 años, se inscribió en el sindicato cristiano de su rama laboral. A los 20, en el partido cristiano del Zentrum. A los 22, era secretario de los jóvenes mineros. Empezó a colaborar en el diario del Movimiento Católico de los Trabajadores (KAB) el “Westdeutschen Arbeiterzeitung”. Dos años después, era director.

Desde la sede de Colonia se prodigó en mantener informados a los lectores contra la nefasta influencia de la propaganda nazi. “Nosotros trabajadores católicos rechazamos con fuerza y con claridad el Nacionalsocialismo, no sólo por motivos políticos o económicos, sino decididamente también por nuestra postura religiosa y cultural”, decía. Colaboró con las mayores inteligencias católicas contrarias al régimen, como el jesuita padre Alfred Delp y el laico Emil Letterhaus, que siguieron su mismo destino.

Con la llegada del régimen, empezaron las dificultades. El diario fue declarado “enemigo del Estado”. En 1938, fue cerrado y prosiguió gracias a ediciones clandestinas ciclostiladas.