CIUDAD DEL VATICANO, 25 julio 2001 (ZENIT.org).- Más de nueve mil personas de unos veinte países hacían una larga cola esta soleada y calurosa mañana romana para entrar en el Aula Pablo VI del Vaticano y encontrarse con el Papa. La lengua española era la más escuchada entre los peregrinos.

Venido de Castel Gandolfo para celebrar esta audiencia general, Juan Pablo II se ha detenido en el tema bíblico “Dios castiga y salva” (Tobías 13, 2.6.7.9-10a), subrayando que “Quien abre el corazón a las necesidades del prójimo agrada al Señor y experimentará al fin su misericordia”, Juan Pablo II recordó la historia de Tobit en el exilio, que sufre inesperadamente la ceguera y la pobreza. Se trata de un hombre que a pesar de todo conserva la fe y encontrará en Dios ayuda y respuesta.

El Papa se ha detenido en esta figura del relato veterotestamentario para subrayar que la vida de Tobit está marcada por sufrimientos personales, en medio de los cuales no dejará de ser fiel a Dios y será, finalmente, socorrido por el Señor, y su hijo Tobías, tras un arriesgado viaje, se encaminará a un matrimonio feliz.

La historia de Tobit está ambientada entre los israelitas y los asirios en Nínive, tentados de abandonar las tradiciones de sus Padres. En el himno pronunciado por Tobit, se trata de responder al interrogante que el pueblo exiliado se hace: "¿Por qué Dios nos trata así?” “El castigo -ha explicado el Papa- parece como una especie de pedagogía divina, en la que todavía la última palabra se reserva siempre a la misericordia y por tanto, al dirigir la mirada a Dios, surge un pequeño diseño de teología de la historia”.

“La historia de Tobit y su familia parece un programa de vida, recuerda Juan Pablo II, un llamamiento a la conversión” y ha concluido afirmando que “bastaría pensar en la parábola del Padre misericordioso, narrada por el evangelista Lucas. A la conversión del hijo pródigo no sigue sólo el perdón del Padre sino un abrazo de infinita ternura, acompañado de la alegría y de la fiesta”.

En su resumen, en español, el Papa ha explicado a los numerosos peregrinos de habla española que “el hombre inocente que sufre, no puede explicarse su drama, si no es confiándose a la grandeza y sabiduría de Dios. Para nosotros, la respuesta al misterio del dolor del mundo es la Cruz de Cristo”.

Y ha saludado con afecto a los peregrinos venidos de España, de México (especialmente bulliciosos, cuando han sido nombrados, los provenientes de este país norteamericano, hasta el punto que el Papa, bromeando, ha remedado sus gritos: ¡Se ve, se siente/ el Papa está presente!), Colombia, Paraguay, Argentina y otros países de origen hispano.

Y ha recordado que hoy se celebra la fiesta de Santiago. Además de ser patrón de España y recibir en este día, en su catedral de Santiago, una ofrenda del país, da nombre a muchas ciudades hispanoamericanas.