NUEVA YORK, 13 julio 2001 (ZENIT.org).- El jefe de la delegación vaticana, monseñor Celestino Migliore, subsecretario para las relaciones con los Estados habló este 11 de julio ante la Conferencia Internacional sobre el Tráfico Ilegal de Armas Ligeras, que se celebra en Nueva York, del 9 al 20 de julio.
Comenzó su intervención afirmando que “desde el momento en que existe una estrecha relación entre armas y violencia, armas y destrucción, armas y odio, unidos a una desintegración social, las armas no pueden ser tratadas simplemente como bienes comerciales”. Destacó que no se pueden separar de la discusión los aspectos éticos, sociales y humanitarios y que éstos deben ser tenidos en cuenta cuando se solicitan armas pequeñas y ligeras por razones de seguridad, políticas o económicas.
Es bien conocido que las armas pequeñas y las ligeras son las que se usan en primer lugar en los conflictos de todo tipo en el mundo. “Lamentablemente, sin embargo, ha expresado el representante vaticano, es imposible prohibir todo tipo de armas pequeñas y ligeras”. Y reconoció, citando al Pontificio Consejo Justicia y Paz, el derecho a tener armas para legítima defensa, pero este derecho, dijo, es una seria responsabilidad y sólo justifica la posesión o transferencia de armas. “No es un derecho absoluto” indicó, ya que hay normas que fijan las condiciones de licitud de la fabricación, posesión y adquisición.
En esta conferencia se está debatiendo sobre el tráfico ilícito, cuya cuestión fundamental reside en la legitimidad del comercio internacional de armas. Se han puesto sobre la mesa varias medidas concretas para corregir el problema.
Monseñor Celestino Migliore señaló la importancia de desarrollar sistemas de prevención, reducción, contabilidad y control, tales como el marcado y registro, así como la definición de criterios para la exportación, la regulación de los intermediarios, la inclusión de mecanismos de recogida y destrucción de armas en los procesos de paz, el establecimiento de estándares adecuados para la gestión y la seguridad de los almacenes de estas armas.
Mons. Migliore recordó que “La población civil sufre las consecuencias más trágicas del uso de armas ligeras y pequeñas. La mayoría de las víctimas de estas armas son civiles, muchos de los cuales son mujeres y niños”.
En especial recordó que “los niños sufren dos efectos dañinos ya que, por una parte, están expuestos pasivamente a los peligros de estas armas y, por otra, se ven implicados en los conflictos, cuando se les obliga a convertirse en niños-soldado”.
Acabó citando al Papa, en su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, a comienzos de este año: “La cultura de la solidaridad está estrechamente conectada con el valor de la paz. El alarmante aumento de las armas corre el riesgo de sembrar y expandir una cultura de competición y conflicto, una cultura que implica no sólo a los estados sino también a entidades no institucionales, tales como los grupos paramilitares y las organizaciones terroristas. Ante estos desafíos, cada uno ha de sentir el deber moral de dar pasos concretos y programados para promover la causa de la paz y comprensión entre los pueblos”
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Jul 13, 2001 00:00