CIUDAD DEL VATICANO, 29 agosto 2001 (ZENIT.org).- Dios, según Juan Pablo II, siente predilección por lo frágil y débil, para manifestar su potencia divina a quien confía en él, especialmente en los momentos en los que no le queda otra esperanza.
Esta es la sugerente conclusión a la que llegó el pontífice en la tradicional audiencia de este miércoles, en la que evocó una de las epopeyas más apasionantes de la Biblia: el trágico final de Holofernes, el temido caudillo del rey asirio Nabucodonosor, que cuando prácticamente había aplastado al pueblo de Israel, fue asesinado por la frágil seducción de una joven, Judit.
La meditación del pontífice, pronunciada en la plaza de San Pedro del Vaticano junto a 8 mil peregrinos, se concentró en el canto de alabanza que la Biblia atribuye a la bella heroína judía (cf. libro de Judit, 16, 1-17) y que la Liturgia de la Iglesia recoge en las Laudes. De este modo, el Santo Padre continuó con la serie de meditaciones que viene ofreciendo los miércoles, tras el gran Jubileo del año 2000, sobre esos salmos y cánticos del Antiguo Testamento.
La historia bíblica de Judit, según el Papa, tiene una lección clara: «es necesario fiarse de Dios».
El auténtico enemigo, aclaró el pontífice, «no son los potentes de esta tierra, sino la infidelidad al Señor. Ésta le priva de la protección de Dios y le hace vulnerable».
De hecho, en esta narración bíblica, «la obra de Dios emerge más luminosa aún, pues no recurre a ningún guerrero o ejército», continuó diciendo. «Se sirve de una mujer inerme para salir en ayuda del pueblo en dificultad».
De este modo, constata el obispo de Roma, «la figura de Judit se convertirá después en el arquetipo que permitirá no sólo a la tradición judía, sino también a la cristiana, subrayar la predilección de Dios por quien es considerado frágil y débil».
El cristianismo, a través de los siglos, como lo demuestra la historia del arte ha visto siempre en Judit un sorprendente motivo de inspiración. La liturgia, recordó el Papa, atribuye a María expresiones pronunciadas por ella misma.
Judit, concluyó, se convierte así en «una figura ejemplar que sirve también para expresar la vocación y la misión de la mujer, llamada al igual que el hombre, según sus rasgos específicos, a desarrollar un papel significativo en el designio de Dios».
«Dios ofrece su potencia invencible en apoyo a quien le es fiel», sintetizó el Papa. Este es el mensaje que tantas mujeres han dejado a través de la historia.