SREBENICA, 13 julio 2001 (ZENIT.org).- Miles de personas participaron el pasado día 11 de julio en la conmemoración de las víctimas de la masacre más atroz perpetrada en Europa después de la Segunda Guerra Mundial. En Potocari, periferia de Srebrenica, donde estaba la base de la ONU en la que buscaron en vano refugio los habitantes en fuga, cinco mujeres, que perdieron a los familiares en la matanza, descubrieron la primera piedra. En ella, la inscripción: “Srebrenica – 11 de julio de 1995”. Será el mausoleo donde recibirán sepultura los restos de las víctimas hasta ahora exhumadas de las fosas comunes.
En la ceremonia, participaron las máximas autoridades bosnias, el alto representante de la comunidad internacional para los asuntos civiles en Bosnia-Herzegovina, el austríaco Wolfgang Petritsch, el cuerpo diplomático y también, por primera vez este año, las autoridades de la República serbia de Bosnia (RS), la entidad étnico-cultural de la que forma parte hoy Srebrenica, admitida junto a la Federación croato-musulmana en el Estado bosnio. El jefe de la comunidad islámica bosnia, Mustafa Ceric, presidió una ceremonia religiosa.
Srebrenica, el enclave musulmán de Bosnia oriental, en su momento declarada por la ONU “zona protegida”, quedó inerme ante la ofensiva de las milicias serbo-bosnias, al mando de Ratko Mladic, al que todavía busca el Tribunal Penal Internacional de la Haya por los crímenes cometidos en la ex Yugoslavia, acusado de genocidio y crímenes de guerra y contra la humanidad, así como al entonces líder serbo-bosnio Radovan Karadzic, los dos declarados en busca y captura.
Después de tres años de asedio, a primeros de julio de 1995, Mladic ordenó el ataque. Tras unos días de bombardeos incesantes, el 11 de julio irrumpieron en la ciudad las milicias serbo-bosnias, en gran parte hombres de la división Zvornik, al mando del general Radislav Krstic y del coronel Dragan Obrenovic, que hoy están en la cárcel de la ONU en la La Haya.
A la conquista, siguió la masacre. La Asociación de Mujeres de Srebrenica habla de más de diez mil muertes. Según diversos testimonios, para quien se fió de las promesas de Mladic, la rendición significó un tiro en la nuca.
Fueron capturados y asesinados también quienes huyeron y se refugiaron en diversos lugares. Se han encontrado fosas comunes en Cerska, Zvornik, y otros sitios.
“Todavía en la actualidad -afirma hoy el diario vaticano L’Osservatore Romano- el nombre de Srebrenica denuncia muchas cuestiones no resueltas, que constituyen uno de los mayores peligros para la paz futura, sobre todo la falta de identificación y consiguiente castigo de los criminales de guerra, y los graves y culpables retrasos en la comprobación de la suerte de los desaparecidos. Une los dos aspectos justamente la denuncia de las fosas comunes, su legado de especial atrocidad en la turbadora herencia dejada a Europa por el siglo que apenas termina”