CIUDAD DEL VATICANO, 19 noviembre 2001 (ZENIT.org).- Juan Pablo II se inventó este sábado una fórmula nueva para dar un nuevo impulso al diálogo ecuménico: una audiencia conjunta a representantes de comunidades episcopalianas y al Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos.
La cita tuvo lugar al concluir la asamblea plenaria de este organismo vaticano, presidido por el cardenal alemán Walter Kasper, que siempre concluye con una audiencia especial. Al saber que las comunidades episcopalianas de Europa se encontraban en Roma para celebrar su encuentro anual, el pontífice, rompiendo el protocolo, decidió invitarles a su encuentro con el Consejo pontificio.
En la audiencia participaron unos 170 episcopalianos, comunidad cristiana que surgió con la llegada de la Iglesia anglicana a Estados Unidos en tiempos de la colonización.
La autodenominada Iglesia anglicana se independizó del anglicanismo en 1789, pero mantiene con sus orígenes estrechas relaciones gracias a su pertenencia a la Comunión Anglicana, así como por la afinidad en la fe, en la organización y en el culto con la iglesia madre.
Al ver a sus representantes europeos, el Papa constató que había numerosos los jóvenes, algo que consideró como un «signo seguro» de esperanza en que un día el grande objetivo de la unidad entre los cristianos será llevado adelante por «una nueva generación de hombres y mujeres, comprometidos en concretizar las palabras de Jesús: «Que sean uno»».
A los miembros del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos, por su parte, el pontífice les dio las gracias por su trabajo y les alentó a emprender «esfuerzos aún mayores», pues «resulta cada vez más claro que el mundo tiene necesidad del testimonio común de todos los cristianos».
Nunca como hoy, ante la creciente globalización que caracteriza al mundo moderno, las divisiones entre creyentes «son un obstáculo a la proclamación del Evangelio».