CIUDAD DEL VATICANO, 3 julio 2001 (ZENIT.org).- La asistencia a la familia y la solidaridad internacional se convirtieron en dos de los temas principales de la audiencia que concedió este martes Juan Pablo II al nuevo primer ministro italiano, Silvio Berlusconi.
Pocos días después del inicio de funciones del nuevo Gobierno, surgido de la coalición de partidos de centro-derecha que ganó las elecciones del pasado 13 de mayo, Berlusconi pidió ser recibido en audiencia con urgencia, antes de que el Santo Padre saliera de vacaciones a los Alpes y anticipar así la celebración de la cumbre de los países más industrializados, G-8, que tendrá lugar en Génova del 18 al 21 de julio.
Berlusconi dio una importancia particular al encuentro. De hecho, pidió que los actos públicos del acontecimiento fueran transmitidos en directo por el canal público de la televisión italiana.
En declaraciones concedidas a Radio Vaticano, Joaquín Navarro-Valls, portavoz de la Santa Sede, ha revelado que «en primer lugar se ha hablado de los temas que afectan a Italia: temas que tienen que ver con la doctrina social de la Iglesia, como la promoción de la persona, la atención a la familia, la paridad entre las escuelas públicas y privadas».
Por lo que se refiere a los temas internacionales, Navarro-Valls explica que los dos líderes han afrontado en particular «el proceso de unificación europea y los temas de la solidaridad internacional, teniendo siempre presente la próxima cumbre del G-8 en Génova».
Juan Pablo II recibió a Berlusconi de pie, ante el escritorio de su Biblioteca privada. Al apagarse los flashes de los fotógrafos, la puerta se cerró, dejando a los dos protagonistas del encuentro en un coloquio privado, que duró algo menos de media hora.
Al salir, Berlusconi presentó a su delegación, en un clima de típica cordialidad italiana. «Gracias por lo que hace por todos nosotros», le dijo al Papa, quien antes había pronunciado sus mejores auspicios por el «importantísimo trabajo» que debe afrontar ahora el nuevo ejecutivo.
En el tradicional intercambio de regalos, el primer ministro entregó al obispo de Roma un icono ruso de finales del siglo XVIII, mientras que el pontífice regaló a su huésped un moderno camafeo con la imagen de la crucifixión de san Pedro.
A continuación, Berlusconi se entrevistó con el cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado de la Santa Sede.