PEKÍN, 23 julio 2001 (ZENIT.org).- El pasado 10 de julio, la policía china detuvo en la región de Jiangxi, al sureste de China, a dieciséis sacerdotes de la Iglesia católica clandestina, perseguida por su fidelidad al Papa. En medio de la noche, los agentes de la policía local sacaron de su habitación al padre Liao Haiqing, de la diócesis de Yujiang, e irrumpió luego en una reunión de estudio de otros quince sacerdotes del mismo distrito, deteniendo a todos los presentes.
Según la agencia italiana ANSA, en el área la tensión es muy alta. Se han reanudado las presiones para que los fieles de la Iglesia subterránea entren a formar parte de la Asociación patriótica, órgano de control del Partido sobre la Iglesia oficial.
Liao Haiqing, de 71 años, ya ha pasado 17 en la cárcel, en los años 50 y entre 1980 y 1990. La diócesis de Yujiang es sufragánea de la arquidiócesis de Nanchang, capital de la provincia. El Gobierno ha abolido las diócesis de Yujiang, Nancheng, Ganzhou y Ji’an, y reconoce solamente la diócesis de Nanchang.
En la diócesis de Yujiang hay unos cinco mil católicos, guiados por el obispo Tomás Zeng Jingmu, que ha pasado en prisión más de 30 años. En China, hay unos doce millones de católicos, distribuidos entre la Iglesia oficial y la no oficial.
Por otra parte, según informan hoy las agencias, la policía china sofocó, ayer 22 de julio, pequeñas protestas que marcaban el segundo aniversario de la prohibición del grupo filosófico espiritual Falun Gong, calificado por el Gobierno chino como “secta peligrosa”.
Ocho personas fueron, según testigos, introducidas en furgones policiales, ayer por la mañana, en la plaza Tiananmen de Pekín, en un número muy inferior a las protestas en fechas clave protagonizadas en otros momentos por Falun Gong.
Una mujer, que ondeaba una bandera blanca y gritaba consignas, fue arrastrada por la policía hasta el fondo del furgón y allí se la vio recibir repetidos golpes en la cabeza. Las fuerzas del orden derribaron a otra mujer antes de llevársela junto a otros tres manifestantes. La policía ordenó, gritando, que se dispersara a una pequeña multitud de curiosos en torno al furgón.
Los manifestantes de Falun Gong han disminuido drásticamente desde que se iniciara la persecución del Gobierno. Miles de ellos están confinados en campos de trabajos forzados o en la cárcel. Numerosos han sido obligados con amenazas a dejar el grupo y otros han sido empujados a la clandestinidad. Algunos funcionarios afirman que el Gobierno está a punto de erradicar al movimiento al que ellos tratan como una secta.
El año pasado en esta misma fecha, la policía detuvo a unos cien manifestantes, incluyendo a un grupo de 25 personas en la plaza de Tiananmen.
El Gobierno prohibió el grupo el 22 de julio de 1999, como una amenaza para el Partido Comunista y la sociedad china. Y acusó a Falun Gong de estafar a sus seguidores y causar 1.600 muertes, muchos de ellos adeptos que, según afirma el Gobierno, rechazaron tratamiento médico, siguiendo las enseñanzas del grupo. Así mismo se ha producido un número indeterminado de muertes de adeptos, en la cárcel o en campos de trabajos forzados, calificadas por los funcionarios chinos como de “suicidios”.