BARCELONA, 28 agosto 2001 (ZENIT.org).- Unos quince monasterios catalanes ofrecen la posibilidad de alojar visitantes para pasar unas días de descanso, reflexión y plegaria, una propuesta «turística» diferente y también minoritaria, dado que estas hospederías religiosas disponen globalmente de poco más de 300 plazas.
El tema ha despertado particular interés en España, como demuestra el reportaje especial que dedicó el pasado 27 de agosto «Estrella Digital».
Aunque en la mayoría de estos monasterios no se obliga a los visitantes a asistir a las oraciones de la comunidad, las personas que acuden a este tipo de hospederías lo hacen movidos por el deseo de pasar unos días de reflexión y plegaria.
«Una hospedería monástica no es un lugar para hacer unas vacaciones baratas, sino para compartir una espiritualidad y reencontrase a uno mismo», explica Montserrat, religiosa de la orden de las benedictinas y responsable del alojamiento del monasterio de Sant Benet en Montserrat.
Las condiciones de la estancia en los monasterios varían y hay desde los que acogen sólo a hombres (monasterio de Solius y Poblet) a los que son de carácter mixto, e incluso aceptan familias con niños.
En algunos monasterios, los visitantes comparten las comidas, horarios y oraciones con los miembros de la comunidad, mientras que en otras viven a relativa distancia de los monjes, aunque siempre se suele recomendar a los huéspedes que guarden silencio en el recinto.
En algunos casos, como es el monasterio del Mas Blanc, en Centelles (Barcelona), tienen dos zonas de acogida: una en silencio, en la que los seglares comparten oraciones y comidas con las monjas cistercienses y otra para grupos, en que los visitantes puedan hablar libremente y disponen de un comedor «auto-servicio».
El monasterio con mayor capacidad es el de Montserrat, que puede alojar en sus dependencias a unas 52 personas (200 durante el día) para compartir la vida espiritual de la comunidad benedictina. Las habitaciones que alquilan los monjes funcionan independientemente del alojamiento que se ofrece habitualmente en la montaña, que dispone de un hotel y de celas en alquiler, con unas 275 plazas.
Muchos de los recintos monásticos que acogen huéspedes están situados en zonas rurales, con posibilidad de que los visitantes puedan pasear por los bosques y jardines. Sin embargo, también hay hospederías urbanas como las de los conventos de clausura de las carmelitas descalzas de la Immaculada, en Mataró y Sant Josep i Santa Anna, en Tarragona, ambas situadas en el núcleo urbano.
Entre los centros religiosos que admiten huéspedes, figuran monasterios de alto valor arquitectónico y histórico. Quien lo desee, puede pasar unos días de reflexión durmiendo en las celdas y paseando por el claustro del Monasterio de Poblet o el de Vallbona de les Monges.